16/03/2025
Tamara Tenenbaum: “Vivimos una época en la que se reivindica el dinero, ya no el trabajo”

Fuente: telam
En su nuevo y premiado ensayo, la escritora y dramaturga argentina retoma un texto canónico de Virginia Woolf para analizar el presente. Feminismo, privilegios, resentimiento, derroche y nostalgia, entre otros temas
>Su libro se llama Un millón de cuartos propios y nace de una nueva lectura de un célebre texto de En su nuevo ensayo, que arrancó como notas de un diario de traducción y terminó alzándose con elTamara Tenenbaum es narradora, guionista, periodista, dramaturga. Nació en 1989 y estudió filosofía en la Universidad de Buenos Aires. En 2017 publicó su libro de poemas Reconocimiento de terreno y a ese poemario le siguieron el libro de cuentos Nadie vive tan cerca de nadie y en el año 2019 su ensayo El fin del amor. Querer y coger en el siglo XXI, que sorprendió como un gran suceso de crítica y ventas y se convirtió más tarde en una serie con Lali Espósito como protagonista.
La mirada de Tamara sobre el presente toma como guía un texto canónico escrito un siglo atrás y lo hace con vocación por entender la dinámica de esta nueva era, aunque lejos de sus principios e ideas centrales. No es casual, por cierto, que la bajada de Un millón de cuartos propios sea: “Ensayo sobre un tiempo ajeno”, una descripción que se ajusta a esta propuesta.
— Pensaba en la frase “Ensayo para un tiempo ajeno” como en la idea de vivir un tiempo en el que no sentís identificación con algunos ejes de esta época como, de pronto, el regocijo en la crueldad o el antifeminismo y también que esa “ajenidad” es como si el hoy no nos perteneciera. Cuánto de todo eso estaba cuando empezaste a escribir y cuánto tiene que ver con ponerte a escribir. Entre las cosas sobre las que reflexionás está justamente eso de “lo que quiero decir va a salir mientras lo escribo”. — Bueno, a mí me pasa una cosa con los subtítulos, me pasó también con El fin del amor, y es que siempre te preguntan por las bajadas suelen ser cosas decido por el tamaño de la tipografía o la cantidad de letras. (Risas). Dicho esto, por más que haya muchas más consideraciones, que además también tiene que ver con que sea atractivo, relevante en una mesa de novedades y etcétera, sí es una idea que estaba desarrollada en el libro, la idea del tiempo ajeno. — El cuarto propio y el tiempo ajeno.— Algo que que me gustó para tratar de pensar algunas cosas que tienen que ver con los gobiernos y con lo que se vota y demás, es ese concepto que mencionás, de retrotopía.
— La retrotopía, sí. Es un concepto de Zygmunt Bauman que me re gustó.— Yo diría que, en realidad, La Libertad Avanza. Creo que el PRO perdió justamente eso, aunque en su momento, sí. El kirchnerismo hace 15 años también representaba eso. En el comienzo de mi adultez las dos visiones de futuro que aparecían eran las del kirchnerismo y el PRO. Te podía gustar más una o más la otra, o ninguna, pero había visiones de futuro claras. Hoy creo que la única fuerza política que presenta un futuro claro es La Libertad Avanza. Nos puede gustar más o menos, a mí me gusta menos, pero están ofreciendo una visión de futuro. Y creo que tanto el PRO, que perdió en el sentido de quedar desdibujado al interior de La Libertad Avanza, como el kirchnerismo, que está en un momento de indecisión, de ver por qué futuro se juegan, que es un destino en el que están, creo, todas las izquierdas del mundo, preguntándose cuál es la visión de futuro que proponen. Y entonces quedaron un poco atrapadas en esta idea de la retrotopía, que me pareció súper interesante y que leí en un libro de Bauman en el cual él desarrolla esta idea de que antes las izquierdas representaban siempre visiones utópicas. Y las visiones nostálgicas estaban encarnadas en la derecha. Y, en algún momento, la idea de la visión de futuro hace crisis y todos empiezan a presentar como aspiración no ya un futuro diferente de la vida que tenemos y conocemos sino una regresión a un pasado idealizado. La derecha idealizará un pasado tradicional, y la izquierda un supuesto momento socialista o socialdemócrata, los Estados de bienestar, que obviamente hoy romantizamos mucho de lo que fue eso pero históricamente sabemos que, no sé, no se cumplieron las utopías tan claramente. Vivimos una época de la retrotopía en lugar de la utopía: la gente está pensando en volver a un pasado que siempre se idealiza. Un pasado que rara vez tiene relación con la visión histórica real. Que, en general, cuando uno habla con los historiadores, la mayoría de las épocas que uno idealiza eran épocas rarísimas, en las que pasaba de todo. ¿Qué pasado idealizaríamos? Venimos de un siglo de muchísimas guerras, dictaduras.
