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13/03/2025

12 años de pontificado de Francisco, el Papa que nadie esperaba

Fuente: telam

Su elección fue una sorpresa y trajo varias primicias: primer pontífice americano, primer jesuita en la silla de Pedro y primero en llevar el nombre del Santo de Asís

>Una de las imágenes más impactantes del pontificado de Jorge Bergoglio fue registrada el 27 de marzo de 2020, en plena Cuaresma, y en pleno confinamiento casi mundial por la pandemia de Covid 19.

Aquella impresionante soledad de Francisco en la noche romana parecía el reflejo de otra, acentuada en los últimos años: el pontífice argentino era tal vez el único líder mundial de concepto en aquella coyuntura.

Estaba expresando la frustración por no poder hacer más por la paz en el mundo, por no encontrar socios en la empresa, por no hallar el suficiente eco a sus llamados al diálogo y la fraternidad en sus contrapartes seculares. Al comienzo de su papado, varios gestos fuertes y la respuesta del mundo de la política parecían abrir caminos y tender puentes para la amistad entre los países.

Cuando Francisco dice que ya está transcurriendo la Tercera Guerra Mundial aunque a pedazos, no quiere decir que muchas “pequeñas” guerras sumadas hacen una grande, sino que los poderosos del mundo llevan su lucha por la hegemonía a terceros escenarios, a costa de otros pueblos, y en beneficio de sus industrias armamentísticas.

En esta denuncia, el Santo Padre se ha visto solo. En el colmo de la incomprensión acerca de su rol, no faltaron los que le exigieron que se pronunciara por uno u otro bando en una guerra, o los que reclamaban a gritos condenas a los conflictos más mediáticos y ni se notificaban de los esfuerzos que hacía respecto de otros, silenciados o sencillamente olvidados por el sistema mediático.

Históricamente, la Santa Sede mantiene una actitud de prudencia y de equidistancia para actuar con el mayor grado de ecuanimidad cuando la circunstancia lo amerite.

Bergoglio no es el primer Papa que recibe a todos los jefes de Estado, ni el primero en no condenar abiertamente a uno u otro régimen. Similar diplomacia ejercieron Paulo VI y Juan Pablo II. El Vaticano no rompe relaciones con los regímenes de facto, busca mantener siempre abierto un canal de diálogo, por estrecho que sea. La Santa Sede tiene feligreses y el Vaticano “ciudadanos” en todo el mundo y eso es determinante en su modus operandi. Un nuncio puede ser expulsado, pero rara vez retirado. No es un simple embajador: cumple una función diplomática pero también otra más importante que consiste en ser el nexo entre las congregaciones locales y Roma.

Doce años han transcurrido desde aquel inolvidable 13 de marzo de 2013, cuando a las 19:06, hora de Roma, la fumata blanca de la chimenea de la Capilla Sixtina precedió a la sorpresa del anuncio del nombre del primer Papa no europeo en más de 13 siglos. Se trataba de un desconocido para el gran público: el arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, no figuraba entre los más mencionados como posibles sucesores de Benedicto XVI. Pero al interior del colegio cardenalicio que debía elegir al nuevo Papa, el cardenal argentino se había ganado reconocimiento y respeto, en especial desde que, en 2007, en la reunión del Celam (Consejo Episcopal Latinoamericano) en Aparecida, Brasil, a la que asistió Benedicto XVI, el entonces impensado futuro Papa escribió las grandes líneas del programa de renovación de la Iglesia. El documento final de la reunión exponía la necesidad de reforma de la Iglesia para llevarla hacia las periferias. Esos ejes fueron luego retomados en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, publicada en noviembre de 2013, documento que muchos consideran es el programa de su pontificado.

Desde el comienzo, Francisco dio señales de los cambios que deseaba hacer a través de señales fuertes. Una Santa Sede que no se pareciera tanto a una corte renacentista y más a una iglesia de puertas abiertas. Una Iglesia que fuese hospital de campaña -donde se curan las heridas antes que cualquier otra cosa- y no una aduana, que controla y filtra los ingresos.

