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19/10/2024

En un viaje literario por Noruega, prefiero a Ibsen antes que a Knausgaard

Fuente: telam

El renombrado crítico estadounidense, autor de este texto, relata su viaje por el país escandinavo y repara en dos autores clásicos, siempre vigentes, incluso por encima de cualquier moda pasajera

>“Vivir es luchar contra los trolls”. Cuando escribió esto, o más bien su equivalente en noruego, el dramaturgo Noruega a menudo es fría, gris y bañada por la lluvia, pero cuando mi esposa y yo estuvimos allí, el clima no podría haber sido mejor, ni las personas más acogedoras o, dicho sea de paso, más atractivas y en forma. En nuestros varios hoteles, el desayuno era invariablemente un festín para héroes: huevos, papas, salmón ahumado, salchichas, quesos, yogur, pasteles y café humeante. Nada de esa moderación parisina de solo un demitasse de espresso y un croissant.

Nunca había esperado visitar ninguna parte de Escandinavia hasta que mi esposa, Marian, una conservadora retirada de impresiones y dibujos de la Galería Nacional de Washington, decidió asistir a la conferencia bienal de cinco días de la Asociación Internacional de Historiadores del Papel, que este año se celebró en Oslo. En ese momento, parecía sensato aprovechar al máximo. Pasaríamos dos días en Bergen, luego tomaríamos un ferry a través del espectacular Naeroyfjord, seguido de un viaje en tren a través del país desde Myrdal hasta Oslo.

Como muchos viajeros, siempre intento leer libros ambientados en los lugares que estoy visitando. Así que para ese viaje en tren de cinco horas a Oslo, me acomodé con el drama en verso temprano de Ibsen, Peer Gynt –para el cual Grieg compuso su famosa música incidental– en la traducción al inglés de Christopher Fry y Johann Fillinger. A lo largo de los años, había disfrutado varias de las obras posteriores de Ibsen, todas en prosa, e incluso una vez di clases sobre Casa de muñecas, que causó una gran conmoción cuando se puso en escena por primera vez: termina con la heroína, Nora, dando un portazo cuando abandona a su esposo e hijos para buscar una vida satisfactoria por su cuenta. No es una exageración decir que el drama moderno comienza con ese portazo.

Y eso es exactamente lo que termina haciendo. En el momento en que Peer espera la felicidad doméstica con Solveig, se ve obligado a huir. En el largo cuarto acto de la obra, pasan los años y asumirá muchos roles.

La próxima vez que vemos a Peer, es un hombre de mediana edad navegando en su yate de lujo por el Mediterráneo. El antiguo “Crésus de los comerciantes de Charleston”, ha hecho una fortuna vendiendo personas esclavizadas hasta que compañeros engañosos lo abandonan en las costas del norte de África. En poco tiempo, Peer se reinventa a sí mismo como un sabio profeta árabe antes de que lo engañe de nuevo una astuta bailarina. Poco después, el antihéroe picaresco de Ibsen desembarca en un manicomio de El Cairo. Sus internos, cada uno “encerrado en el barril de sí mismo”, debaten vigorosamente preguntas filosóficas sobre la vida y la identidad.

Como indica ese esbozo en forma de resumen, Peer Gynt es un glorioso revoltijo de travesuras, aventura picaresca y especulaciones filosóficas, así como observaciones impactantes; mi favorita es: “Nos convertimos en nosotros mismos cantando”. Sin embargo, los lectores modernos se sentirán incómodos con Solveig, quien es retratada como una especie de Griselda santa y paciente, contenta de vivir en una cabaña simple durante décadas, nutrida solo por su amor por el errante Peer.

Después de terminar la obra de Ibsen, me pregunté qué leer a continuación: ¿Debería ser uno de los misterios de Jo Nesbo, algo del Nobel del año pasado Jon Fosse, la épica Kristin Lavransdatter, de Sigrid Undset o lo último de Karl Ove Knausgaard? Al final, elegí la traducción de Sverre Lyngstad de la novela semiautobiográfica de Knut Hamsun, Hambre (1890), que se desarrolla en el Oslo del siglo XIX, entonces llamado Kristiania. Un clásico de la literatura noruega, transmite, de manera casi de flujo de conciencia, los pensamientos de un joven sin nombre que lucha por sobrevivir escribiendo ocasionalmente ensayos y artículos para periódicos.

En general, Hamsun presenta la privación como una especie de droga, que infunde una conciencia aguda de uno mismo y del mundo externo. Aunque no es un estilista llamativo, siempre elige el detalle justo para dar vida a una escena: “Caminé hasta la ventana y miré hacia fuera. ... Unos niños jugaban en la acera de abajo, niños mal vestidos en medio de una calle empobrecida. Estaban lanzando una botella vacía de un lado a otro en medio de fuertes gritos”.

Esa última oración transmite su privación con una simplicidad inquietante.

¿Todo esto suena sombrío? Extraño decirlo, pero no lo es. Pocos libros transmiten una mayor sensación de lo que es ser joven y estar vivo.

En 1920, Hamsun fue galardonado con el Premio Nobel, pero ninguna de sus novelas posteriores es ahora tan apreciada como Hambre, Pan y Misterios, sus obras principales de la década de 1890. Notoriamente, apoyó públicamente la ocupación de Noruega por la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial y escapó de la persecución solo después de ser declarado mentalmente incompetente. Sin embargo, las idioteces reprobables de su vida posterior, que han sido abordadas en su país natal y en otros lugares hasta el día de hoy, no han impedido la admiración perdurable tanto de los lectores comunes como de autores compañeros, incluyendo a Thomas Mann, André Gide, Isaac Bashevis Singer y Paul Auster.

Fuente: The Washington Post

[Fotos: Gustav Borgen/Norwegian Ibsen Company; Getty Images]

Fuente: telam

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