Domingo 16 de Marzo de 2025

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16/03/2025

Para entender a Donald Trump

Fuente: telam

Lo suyo no es solo MAGA (Make America Great Again) vía América Primero (America First), sino también una concepción de EEUU como una construcción histórica que es mucho más que un Estado Nación

>Donald Trump regresó al poder y en poco más de un mes, no solo impuso una conversación de temas relevantes en EEUU sino en el mundo entero. Ha tenido éxito empresarial, en TV y como político. No es el mejor negociador del mundo, pero tampoco llegó mal preparado a la presidencia, en comparación con algunos otros que han gobernado en el último medio siglo, y con un conocimiento del mundo, quizás ligeramente superior al promedio, aunque por razones empresariales más que políticas.

A pesar de lo anterior, no es fácil escribir acerca de él. Lo que complica intentar entender lo que hace y por qué lo hace es que todos creen tener una opinión, y no es una cualquiera, sino una polarizada y muy apasionada, se le ama o se le odia, y no se aceptan medias tintas, además, que fruto de las redes sociales, basta que se hayan leído breves líneas en el celular, para que muchos consideren que ello es suficiente. Es lo que me ha acompañado en EEUU desde que me radiqué en 2019. He vivido aquí antes y he enseñado, tanto politica como constitución de este país en sus universidades, pero nada me preparaba para lo que encontré en esta oportunidad, sobre todo, por la pasión que lo rodea, tanto que en varias oportunidades he preferido guardarme mi opinión, así de dura era la discusión que presenciaba.

Y eso que viví en dictadura en el Chile de Pinochet, pero no recuerdo haberme callado tantas veces como estos años. Parece ridículo y exagerado, pero no lo es. Quizás me he puesto viejo. Además, en EEUU mi primera desilusión fue con los que pensaba que eran los mejores medios de comunicación del mundo. Sin embargo, me los encontré llenos de sesgos, por lo que rápidamente les perdí confianza, y cuando ello ocurre, es para siempre. La parte buena, es que la desconfianza a lo que percibí como fake news me obligó a buscar la información por mí mismo, y eso me ha enriquecido.

En todo caso, me cuesta entender la virulencia, hasta actitudes violentas con las que me he encontrado, aquí y en otros lugares, sobre todo, cuando vienen de gente cercana, a la que supuestamente creía conocer mejor. Al parecer, no aceptan otra actitud que estar de acuerdo con ellos, así de fuertes son las reacciones que provoca su persona, una muestra a nivel personal del retroceso planetario de la libertad de expresión y de la tolerancia.

El contexto en el que Trump gobierna y sobre el cual ha influido es un verdadero cambio de paradigma, en EEUU y en el mundo. Quizás va a ser más claro para todos cuando termine este segundo mandato, que lo que estamos presenciando es el fin de los acuerdos a los que llegó el mundo o que fueron impuestos por los ganadores de la segunda guerra mundial, tanto en lo político como en lo económico. En lo político, es el fin o al menos una reforma profunda de la alianza atlántica como también del multilateralismo y las reglas que acompañaron ese orden. Lo suyo no es solo MAGA (Make America Great Again) vía América Primero (America First), sino también una concepción de EEUU como una construcción histórica que es mucho más que un Estado Nación, ya que Trump parece concebirla como un verdadero Estado Civilización, es decir, aunque no tenga los años de historia de ellos, más cerca de lo que han sido la India y China (quizás también Rusia), aunque en su visión, con más poder que los mencionados. La novedad es que Trump no solo arremete contra adversarios, sino también lo hace, y a veces, en primer lugar, contra amigos y vecinos.

Detrás está la idea que EEUU debe recuperar el sitial que ha perdido, el de la potencia indiscutida, como también Trump agrega su idea personal que el resto del mundo se aprovecha de la generosidad de su país, para lo cual, no se aporta, por cierto, evidencia suficiente.

