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12/03/2025

Mariana Sández y una hermosa novela sobre la soledad, las personalidades grises y las vidas a medias

Fuente: telam

En “La vida en miniatura” la escritora argentina le da vida a Dorotea, una mujer que recién al llegar a los 60 años advierte lo poco que hizo por ella misma y cómo dedicó todo su tiempo a los demás

>Mariana Sández nació en Buenos Aires en el año 1973 y vive en Madrid. Es escritora, periodista y gestora cultural. Estudió Letras en Buenos Aires, Literatura Inglesa en Manchester, y realizó un doctorado en Teoría Literaria y Literaturas Comparadas en Barcelona. Es autora del libro de entrevistas y ensayos El cine de Manuel, un recorrido sobre la obra de Manuel Antín; del libro de cuentos La vida en miniatura es su segunda novela y fue publicada por Impedimenta. El personaje central de esta ficción es Dorotea Dots, quien al borde de los 60 años advierte que lleva una vida a medias, incompleta. Una vida dedicada a los demás y en la que sus propios intereses quedaron relegados.

Asistente todoterreno de su padre, un gran artista plástico, pendiente de un hermano que eligió abrirse de la familia, Dorotea se ocupa de la vida de sus padres más que de la propia y ellos por su parte la necesitan pero no la valoran. Un día, su prima inglesa, Mary Lebone, tal vez la persona que más la entiende, le propone un intercambio de países y le da una pista para un trabajo con el que podrá pasar una temporada en el Reino Unido: cuidar casas y mascotas en ausencia temporaria de sus dueños. Esta forma de vida y la distancia de su cotidianeidad la harán reflexionar de una manera singular sobre su propia historia.

— Me interesó mucho la idea de la vida en miniatura, chiquita. Porque es la vida de Dorotea pero hay muchas otras vidas que aparecen en la historia y que son historias mínimas. ¿Cómo surge la idea de esta novela?

— ¿El Manchester que aparece en la novela es entonces el tuyo del 2019?

— No, mi Manchester es de 1998, todavía no existía el mail por ejemplo. Pero realmente la novela no es de entonces, pertenece a esta época.

— Sí, eso creo que tiene que ver con que cuando escribimos, por lo menos a mí me pasa mucho, necesito poder ubicarme visualmente en un lugar y entonces claro, yo tenía ese anclaje de Manchester. Me servía visualizar eso. Pero además me interesó también que aparece un pintor, que es el maestro del padre de Dorotea, que es Lowry, cuya vida me apasiona. Entonces también investigué bastante eso y Manchester servía como un punto de encuentro para ellos.

— ¿Qué relación tenés con el arte, con la pintura?

— Pero ¿qué te pasó puntualmente escribiendo La vida en miniatura, en donde no solo está la historia de este padre que es un gran artista sino la propia historia frustrada de Dorotea como artista?

— La verdad es que siempre me llevo mejor escribiendo sobre arte o sobre otras profesiones y quería que fuera algo que no fuera literatura esta vez porque mi novela anterior era muy meta literaria y entonces elegí la parte artística visual. Y tuve que investigar bastante. O sea, para llegar a entender el estilo de Dorotea o más bien a construirlo me asesoré y les pregunté a mis compañeros de los museos, y de ahí es que tomé lo de la vida de — Hay mucho en tu literatura y en esta novela que recuerda a algunas escritoras británicas. Contame un poco cómo es tu formación con esta literatura, que es tan poderosa.

— Hay algo que tiene que ver con la historia de amor, o desamor, de Dorotea. Que también forma parte de la insatisfacción o de esa vida por la mitad. ¿Cómo elegiste pintar eso? Me refiero a una persona que está tan entregada a su familia, tan entregada a sus padres y que sigue pidiéndoles a los padres que la miren -puntualmente al padre- y que, al mismo tiempo, está llegando a los 60 años con una amorosidad escasa, por llamarla de algún modo.

— Que aparece mencionado.

— Que aparece mencionado. O el Wakefield de Hawthorne, que es un cuento que me enloquece.

— El hombre que se va enfrente de la casa de la mujer y la mujer no sabe que él está mirándola desde ahí. En fin, “El capote”, de Gogol, ¿no? Estos personajes que son sumamente grises, o algunos de Vila-Matas, de Robert Walser, de Thomas Bernhard.

— Stoner también, pero yo lo veo más contemporáneo. Tengo en la cabeza a los más clásicos. Pero también. Y en definitiva siento que mi admiración por esos personajes me ayudó a componer a Dorotea. O también, por ejemplo, Camilo Canegato de Rosaura a la diez, de Marco Denevi.

