19/12/2025
“Mi novio me engañaba con mi hermana y eso fue apenas el comienzo del infierno familiar”
Fuente: telam
Mi historia no fue inocua. No nos liberamos de nuestra infancia; en el mejor de los casos solo aprendemos a vivir con las ruinas
>Cuando descubrí que las actitudes extrañas de mi novio se debían a que él estaba saliendo de forma clandestina con mi hermana, creí que me moría. Aunque también sentí alivio: al fin y al cabo, eso significaba que yo no estaba loca. No veía fantasmas inexistentes. La verdad nos hace libre. Y nos devasta.
Mi tía, que vivía a más de mil kilómetros, me recibió en su casa. Con apenas diecisiete años, me instalé con ella para tener alguna paz e intentar terminar el colegio.
—Tengo que decirte algo.
—Vos no sos hija de tu padre.
—Dos de tus hermanas tampoco.
Con el tiempo me enteré de que solo mi hermana mayor, la que se había quedado con mi novio, era hija biológica de mis padres. La siguiente y yo éramos hijas de un (¿ex?) amigo de mi papá, compañero de trabajo, y la más chica era hija de otro hombre, el único que cuando mi madre quedó embarazada quiso que estuvieran juntos, darle su apellido a la bebé, intentar construir algo parecido a una familia normal. No pudo. Mi mamá se negó.
Ahora, en retrospectiva, entiendo casi todo. Las infinitas infidelidades de mi madre de las que fui testigo y que me rompían el corazón. Todas las noches que le pedí a Dios que me llevara de este mundo porque no quería volver a despertarme. Cuando a los doce años la confronté por estar con otros hombres, y como a su criterio yo ya era grande, me explicó que era porque a mi padre no se le paraba. Algo espantoso para compartir con un hijo, que por otra parte el tiempo desmentiría cuando mi padre se casó con una mujer más joven y tuvieron una hija. Otra media hermana.
Seguí peleando y hoy tengo un buen compañero, con el que no tenemos hijos. A veces pienso en esa posibilidad, pero no es fácil después de haber vivido semejante infierno familiar siendo chica. Tiemblo de solo pensar que podría repetir alguna conducta de mis padres.
Sin embargo, mi historia no fue inocua. No nos liberamos de nuestra infancia; en el mejor de los casos solo aprendemos a vivir con las ruinas.
Entre las aventuras de mi madre y esa violencia física y emocional que podía estallar en cualquier momento sin que lográsemos hacer nada para evitarlo, siempre sentí que nuestra casa se parecía más a un campo minado que a un hogar. A cada paso podíamos volar por los aires y perder una pierna, un ojo, o la vida.
Durante años me enojé mucho con mi enfermedad. No entendía que ese orden excesivo era mi refugio. Me protegía del caos en el que vivíamos, me ponía a salvo en medio del infierno que era mi casa.
Mi enfermedad me dañó, pero también me salvó. Me permitió sobrevivir. Si mi casa era un territorio en guerra, esa enfermedad se convirtió en el lugar seguro para protegerme de las bombas que podían estallar en cualquier momento, en cualquier lugar.
Es difícil sanar en el mismo lugar que nos enferma.
*Juan Tonelli es escritor y speaker, autor del libro “Un paraguas contra un tsunami”. www.youtube.com/juantonelli
Fuente: telam
Compartir
Comentarios
Aun no hay comentarios, sé el primero en escribir uno!