Hoy, los aranceles parecen ser también un tema de pedir igualdad de trato, y no subsidiar a quienes cree que han abusado, por ejemplo, los europeos, cargándole a EEUU el costo de su seguridad. Esta mezcla de elementos confunde y hace perder de vista lo que Washington desea lograr. Es lo que ocurre con los aranceles al ser utilizados como instrumentos, ya sea de presión o de negociación. Igualmente, se hace presente en el caso de Ucrania, donde la idea de los metales raros, si uno la mira bien, es también un elemento que puede contribuir grandemente a la seguridad que Ucrania no va a ser de nuevo invadida por los rusos, ya que aunque no se sabe si la geología ucraniana contiene la cantidad que se espera, no hay duda que la magnitud de la inversión y la utilización de legislación estadunidense, amarra a EEUU al menos por una generación, con lo que existirían muchas más garantías que las declaraciones de lideres europeos, varios de ellos camino a abandonar el poder, partiendo por Macron.

Por cierto, que el tema de los aranceles provoca un conflicto con las cadenas de suministro que, según lo dicho por Trump, en su visión, Pandemia CV-19 mediante, hoy favorecerían a China. Sin embargo, es un tema de tal modo importante para él, que solo una recesión lo llevaría a cambiar de opinión, sobre todo, si debe enfrentar elecciones de medio término a fines del próximo año. Como todo lo relacionado con comercio y economía, está totalmente seguro de que el poder de EEUU depende en gran medida de la salud del dólar, por lo que se ha autoimpuesto el deber de protegerlo a toda costa.

No cree en el multilateralismo, postulando que EEUU debe vincularse preferentemente a través de relaciones bilaterales, uno a uno, utilizando todos los instrumentos a su disposición. Al revés de lo que se le supone, en lo que cree poco es en el uso del poder militar para exportar instituciones, por lo que, a través de toda su trayectoria, en general ha estado en contra de intervenciones como la de Irak, y ha repetido muchas veces su orgullo que en su gobierno anterior extrajo a EEUU de intervenciones prolongadas así como que no lo llevó a guerra alguna, aunque por cierto, permanentemente amenaza con aplicar la fuerza, pero más bien como estrategia para conseguir un objetivo.

Más que ninguna otra cosa, no desea que se le vea acompañado por perdedores como también cree su deber ser parte de la guerra cultural, contra todo lo que huela a wokismo, sea a nivel nacional o internacional. Lo suyo es primero, segundo y tercero EEUU, por lo que le proporcionó liderazgo al movimiento que encontró al competir por la presidencia, es decir, una mitad del país a la que le dio conducción, a pesar de que no creó MAGA. La historia se está repitiendo ahora a nivel internacional, ya que las ideas que representa existían antes, sobre todo en Europa, pero más bien a nivel marginal, y con la caja de resonancia que significa EEUU se está transformando en una alternativa política, que va en ascenso, y que están ayudando a que la vieja distinción entre derecha e izquierda que nos acompañó desde la revolución francesa pierda cada vez más importancia, a favor de globalistas versus patriotas.

Trump es pensamiento hablado, rara vez lee sus discursos, y tiene una accesibilidad que no abunda en políticos de países grandes, sobre todo, si se le contrasta con los años de Joe Biden en la Casa Blanca. A pesar de ello, o quizás por ello, los analistas tienen problemas para interpretarlo. Sus apariciones en medios son frecuentes, y también cambia de opinión, a veces en el mismo día. Por sus nombramientos, pareciera que no guarda rencores en forma permanente, por cierto, con la excepción de algunas personas del partido Demócrata, lo que seguramente se presenciará en próximas investigaciones del Departamento de Justicia o del FBI, ya que le interesa conocer el origen de la judicialización sufrida por su persona, más bien, una persecución.

Aunque no ha sido militarista, es evidente que tampoco ha sido pacifista, pero indudablemente mucho le gustaría recibir el Premio Nobel de la Paz, y estoy convencido, que lo que busca hoy en Gaza y Ucrania es ese Premio, ya que mi impresión es que cree haberlo merecido por los Acuerdos de Abraham del 2020. Ello fue de lo mejor de su primer gobierno, pero a diferencia de los otros Premios Nobel, este es por definición un premio político, en el sentido que no se otorga en Suecia, sino que lo hace una comisión nombrada por el Parlamento de Noruega, donde la correlación política de ese país dificulta enormemente que lo reciba no solo alguien como él, sino también, por ejemplo, algún pontífice católico.