— A mí me gusta siempre recordar en estos casos una frase de Andrzej Wajda, el director de cine polaco, cuando le pregunté qué extrañaba del comunismo y me dijo: “Lo único que extraño del comunismo es mi juventud”.Vivir de lo que se escribe
— En Un millón de cuartos propios, el tema del trabajo es central porque como el libro sale de una nueva lectura tuya de Un cuarto propio, empezás a hacer una serie de análisis a propósito de cuando la señora Virginia Woolf, en su Londres de comienzos del siglo XX, hablaba de la necesidad de las mujeres de tener un cuarto propio para poder escribir, una cantidad de dinero para poder vivir, pero también, decís, para poder vivir de la literatura, o sea, vivir de lo que escribe.— ¿Cómo es que dice? “Escritoras sin crítica ni audiencia”, creo.
— Exacto. Las nobles, que como no tenían que mezclarse con el mundo, escribían en sus casas, tranquilas. Cuando querían. Y ella dice: bueno, sí, se quedaban afuera del mundo, también. Y en cambio reivindica a la primera escritora trabajadora inglesa, Aphra Behn, una mujer que venía de abajo y que bancó su casa y su vida escribiendo. Y reivindica mucho esa idea de que eso cambia tanto tu vida, como la literatura, como las posibilidades de otras mujeres. Entonces hay una reivindicación no solamente de la igualdad sino también del trabajo, que no necesariamente es una reivindicación que esté en todas las propuestas feministas ni en todas las propuestas de izquierda porque para muchas propuestas progresistas el trabajo es pura explotación, y cuanto menos uno pueda trabajar mejor.— Por supuesto. Que para mí, igual, es parte de la dignidad del trabajo. Por supuesto que no hay nada digno en tener que trabajar 18 horas por día para poner la comida en la mesa. Eso no es dignidad, eso es otra cosa. Me parece que Virginia habla justamente de tener buenas condiciones, de tener la posibilidad de hacer algo que sea enriquecedor. Que no significa necesariamente la vocación. Significa, a veces, estar dando un servicio que uno sabe que es valioso. Como si alguien viene a desayunar a tu bar y le serviste el desayuno y se fue contento a su casa. Digo, eso es un servicio valioso. Es algo que te hace sentir parte de algo.
— También hablás sobre el dinero, las clases sociales y de los trabajos que son más o menos considerados. Pero recién dijiste “Virginia” en el libro la llamás Virginia. ¿En qué momento decidiste que en lugar de poner la escritora, o Woolf, o como sea, ibas a llamarla Virginia?— Tu ensayo tiene que ver con cuestiones del feminismo porque parte de un texto emblemático de las feministas pero hay mucha reflexión sobre la escritura y específicamente sobre la escritura y el ensayo. Y algo fundamental que desplegás es esa idea de la búsqueda de un tono. Y mencionás que en la traducción, tema sobre el que hacés también un despliegue interesante, te detuviste mucho en frases en las cuales Virginia Woolf comienza con un “Pero”, una frase adversativa, y vos misma empezás a tomar eso cada vez más en el inicio de alguna frase, del estilo: “Pero quería hablarte de xxx y me estoy desviando”.
