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20/01/2025

Quién inventó las tarjetas rojas y amarillas en el fútbol y cómo se le ocurrió la idea

Fuente: telam

El creciente juego brusco y un simple semáforo sirvieron de inspiración a su creador. La historia

>Mientras conducía por la calle Kensington, en Londres, el semáforo cambió a rojo y pensó: “Si fuera amarillo, aún podría pasar. Pero al ser rojo, significa que debo detenerme”. Este simple instante, tan cotidiano, fue el catalizador de una idea que cambiaría para siempre el fútbol profesional.

A inicios de la década de 1960, el fútbol se encontraba en un punto crítico. la violencia y la agresividad de algunos jugadores habían alcanzado niveles alarmantes. Debe recordarse que los controles antidoping no existían y se gozaba del beneplácito para incrementar la mayor entrega física y otras cosas más.

Los árbitros, incapaces de controlar las situaciones de manera eficaz, se veían desbordados. Las faltas graves a menudo quedaban sin sanción adecuada, y los partidos se desarrollaban en un ambiente de constante hostilidad.

En dos Copas del Mundo, las de Chile 1962 e Inglaterra 1966, hubo casos emblemáticos que reflejaron esta problemática, ya que jugadores de distintas selecciones se enfrentaron de forma tan violenta que las consecuencias físicas eran casi inevitables.

El fútbol, a lo largo de su historia, fue escenario de momentos de gran emoción, pero también de violencia incontrolable.

Pero este tipo de agresividad no fue exclusivo de ese encuentro. En el partido entre Alemania e Italia, también se registraron episodios de violencia, al igual que en el enfrentamiento entre Checoslovaquia y España, donde el arquero español sufrió una patada en la cabeza que lo dejó inconsciente durante unos minutos.

En el partido entre Argentina y Bulgaria, varios jugadores terminaron gravemente lesionados.

Pero si hubo un partido que dejó una huella imborrable por la brutalidad de su juego, fue el famoso encuentro entre Chile e Italia, conocido como “La Batalla de Santiago”.

La selección chilena se impuso 2-0, pero el encuentro fue severamente criticado por su arbitraje. Kenneth Aston -el mismo que luego tuvo la idea de las tarjetas disciplinarias- estuvo al frente de este partido como árbitro y expresó más tarde que, en lugar de cumplir con las funciones tradicionales de un juez, su rol se convirtió en el de un observador de una batalla campal.

Este enfrentamiento fue un punto de inflexión para Aston, quien, al ver de primera mano la brutalidad de algunos jugadores, entendió que era necesario implementar una solución que pudiera garantizar la seguridad de todos los involucrados.

Tras su retiro del arbitraje en 1963, Aston asumió un rol clave como miembro de la Comisión de Árbitros de la FIFA en 1966, y, poco después, como su presidente entre 1970 y 1972.

Este partido estuvo marcado por tensiones y controversias, pero Aston, con su visión de reformas en el arbitraje, trabajó para asegurar que tales situaciones no se repitieran.

En medio de este ambiente de agresividad, el árbitro alemán Rudolf Kreitlein se encontró ante una situación que marcaría un antes y un después en la historia del fútbol. Durante el encuentro entre Argentina e Inglaterra, Kreitlein expulsó al capitán argentino, Antonio Rattín, en el minuto 36, por protestar una falta. La expulsión fue precedida por una intensa discusión, ya que ni el árbitro hablaba español, ni el jugador argentino dominaba el inglés o el alemán.

Sin embargo, la comunicación fue prácticamente imposible, lo que llevó a Rattín a negarse a abandonar el campo, argumentando que no entendía las instrucciones del árbitro.

Este incidente dejó en evidencia la necesidad urgente de un sistema más claro de sanciones en el fútbol, uno que no dependiera de la comprensión verbal entre los jugadores y los árbitros.

Sin embargo, cuando la furia se apodera de un jugador, es crucial que las reglas estén bien definidas y que las sanciones sean entendidas de inmediato, sin que las barreras idiomáticas interfieran.

En este contexto, Kenneth George Aston, quien en ese momento era responsable de la gestión arbitral de la FIFA, comprendió que debía buscar una solución definitiva para la creciente violencia en los campos de fútbol. Utilizando su capacidad de mediación, Aston logró calmar al capitán argentino y evitar que el partido fuera suspendido.

Al ver cómo los semáforos eran capaces de comunicar, de forma simple pero contundente, la necesidad de detenerse o proceder, Aston comprendió que algo similar podría funcionar en el fútbol.

La tarjeta amarilla advertía al jugador sobre una infracción menor o peligrosa, mientras que la roja se usaba para sancionar faltas graves, expulsando al jugador del partido.

La introducción de las tarjetas ayudó a erradicar la violencia, ya que los jugadores sabían que sus actos tendrían consecuencias inmediatas y visibles. Este pequeño pero trascendental cambio en la dinámica del juego convirtió el fútbol en un deporte más limpio, justo y, sobre todo, respetuoso tanto con los jugadores como con el público.

El sistema de tarjetas amarillas y rojas, fue implementado por primera vez durante el Mundial de México de 1970 y revolucionó el fútbol al proporcionar una forma clara y estandarizada de sancionar disciplinariamente las faltas y las conductas antideportivas en el campo. La introducción de estas tarjetas permitió a los árbitros gestionar de manera más efectiva el comportamiento de los jugadores y garantizar un mayor control sobre los partidos.

Este sistema, que rápidamente se adoptó en todas las competiciones internacionales, tuvo un impacto significativo en el juego, reduciendo los comportamientos violentos y promoviendo el juego limpio.

Aston concibió en su mente una solución brillante que se inspiraría en un elemento tan cotidiano como el semáforo. El colegiado inglés, quien fallecería el 23 de octubre de 2001, a los 86 años, dejó un legado imborrable en el fútbol.

“No existe guion, nunca se sabe cómo terminará, pero lo más importante es divertirse y divertir”, solía decir, reafirmando su pasión por el juego limpio y el respeto en el campo.

Fuente: telam

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