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31/12/2025

Las mejores películas de arte de 2025, entre la tradición y la innovación

Fuente: telam

“The Mastermind”, “Blue Moon” e incluso una versión de Hamlet ambientada dentro del videojuego Grand Theft Auto, marcaron un año en que el cine se planteó grandes cuestiones de la creación humana

>La cosecha de películas sobre el mundo del arte en 2025 ha exhibido como nunca antes la tensión entre el deseo de permanencia y el vértigo ante una época de cambios vertiginosos. A través de documentales y ficciones, la industria explora, con una mirada ambivalente y ansiosa, cómo los procesos creativos y los mercados culturales se ven sacudidos por nuevas tecnologías, presiones económicas y dilemas éticos, sin renunciar, pese a todo, a la esperanza de que el arte siga siendo un refugio ante la oscuridad.

En la ficción estadounidense The Mastermind, Kelly Reichardt reimagina la América de 1970 con los ecos de las protestas contra la guerra y el desasosiego de una juventud sin rumbo.

Por su parte, la producción francesa Auction (Subasta) desarrolla una sátira de costumbres en la que el mercado del arte aparece tan distorsionado como la moral de sus protagonistas. Un remate de un cuadro perdido de Egon Schiele hallado en la vivienda de un obrero ofrece a sus personajes, encabezados por Aurora (Louise Chevillotte) y André (Alex Lutz), la posibilidad de confrontar sus valores frente a la ferocidad de las casas de subastas.

En uno de los diálogos más reveladores, André sugiere a Aurora que la labor del subastador no dista tanto de la prostitución, exponiendo las lógicas de poder y seducción vigentes en el entorno artístico.

La revisión de la figura de Thomas Kinkade en el documental estadounidense Art for Everybody, dirigido por Miranda Yousef, ofrece un contra-relato frente al menosprecio institucional hacia el llamado “Pintor de la Luz”.

El documental sostiene una hipótesis contundente: Kinkade anticipó la actual era en la que la identidad artística y la mercadotecnia se confunden, al tiempo que revela el conflicto interno de un hombre consumido por su propia creación.

El film de Ira Sachs se detiene en los instantes cotidianos —llamadas telefónicas, reuniones fortuitas, siestas, sesiones con Allen Ginsberg— y extrae de ellos un testimonio conmovedor acerca del modo en que el arte puede surgir en cualquier momento.

Inspirado en el clásico de Kurosawa, Lee plantea hasta qué punto se ha abierto espacio a los artistas y empresarios afroamericanos y cuestiona si la industria cultural no es, en esencia, un frágil castillo de naipes.

No elude el registro de sus conductas controvertidas, sino que pone en primer plano sus vínculos, la construcción de un culto de la personalidad y el proyecto Pandrogyne, una colaboración de transformación corporal junto a su pareja Lady Jaye. Así, el filme logra enmarcar a P-Orridge como un artista tanto de lo humano como de lo abismal, cuya genialidad se potenció y contradictoriamente se desdibujó en función de su entorno.

Entre los experimentos más arriesgados figura Grand Theft Hamlet, documental dirigido por Sam Crane y Pinny Grylls, que narra el insólito proyecto de montar Hamlet de Shakespeare dentro del universo digital de Grand Theft Auto V. Este videojuego ha superado en ventas los 210 millones de copias y ha generado cerca de USD 8.000 millones, con un mapa que reproduce Los Ángeles casi a escala real.

La propuesta sirve para reflexionar sobre el deseo compulsivo de crear comunidad a través del arte, aun cuando dicha empresa deba enfrentarse a limitaciones técnicas y al desconcierto propio de los entornos virtuales.

La película Blue Moon, dirigida por Richard Linklater con guion de Robert Kaplow, se ubica en la noche de estreno de Oklahoma! en 1943, un hito que marcó el nacimiento de la asociación entre Richard Rodgers y Oscar Hammerstein II, pero también el ocaso del vínculo profesional entre Rodgers y Lorenz Hart.

Ethan Hawke interpreta a un Hart vulnerable, atrapado por su adicción y el anhelo de reconocimiento, mientras Linklater expone con sutileza la fragilidad de las relaciones creativas y el precio de las rupturas en la búsqueda de una voz auténtica.

La película rumana Dracula, dirigida por Radu Jude, emerge como un ejemplo agudo de sátira sobre la apropiación de la inteligencia artificial generativa en el ámbito creativo. A diferencia de otros intentos en los que la IA se ha incorporado de forma accesoria, Jude examina de lleno el costo, a largo plazo, que implica delegar el proceso artístico a algoritmos que imitan y repiten sin reflexión propia.

Fuente: telam

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