— Sí, eso porque nosotras, cuando estudiamos en la Facultad con las chicas, después íbamos por la calle y decíamos “Ahí va un Camilo Canegato, allá va un Camilo Canegato”. Esos personajes que, por un lado, te parecen tan raros, tan particulares, como no posibles o irreales, y, después, la vida está lleno de ellos.

— Como el Natalio Ruiz de Sui Generis, el hombrecito del sombrero gris.

— Es de los primeros temas de Sui Generis. En tu novela aparecen mucho los Beatles. Una podría decir “bueno, está escribiendo una novela que transcurre en el Reino Unido”. Pero no transcurre en el tiempo de los Beatles.

— Y aparecen personajes con los nombres de las letras de los Beatles.

— Bueno, no lo es pero los contiene en algún punto, ¿no?

— Otro tema que aparece tiene que ver con el ocultamiento, o con la vida de mentira, por decirlo así. Con la posibilidad de estar durante años cerca de alguien y que, de pronto, todo lo que sabías sobre ese alguien en realidad era una ficción. ¿Eso estaba en el comienzo de tu idea de esta historia o fue apareciendo?

— Y le dio un cambio fundamental.

— Y algo muy interesante es la estructura, en el sentido de que los diferentes tiempos están dentro de los mismos capítulos aunque van cambiando las voces. Las historias que se van narrando te cuentan el ayer y el hoy. ¿Cómo fuiste armando eso, que suele ser bien complejo para que un lector no se pierda?

— ¿Vos decís que no sos la misma Mariana Sández en Buenos Aires y en Madrid?

— De hecho hay gente que, viviendo afuera, puede escribir sobre ciertas cosas de su lugar de origen con una perspectiva que la cercanía no te da.

— ¿Sentís algo de eso?

— ¿En qué sentís que ganás como escritora al estar lejos no solo de tu país sino también del mundo de los escritores, del mundo cultural argentino? O sea, al no estar inmersa en todo eso una podría pensar en principio hay una pérdida, pero a lo mejor también se gana algo.

— ¿Y para escribir? ¿Hay algo menos contaminado?

— A ver, quiero que se entienda bien lo que voy a decir. Por momentos me daba la sensación de que estaba ante una excelentísima traducción de una novela inglesa. Y a mí eso me gusta, particularmente. O sea, no lo siento ajeno porque una se formó también leyendo esa literatura. Es más, extraño las excelentes traducciones de las novelas inglesas.

— No te parece algo perturbador sino, más bien, enriquecedor.

— Hay algo en tu literatura con los vínculos, las familias y las hijas a las que les cuesta desprenderse. ¿Qué pensás de eso?

— Bueno, en La vida en miniatura de todos modos aparece más fuertemente la relación padre-hija.

— Pero yo pensaba en esta cosa de lo que cuesta volverse adulto. O lo que cuesta volverse independiente, más bien, ¿no?

— Sí, pero en esta novela además aparece claramente el aplastamiento de la figura paterna ante la cual es todo imposible: “qué voy a hacer yo al lado de este monstruo. Y por otra parte soy su asistente”.

— Algo que me gustó es una frase que aparece a partir de esto de Dorotea cuidando las casas, y es si es posible extrañar una vida que en realidad no fue tuya. Y a una le pasa, a veces, cuando estás un cierto tiempo en un lugar, trabajando, por ejemplo, y después te vas, y por ese breve tiempo se genera una pequeña nostalgia y de pronto decís: sí, pero no es mi vida.

— Es casi como una relación amorosa.

— ¿Te costó conseguir los nombres para tus personajes? Parece una pregunta pavota pero hay algo en esta novela en donde los nombres resuenan, por eso te pregunto.

— ¿Y con la música? Porque este libro tiene música.

— Como los Gilmore.

— Pero esa música vino después.

— ¿Y qué relación tenés vos con la música?

— Decís que sabés poco de música y poco de arte. ¿Y sentís que sabés mucho de literatura?

— La comparto absolutamente. ¿Y qué te pasa con la gente que no lee?

— ¿Los problemas de socialización de Dorotea tienen que ver con algo por lo que hayas pasado o por lo que pases en general? ¿Es un tema que te cuesta?

— Pero, entonces, te pasó.

— ¿Y qué te pasa con la gente que va a verte o a estar con vos porque quiere empezar a leer?

— Y, volviendo a tu literatura, ¿te costó despedirte de Dorotea cuando terminaste? Pienso en eso porque fue un personaje que tuviste tanto tiempo en la cabeza.

— Podrían volver en cuentos. Podrían volver en otras novelas como personajes secundarios. ¿Así pensás?

— Eso forma parte de un programa literario.

*La entrevista con Mariana Sández

Fuente: telam

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