Lunes 17 de Marzo de 2025

Hoy es Lunes 17 de Marzo de 2025 y son las 13:06 ULTIMOS TITULOS:

17/03/2025

Es belga, llegó al país por amor pero se separó y no quiere regresar: “No hay divorcio que te saque la argentinidad de la sangre”

Fuente: telam

Kristof Micholt aterrizó en Buenos Aires en 2002. Tras graduarse de abogado, entendió que lo suyo no eran las leyes, sino el humor. La idiosincrasia argentina y los malos entendidos culturales le dieron material de sobra. Hoy se gana la vida haciendo stand up. “Soy más argento que el dulce de leche”, asegura

>Kristof Micholt nació el 6 de julio de 1979 en Brujas, Bélgica, y aterrizó en Buenos Aires en 2002 por un intercambio estudiantil de la Universidad de Buenos Aires (UBA). El plan consistía en terminar las cuatro materias que le faltaban para convertirse en abogado y volver a su país para tomarse un año sabático y dedicarse a viajar por el mundo. Lo que nunca imaginó es que la vida tenía otros planes para él: un amor, una familia y la confirmación de que, a veces, el destino es más gracioso que cualquier rutina de stand up.

El belga alto y rubio que llegó con acento extranjero y hablaba muy poco español, terminó adoptando todas las mañas del porteño promedio. Aprendió a putear en el tránsito, a discutir sobre política en asados y a sufrir con el fútbol aunque no tenga un equipo favorito. El humor fue su pasaporte definitivo. Con él logró sortear barreras idiomáticas y explicar su historia de la única manera en la que tiene sentido: riéndose de sí mismo.

“Me separé, me reinventé y, antes de darme cuenta, ya estaba puteando en el tránsito, comiendo medialunas de parado y discutiendo sobre si Racing tiene más historia que Independiente”, ironizó con humor sobre su cotidianeidad.

Cuando conoció a Victoria, en 2002, Kristoff extendió su estadía de cinco meses a catorce. Volvió a Bélgica, pero al poco tiempo regresó por ella. Se casaron en abril de 2005 y aunque probaron de vivir allá, con la excusa de que ella realizara un posgrado y que él organizara viajes para europeas en Argentina, terminaron otra vez instalados en Buenos Aires. “Mi idea era que le gustara y nos quedáramos más tiempo, pero después de un año quiso volver”, explicó.

Mientras él seguía trabajando en sector turístico, donde oficiaba de guía para extranjeros, buscó alternativas para vencer su miedo a hablar en público, lo que lo llevó a inscribirse en un curso de stand up comedy. “Vi un cartel en un árbol en Palermo y pensé que podía ayudarme con el miedo a hablar en público”, recordó Kristoff, quien en ese momento manejaba contingentes de hasta 30 personas.

“Para la segunda clase, la profesora nos había pedido llevar algo escrito: un chiste, una historia o alguna anécdota graciosa. Yo escribí sobre algo que siempre me había llamado la atención en Argentina: cuando sube una anciana al colectivo, las chicas jóvenes gritan pidiendo un asiento. Nunca había visto algo así en Bélgica ni en otro país. Me parece una actitud genial. Hablé de eso en el escenario. Fue una historia larguísima, pero al final se rieron”, contó el belga al descubrir que quería dedicarse a hacer stand up para entretener a la gente. Así fue como arrancó con sus primeros shows.

Pasé tres años en Bélgica recorriendo el circuito de los “open mic” y la experiencia no fue para nada gratificante. Ni trabajando ni en el plano personal. Socialmente, era un caso aparte. “Cuando alguien en Bélgica a los veinte años persigue el sueño de vivir del arte, es algo simpático. A los treinta años, con un título de abogado encima, ya pasaba a ser un rarito. Además, no me acostumbraba a vivir de vuelta en Bélgica. Era el típico caso de alguien que había vivido años en otro país y ya no se sentía en casa en ningún lado”, admitió.

Por eso, en 2014, decidió regresar a Argentina y continuar con su carrera humorística. Tiempo después, conoció a Marina en el ambiente artístico, con quien tuvo dos hijas y empezó a ganarse la vida de lo que realmente le gustaba.

Con el tiempo pasó a hacer hasta cinco shows por semana y, aparte de ser comediantes, junto a Marina se convirtieron en productores. “Fue la primera vez en mi vida que sentí que vivía de algo que realmente me gustaba hacer”, recordó.

Así fue surgiendo la idea de abrir su propio teatro. Ese sueño lo cumplieron en 2018 cunado inauguraron Stand Up Club en el barrio porteño de Recoleta. Hoy, a pesar de estar separados tras ocho años de relación, ambos siguen trabajando juntos y protagonizan el espectáculo “Sí, mi amor”, un show de stand up sobre relaciones de pareja.

Después de casi 20 años en Argentina y varios intentos fallidos para volver a instalarse en Bélgica, la pregunta sigue siendo la misma: “¿Por qué sigo acá?”. Y así lo explicó: “Dicen que el argentino nace donde quiere, y siento que, en muchos aspectos, soy más argento que el dulce de leche”.

Kristoff está convencido de que más allá de todas complejidades y desafíos, Argentina sigue siendo el lugar donde puede avanzar, crecer y seguir impresionando, tanto en el escenario como fuera de él.

Tras cuatro años de éxito con“Sí, mi amor”, y más de 400 funciones, el belga y su ex continúan haciendo humor con sus observaciones sobre la idiosincrasia argentina. “No hay mejor manera de entender un país que aprender a reírse de él”, concluyó Kristoff.

Fuente: telam

Compartir

Comentarios

Aun no hay comentarios, sé el primero en escribir uno!