Austeridad y cercanía a los fieles. Cárceles, hospitales, villas miseria, asilos de ancianos, campamentos de refugiados, son los sitios a los que a Francisco ha ido en cada una de sus salidas, tanto en Italia como en sus viajes al exterior. Es en otra escala lo mismo que hacía el arzobispo de Buenos Aires, incansable caminador de todos los barrios de su arquidiócesis, organizador de la pastoral villera, predicador incansable contra la trata…

Estos gestos, sumados a sus homilías casi cotidianas en Santa Marta, y las audiencias públicas en Plaza de San Pedro, lo presentaron rápidamente al mundo como un pastor, un párroco de la última de las iglesias, ahora instalado en la sede apostólica y observado por el mundo entero, pero fiel a su estilo de siempre. Una forma de acercar la Santa Sede, con frecuencia vista como una torre de marfil, a todos y cada uno de los creyentes.

Para cumplir con su programa, Francisco ha reformado la Curia. en primer lugar a través de la creación de un órgano colegiado de cardenales para asesorarlo en el gobierno de la Iglesia y para preparar un proyecto de reforma de la estructura vaticana; trabajo arduo y delicado que vio la luz recién en marzo de 2022, cuando se promulgó una nueva constitución apostólica.

La aspiración era lograr una estructura más misional, que estuviera más al servicio de la evangelización y de cada parroquia para poder “elevar desde el terreno las mejores iniciativas tomadas por los católicos”

Es conocida la permanente prédica de Francisco contra el clericalismo, la política de círculo, aislada de las bases.

Bergoglio siempre decía que la Iglesia no crece por proselitismo sino por atracción; de ahí su estilo pastoral que pone el acento en la misericordia, la apertura y la cercanía. Se mostró abierto y compasivo hacia los homosexuales y los divorciados vueltos a casar. Muchas recordarán su célebre frase: “Si una persona gay busca al Señor con buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?” Pero al mismo tiempo condenó lo que llamó el “lobby gay”. “el problema no es tener esta tendencia, sino hacer lobby”, dijo.

Francisco hizo 47 viajes apostólicos fuera de Italia en estos 12 años, visitando 66 países, con una clara predilección por las periferias. “Hay que ir a la periferia si se quiere ver el mundo tal cual es”, suele decir. Su concepto de periferia es geográfico pero sobre todo existencial: por eso en cada viaje lava los pies de personas humildes o marginadas, visita los barrios carenciados, los hospitales, las cárceles…

Visitó seis países que nunca habían recibido a un Papa: Birmania, Macedonia del norte, Emiratos Árabes Unidos, Irak, Bahrein y Sudán del sur.

Otra prioridad de su pontificado fue el diálogo ecuménico e interreligioso. En su viaje a Tierra Santa, en mayo de 2014, estuvo acompañado por el patriarca Bartolomé I de Constantinopla y protagonizó un abrazo de tres religiones en el Muro de los Lamentos con sus amigos el rabino Abraham Skorka y el referente de la comunidad islámica Omar Abboud.

En su viaje a Sudán del Sur, lo acompañó el jefe de la Iglesia Anglicana.

En junio de 2015, impactó con su encíclica Laudato si’, sobre el cuidado de la Creación, mostrando una vez más la capacidad de la Iglesia para abarcar todas las realidades. Ahora bien, en una entrevista libro en 2017 (”Papa Francisco. Latinoamérica”, de Hernán Reyes Alcaide, Planeta 2017) Francisco aclaró: “Laudato Si’ no es una ‘encíclica verde’. Es una encíclica social. Expresa la indisoluble relación entre el cuidado del ambiente y la justicia social”.

Estos mismos conceptos los retomó Desde la Argentina, lamentablemente, buena parte de la dirigencia juzgó al Papa con las mismas categorías superficiales y cortoplacistas con las cuales actúan en el escenario local. En el fondo, es más fácil, más cómodo, fijarse en si recibió a tal o a cual, si le sonrió a uno y no a otro, o detenerse en cronometrar las audiencias, que dejarse interpelar por la profundidad de su mensaje.

La Argentina le ha dado un Papa al mundo, pero no ha tomado plena conciencia del sentido y profundidad de ese hecho, que el tiempo no hará sino agigantar.

Para el mundo, Francisco ha sido un líder y protagonista en la escena mundial, respetado y escuchado por muchos políticos; en ciertos momentos con más intensidad, en otros no tanto, para desgracia de un mundo que, en la posguerra fría no ha cumplido sus promesas de mayor pluralidad y diálogo, sino que por el contrario ha visto exacerbarse los conflictos.

En ese marco, resalta aun más el mensaje de Francisco que, en el plano espiritual, ha propuesto “una Iglesia facilitadora, y no una Iglesia admonitoria”. Y en el plano mundial, ha llamado incansablemente a la fraternidad.

Fuente: telam

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