Trump no tiene un plan detallado para Gaza o Ucrania, pero sí tiene una idea, a veces continuación de lo que ocurrió en su administración anterior, y si sus interlocutores tampoco lo tienen, no hay duda de que ello le permite llenar el vacío con su aporte personal, tal como ocurrió para Gaza ante el hecho que Netanyahu no había presentado ninguna propuesta para el día siguiente a los combates con Hamas, lo que posibilitó que iniciara diálogo directo con ellos.

A nivel general, Trump, por sobre todo, expresa el fin de los acuerdos y alianzas que predominaron desde el fin de la segunda guerra mundial, tan creación de EEUU como lo que ahora estamos presenciando en aranceles. Al respecto, el éxito que tienen algunas de sus propuestas se debe a que quienes lo combaten lo hacen, sobre todo, emocionalmente, preocupados más de la forma que del fondo. También ayuda a Trump que no se entienda la magnitud del cambio y aún más, que se rían de él o de la propuesta. Al ser un segundo gobierno o la segunda etapa del mismo gobierno, MAGA aparece ahora orientándolo, ya que esta administración 47 sería aquella donde se construye su legado y donde llega mejor preparado, por lo que aprendió en el gobierno 45. Es así que más que una consigna MAGA aparece como la base de un gobierno que busca reemplazar a nivel internacional los acuerdos multilaterales posteriores a la segunda guerra mundial por negociaciones directas, donde el poder de EEUU se note más, y a nivel interno, el estado burocrático-regulador construido a partir del gobierno de Franklin Delano Roosevelt está siendo intervenido, oportunidad que se quiere aprovechar para soltar las amarras que tiene el capitalismo estadounidense para despegar, y así atraer más inversiones.

Es indudable que podríamos estar viviendo un momento de cambio de paradigma, donde se tambalean los cimientos del orden liberal construido después de la segunda guerra mundial. Ello está ocurriendo por primera vez en ocho décadas, por lo que es entendible que no se pueda apreciar con facilidad, toda vez que este orden ni siquiera fue cuestionado después de la caída de la URSS, y aunque Rusia buscó un camino distinto con Putin, son varios los países de la antigua órbita soviética que se incorporaron a ese orden, vía Europa y la OTAN.

Es además una situación donde el país que está haciendo el cambio, fue precisamente el que creó ese sistema, aunque falta algo tan importante como la reforma profunda o desaparición del símbolo de ese orden, hoy muy desprestigiado, como la ONU, no estando claro si Trump tendrá el tiempo para acometer algo de esta naturaleza. Confunde lo que está pasando, ya que no necesariamente quienes hacen los cambios desde el gobierno, tienen plena conciencia de lo que está pasando a su alrededor, tal como por lo demás ocurrió con Lord North y la Revolución Industrial en Inglaterra.

En lo que a Trump se refiere, no hay duda de que le ayuda que exista tan poco interés en entender lo que está haciendo, medible en que no son muchos los libros que se publicaron sobre su primer gobierno, al menos para intentar comprender más que juzgar las intenciones. Además, quizás eso explicaría parcialmente los fracasos de quienes dicen combatirlo, ya que se equivocan de blanco, con lo que terminan combatiendo a un verdadero mono de paja.

Al respecto, se le puede criticar por diversas razones, pero establecer distancias éticas conduce a situaciones como lo que le ocurrió a Zelensky en el Salón Oval de la Casa Blanca, es decir, una confrontación donde su país fue el mayor perjudicado.

Y ojo, que, de tener éxito, estos cambios pueden durar décadas, lo que no es excepcional, sino que al contrario es habitual que en EEUU duren de 20 a 30 años, lo que es ayudado por la edad de gente que se ha incorporado en cargos importantes a esta administración 47, donde parecen estar en la vecindad de los 40 años. Ese puede ser un legado permanente junto a la transformación que ha experimentado el Partido Republicano, hoy bajo su control, y donde lo han acompañado mujeres y minorías en cargos de elección popular, con lo que es hoy un partido mucho más diverso, y, por lo tanto, más cercano a lo que es hoy EEUU que el propio Partido Demócrata, lleno de confusión acerca de lo que debe hacer, y sin claridad, como debe hacer oposición.

Máster y PhD en Ciencia Politica (U. de Essex), Licenciado en Derecho (U. de Barcelona), Abogado (U. de Chile), excandidato presidencial (Chile, 2013)

Fuente: telam

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