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15/03/2025

Guillermo Kuitca y el desamparo de la soledad, expuestos en el Malba

Fuente: telam

El artista argentino presenta “Kuitca 86″, con 80 piezas de su juventud en donde se presentan los temas que lo acompañaron en su desarrollo pictórico y que por cierto, mantienen enorme vigencia

>“La soledad de un artista está acompañada por lo que ve”, dice Kuitca (Buenos Aires, 1961) reflexiona sobre el proceso creativo y los diálogos, conscientes o no, con sus colegas de aquel entonces, pero a lo largo de la exposición sobrevuela un espíritu de desamparo, soledad, a partir de un recorrido por 77 pinturas y dibujos.

La expo, co-curada por Nany Rojas y Sonia Becce, se produce en el marco del 50 aniversario de la primera muestra individual que Kuitca realizó en 1974, a los 13 años, en la histórica y extinta galería Lirolay de Buenos Aires, y es a su vez la primera del pintor en más de dos décadas en el país, cuando en 2003 se presentó con Obras 1982-2002, también en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires.

En paralelo, el Malba presentó Fabril la mirada, la primera muestra individual de la artista textil Durante la recorrida de Kuitca 86, Rojas comentó que “no es una muestra que habla de una década, sino que justamente pone el foco en el año ´86″ para permitir “ampliar hacia atrás y hacia adelante, con algunas series emblemáticas, como Nadie olvida nada y Mar dulce, ciertos climas, canciones, pero también algunas otras piezas y pinturas, dibujos sobre papel, otras en pequeño formato y material documental”.

Lo escénico, lo constructivo, dicen las especialistas, es una de las grandes marcas del pintor, y si bien es verdad que en las obras de Kuitca 86 ya pueden observarse patrones que se repiten en su obra, las camas, las sillas, el rojo sangre como ríos kubrickeanos o papeles de pared lyncheanos, resulta inevitable preguntarse por lo humano, por esos personajes algo oscuros, fantasmagóricos, misteriosos, que aparecen en las obras que se encuentran inmersos en atmósferas algo trágicas, sino trágicas del todo.

¿Quiénes son estos seres anónimos, muchas veces de rasgos indefinidos, que parecen haber sido abandonados a la crueldad? La lectura político-social de una sensibilidad que pinta en los primeros años del regreso de la democracia, tras la gran cortina gris de la dictadura, parece una respuesta que cierra estos cuestionamientos. Pero, a la vez, resulta lógico preguntarse cuánto hay de la propia soledad del artista en esas representaciones.

Porque un artista es tanto lo que viene, pero sobre todo lo que adquiere, lo que somatiza, lo que lo alimenta, esa compañía de “lo que ve” y el ver, o el observar en todo caso, es tanto una acción fisiológica como de inducción, un reconocimiento del territorio externo e interno. Y en Kuitca, de quien también siempre se destaca que fue un joven prodigio, cabe preguntarse si todo ese desamparo en pequeñas escenas dentro de sus enormes cuadros no tiene más que ver con una construcción de un sentir propio a su vez de una extensión de lo humano, lo existencial, y sobre todo de lo social.

“Para mí la pintura fue siempre un lugar donde yo, mal o bien, tenía que encontrar las posibilidades para que estos temas que a mí me obsesionaban o que simplemente me interesaban, encontraran un lugar”, dijo el artista.

Las referencias a la represión zarista en las escaleras de Odesa del Acorazado Potemkin; cuerpos que cargan cuerpos intentando huir de la escena; cuerpos cadavéricos abandonados en el piso, todo inmerso en una “paisajística” de interiores desoladora y trágicos a la vez.

En ese caos, que recuerda a la serie de Kuitca 86 presenta un cúmulo de obras maduras para un artista que entonces atravesaba sus veinti, un corpus muy sólido y con una potencia que se mantiene actual. En lo compositivo, Kuitca maneja esa tetralidad que tanto le interesa, construye climas complejos con pocos materiales, con una pincelada rasante, cruda, con una destreza de espadachín literario, sin sobre adjetivación y una economía quirúrgica de palabras.

