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17/03/2025

A 33 años del atentado a la Embajada de Israel, el recuerdo de los sobrevivientes: “Voló por el aire con nosotros adentro”

Fuente: telam

“Voces de la embajada” es una iniciativa de AMIA y el Congreso Judío Latinoamericano que reúne los testimonios de las víctimas que sobrevivieron al horror: el 17 de marzo de 1992, un auto con explosivos impactó contra la fachada de la embajada. Causó 29 víctimas fatales y dejó más de 240 heridos

>El 17 de marzo de 1992, la tarde en Buenos Aires avanzaba como cualquier otra. La ciudad tenía los sonidos típicos de la mitad de quincena, con su tránsito habitual y algunas bocinas que obligaban a los peatones a acelerar sus pasos; otros caminaban apurados por las veredas angostas mientras en la esquina de Arroyo y Suipacha, la Embajada de Israel se alzaba imponente en su elegante edificio de estilo neofrancés. Allí, empleados administrativos, diplomáticos y visitantes realizaban sus tareas diarias sin imaginar que, en pocos segundos, todo cambiaría para siempre.

El atentado dejó 29 muertos y más de 200 heridos. Entre las víctimas había diplomáticos israelíes, empleados argentinos, transeúntes y religiosos que se encontraban en la iglesia San Marón, frente a la embajada. A más de tres décadas del ataque, los sobrevivientes siguen recordando el horror vivido y la impunidad que aún persiste. “La embajada voló por el aire con todos nosotros adentro”, contó Jorge Cohen al recordar el triste momento del que salió con vida. Su testimonio es uno de los catorce que forman parte Voces de la Embajada, un proyecto que rescata los testimonios de quienes sobrevivieron al atentado a la sede diplomática.

Por este nuevo aniversario del horror, la Embajada de Israel en Argentina, AMIA y el Congreso Judío Latinoamericano lanzaron un proyecto conjunto para preservar los testimonios de los sobrevivientes del ataque. La iniciativa, plasmada en el sitio web Voces de la Embajada, reúne relatos en primera persona de catorce víctimas que reviven el horror de aquel día y reflexionan sobre sus consecuencias.

Compartieron sus historias Alberto Kupersmid, Gloria Svetliza, Alfredo Karasik, Ana Bier Aruj, Enrique Klein, Alberto Romano, Jorge Cohen, Lea Kovensky, Hugo Escalier, Martín Golberg, Víctor Nisenbaum, Mirta Berelejis, Raúl Moreira, y Claudia Berenstein (hermana de Beatriz Mónica Berenstein de Supanichky, víctima fatal del atentado).

En un repaso de aquel 17 de marzo, recuerda que había llegado a trabajar al lugar donde había ingresado a los 18 años y que el ambiente dentro de la embajada era cercano y familiar. Todos los empleados mantenían una relación estrecha, lo que hizo que el horror se sintiera aún más devastador. La explosión no solo destruyó un edificio, sino también una comunidad.

Quien tuvo una especie de premonición de una tragedia fue Lea Kovensky. “Cuando llegué a la puerta de la embajada, sentí que algo malo iba a pasar. Lo asocié con las reparaciones que estaban haciendo, con los cambios en la dinámica de trabajo. Después, todo tuvo sentido”. Instantes antes de la tragedia, una sensación de incertidumbre invadió a algunos de los trabajadores. Sin embargo, nadie podía imaginar la magnitud de lo que estaba a punto de ocurrir.

El coche bomba vino por Carlos Pellegrini, dobló cuando vio el espacio vacío. El embajador iba a almorzar como rutina. Subió las ruedas hacia la vereda, tocó con el portón y ahí explota”, repasa Víctor Nisenbaum, a los 57 años. El hombre ingresó a trabajar a la embajada a los 21 años y a sus 24 fue el atentado. “Hasta ese día de 1992 tenía una vida feliz, normal; en la que disfrutaba de mi familia y mis amigos. Iba feliz a trabajar todos los días”, recuerda los buenos vínculos con sus compañeros y asegura que su vida cambió rotundamente luego de ese atentado.

Quien también sobrevivió fue Martín Golberg, pero su experiencia aún lo impacta. “Sentí que me estaba electrocutando. Empecé a temblar y pensé: ‘¡Me estoy muriendo!’”, relata. En el primer impacto, creyó que tocó un cable de una obra que se realizaba entonces y que la corriente lo sacudía. Pasaron dos o tres minutos y fue expedido hacia el fondo.

“Todo era un agujero negro. No había aire, no había oxígeno. Nos avisaron que saliéramos como pudiésemos porque no había forma de que nos asistieran”, cuenta Alfredo Karasik. La desesperación de ese momento hizo que pese a la angustia y el susto, el deseo de sobrevivir prevaleciera: “Todo era un agujero negro. Empezamos a trepar por la estructura del ascensor, porque estábamos en el 4º y último piso del edificio. Hasta que logramos alcanzar la calle”, recuerda Ana Bier Aruj.

La situación era agobiante, triste y todos sentían estar viviendo una película de terror. “Pudimos salir por el edificio de al lado. Recuerdo que al salir de este edificio me encontré afuera con un panorama que era terrible”, agrega Hugo Escalier.

Ellos, los trabajadores de la embajada no fueron las únicas víctimas del atentado. “Al lado había una iglesia, un asilo y un jardín de Infantes dentro de la iglesia, y salían los chiquitos manchados por sangre... No era Arroyo, no era mi querida Buenos Aires... Ahí tomé dimensión realmente de lo que había pasado”, cuenta angustiado Golberg.

Kupersmid cuenta que en esa confusión, cuando ya logrando salir, sabían que faltaba gente y tenían en claro quiénes. “La esperanza de encontrarlos con vida era lo único que nos podía sostener y nos impulsaba a seguir buscando en un país como este, que no tenía ni idea cómo hacer en este tipo de eventos. Era la primera vez que en la historia de Argentina algo de esta magnitud”.

También murieron peatones. Personas que pasaron justo en el momento de la explosión. También perdió la vidaEl sabor amargo para Golberg es “la falta de justicia”. ”Esa es una de las cosas y de las heridas pendientes como sobreviviente. Pasaron 33 años y seguimos reclamando por justicia. No hay una sola persona detenida, respecto al atentado de la Embajada de Israel”.

El testimonio de los sobrevivientes es un recordatorio de la brutalidad del atentado y de la necesidad que expresan por mantener viva la memoria. “Es imprescindible que estas voces sean escuchadas y perpetuadas para las futuras generaciones, porque es a través de la memoria que se puede construir un futuro más seguro y vivir en paz”, anhela Claudio Epelman, director ejecutivo del Congreso Judío Latinoamericano.

Fuente: telam

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