— Freud también escribía muy bien.
— Me gusta eso que decís acerca de que, en general, si algo está muy bien escrito uno puede leer un ensayo sobre cualquier tema.
— Es estilo, claro.
— En un par de ocasiones mencionás cosas que te hacen llorar.
— Sí.
— Sí. Sí. Y que tienen que ver con ciertos momentos de los textos. Lo decís a propósito de Woolf pero también lo mencionás con otros casos. Es que el tuyo es un libro que está cruzado por la literatura, pero no solamente. Aparecen filósofos, economistas, pensadores del mundo del trabajo. Me impresiona la cantidad de insumos diversos con los que trabajás.
— Cosas que, tal vez, uno dice “para qué me puede servir después”.
— Hay algo en el ensayo anglosajón en ese sentido, que es como que tienen un manejo impresionante de todo esto que estás señalando sobre el tono o cómo hacer entrar todo adentro de un mismo texto. Pero lo que yo pensaba es que este tipo de ensayo se vincula mucho con lo que hacés en tus columnas. Pero vos al mismo tiempo escribiste un libro de poemas, sos dramaturga y escribís ficción. ¿Hay momentos en donde te aburrís de una cosa y vas a la otra? ¿Por qué tuviste necesidad de volver a escribir un ensayo?
— Cuando estás fracasando (risas).
— De decir cosas que no pensás.
— Esa era una de las preguntas que te quería hacer porque en Un millón de cuartos propios volvés mucho a El fin del amor. En varias oportunidades mencionás ese primer libro del género. Y lo mencionás en lo que tiene que ver con el estilo, con el tema y también con la primera persona. Te quería preguntar cuál sentís que es el mayor cambio que hubo en vos a la hora de escribir, argumentar y pensar, qué gran cambio ves entre el 2019 y ahora.
— Bueno, por algo se llama ensayo.
Hablando de dinero
— A mí me intriga mucho lo que está pasando con las relaciones simbólicas con el dinero en esta época. Creo que efectivamente estamos viendo muchos cambios. Obviamente la materialidad determina la conciencia. Estamos viendo estos cambios porque las formas de hacer dinero están cambiando. Las formas de hacerse rico hoy no son las formas de hacerse rico hace 50 o 100 años. Entonces los ricos son de otra manera. También la forma de mostrar la riqueza es otra, ¿no? Antes, por supuesto, estaba el despliegue de la riqueza pero tenías que verlo físicamente o verlo en la tele, en los famosos. No estabas tan pendiente, por ejemplo, de las vacaciones de los demás, ¿no? Como esa cosa de ver fotos de vacaciones de gente que conocés tan poco.
— Totalmente. Apareció como esta idea de ver gente que tiene un montón de plata y que no entendés de dónde. Y todo el mundo se está preguntando eso, de dónde. ¿De qué trabaja? ¿Cómo gana tanto? ¿Por qué esta persona que hace el mismo trabajo que yo de pronto está de vacaciones en Hawái si yo no puedo pagar eso? Todos estamos preguntándonos eso. Yo me estoy preguntando eso todo el tiempo de todo el mundo. Y me parece que están pasando cosas ahí. Y en relación con la juventud, pienso que, por ejemplo, la desestigmatización del trabajo sexual es algo que es positivo porque el trabajo sexual existe y es trabajo, por lo menos para mí, y pienso que por supuesto que no hay nada progresista en la idea de que esté estigmatizado. No hay nada progresista en la idea de que alguien tenga que avergonzarse de hacerlo. Pero sí me sorprende quizás un poco la idea de si lo opuesto de la estigmatización empieza a ser la glamourización. Como soy una muchacha de 35 años, mi algoritmo me muestra un montón de chicas de mi edad, un poco menos, o sea, chicas sub 35, que están en Dubái. Siempre en Dubái, gastando un montón de plata, pasándola bárbaro, y que te ofrecen contarte cómo lo hacen. Entonces, lo que se muestra es el consumo pero, a la vez, la parte del trabajo está oculta. No estás mostrando el día a día porque obviamente no es tan divertida la parte de mostrar que tenés que estar limándole las uñas de los pies a un jeque. Qué sé yo. Entonces, digo, hay cosas pasando ahí. Y hay cosas pasando en una juventud que cada vez desestigmatiza menos eso pero, reitero, una cosa es respetar la dignidad del trabajo, sea el que sea, y otra cosa es empezar a romantizar la idea de que lo mejor que te puede pasar en la vida es ser mantenida por un jeque, ¿no?