Sobre la muestra, Becce aclaró que no “no son las obras tempranas de Kuitca, que ya tenía obras muy maduras” y sobre su carrera, sostuvo: “Kuitca trabaja, si se quiere, desde los dos años garabateando y con una alerta familiar de que algo pasaba ahí, que había un talento muy precoz. Luego, a los seis años inicia su recorrido por talleres artísticos y a los 13, formalmente y acompañado por una de sus maestras y su familia, decide hacer su primera muestra individual. O sea, ya trabaja como un artista en serio”.

En Kuitca 86, que consta de seis módulos, se observan piezas en las que “pintaba con lo que tenía a mano” como puertas de los muebles de su primer taller utilizando muy poco pigmento, como “volver al grado cero de la pintura” y a posteriori, “luego de pasar por un momento bastante crítico que tiene en cualquier artista”, realiza un viaje a Europa “donde empieza alimentarse de toda esta cultura, tanto en el aspecto teatral como en el pictórico y de las artes visuales, de la literatura, de su vínculo con otras realidades”.

“Hay obras que están de alguna manera siendo repatriadas, que han sido expuestas solo en el exterior o que forman parte de colecciones desde Latinoamérica hasta Estados Unidos, pero también en Europa, y que se muestra por primera vez en la Argentina”, comentaron las curadoras.

Sobre la anteúltima sala aparecen dos curiosidades que, por lo tanto, rompen un poco con el relato curatorial. Por un lado, una maqueta reciente, 86, con la que “el artista quiso de alguna manera homenajear esta muestra” y una pintura de 1989, “que hizo por encargo por el homenaje a la muerte de Van Gogh en Ámsterdam para el que invitaron a 20 artistas, de los cuales él era el más joven por lejos”, en el que propone un diálogo entre El dormitorio en Arlés del neerlandés y su propia cama, que tanto aparece en sus pinturas, a partir de la serie Nadie olvida nada.

Y agregó: “En ese entonces yo descreía mucho de la escenografía. Me parecía que era el lugar al cual se mandaba a los artistas plásticos a relacionarse con el teatro. Como si eso fuera tan sencillo. Y me parecía que era un lugar al que no quería ir. Por lo tanto, mis espectáculos que dan cuenta en esta muestra del 82, 83, 84 no participé como escenógrafo, sino que me metí como en el barro del teatro mismo. Muchos años después, de algún modo cuestioné esta idea Y empecé a interesarme por la escenografía”, lo que devino en creaciones espaciales para obras de Federico García Lorca y Richard Wagner, así como en intervenciones sobre teatros y óperas internacionales.

Guillermo Kuitca es uno (sino EL) artista argentino con mayor proyección internacional y es considerado un referente del arte contemporáneo argentino y latinoamericano. Desde sus inicios artísticos, ha mantenido una prolífica carrera que incluye exhibiciones en instituciones de renombre como el MoMA (Nueva York), la Kunsthalle Basel (Basilea) y el Museo Reina Sofía (Madrid), entre otros, además de que su obra forma parte de importantes colecciones, como las del TATE (Londres) o el 21st Century Museum of Contemporary Art (Kanazawa).

“Ojalá el público pueda ver esta muestra desde el presente. Es decir, no hace falta irse 40 años atrás para decir lo que era esta obra. Es lo que es esta obra hoy. Y yo creo que también soy parte de eso. Yo estoy mirando esta obra desde hoy”, dijo el artista.

*Kuitca 86. De Nadie olvida nada a Siete últimas canciones, en el Malba, , Av. Figueroa Alcorta 3415, CABA. De jueves a lunes de 12:00 a 20:00 y miércoles de 11:00 a 20:00. Martes cerrado. Entrada general, $9000; estudiantes, docentes y jubilados con acreditación, $ 4500; menores de 5 años y personas con discapacidad, sin cargo.

Fuente: telam

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