— Yo creo que estamos muy lejos, pero que eso debería suceder. Y cuando eso suceda, creo que el trabajo se va a resignificar. O sea, el trabajo no va a perder porque vos tengas asegurada la renta universal. Porque, de hecho, la mayoría de la gente que yo conozco trabajando en medios o en los tipos de trabajos que nosotros hacemos heredó una casa de sus padres y quizás tiene alguna otra facilidad, es gente de clase media alta que tiene una renta básica, digamos. Yo siempre digo lo mismo, yo me compré el departamento con la plata de la AMIA. Y si no lo hubiera podido hacer, no sé si hubiera podido escribir libros gratis, digamos, tendría que haber trabajado de los 20 a los 25 más de lo que trabajé.
— Totalmente, sí, sí, sí. No, para mí los huérfanos somos los que fuimos huérfanos de niños. Después de cierta edad, ya no cuenta (risas).
— No, no, tiene que ser de la infancia. Si no, después de los 30 ya el ciclo de la vida es como es. Hay gente que tiene padres más jóvenes, tiene un poco más de suerte, menos. Eso a mí me sorprendió mucho pasando los 30 que, claro, ya todos, ya ahora sí es normal no tener papás (risas).
— Y... se normaliza un poco. Te sentís un poquito medio a la par ya en ese sentido.— La gran diferencia es que no se dice que fue una tragedia.
— Si yo mañana no estoy…
— Nadie diría que fue una tragedia.
— Y que nos pueden llevar puestos, digamos.
— Vos sentís que haber estudiado filosofía te ayuda para pensar ese hoy y el posible futuro. Eso estás diciendo.
— A Virginia Woolf.
Una escritora estupenda
— Ah, a mí me encanta Elena Ferrante. Primero, hay algo mágico en poder hacer novelas atrapantes en el siglo XXI. Con técnicas del siglo XXI escribir novelas atrapantes como cuando una se sentaba a leer Ana Karenina y no quería que terminara, no hay tanta gente haciendo eso. Hay algo como que hoy está más de moda, si querés, el trabajo con la forma, como una cosa medio experimental, que una lee la novela como un artefacto de museo, que está muy bien, pero también que existan novelas atrapantes para mí es hermoso y encima que tengan además calidad y recursos. Eso es lo que tiene. Yo creo que es bastante interesante. Yo me doy cuenta cuando un varón lee a Elena Ferrante y se sorprende de que tiene recursos porque pensaba que eran taradeces para chicas. Entonces hay algo ahí, esa fusión es bárbara. Pero, después, creo que además Elena Ferrante es muy inteligente en su comprensión de las relaciones humanas.
— Es muy feminista y muy crítica de los vínculos tradicionales, no digo de la monogamia, o no solamente porque hay mucha crítica al matrimonio en esos libros, pero sí digo los vínculos tradicionales en el sentido de las familias y las jerarquías tradicionales y lo que se entendía por amistad o lo que se entiende por amistad. Siendo muy crítica de todo eso, es a la vez…
— Es muy sensible y no entiende la crítica como algo que precede al pensamiento. Uno puede pensar algo sin compartirlo. Se permite pensar en relaciones que son horribles antes de criticarlas y eso es muy inteligente. Creo que poca gente está haciendo eso hoy.
Fuente: telam
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