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16/12/2025

Rob Reiner dejó claro en qué creía, dentro y fuera de la pantalla

Fuente: telam

En películas como “Cuestión de honor”, las ideas del director sobre justicia y moral se expresan de la manera más explícita posible. Ese es su legado

>En la última escena del drama judicial Cuestión de honor(1992), dos marines, Dawson y Downey, acaban de ser absueltos de los cargos de asesinato y conspiración. Admitieron su participación en la muerte de su compañero Willy, quien falleció durante un violento castigo extrajudicial que, según ellos, llevaron a cabo por orden de su oficial al mando. A pesar de esa absolución, han sido declarados culpables de conducta impropia de un marine y serán dados de baja deshonrosamente. Atónito, Downey protesta que su coronel acaba de admitir que les ordenó hacerlo. “¿Qué hicimos mal? ¡No hicimos nada malo!”, dice.

Es uno de esos momentos en los que se enuncia la tesis, tan comunes en los dramas judiciales clásicos, donde la lección de lo que hemos visto se expresa claramente, por si acaso se nos pasó por alto. Eso puede manejarse de manera torpe —y Aaron Sorkin, quien escribió el guion de Cuestión de honor, ha tenido algunos tropiezos en su carrera—, pero en esta película funciona a la perfección. Se siente sincero y natural. No tengo ninguna duda de que Rob Reiner, quien murió junto a su esposa, Michele Singer Reiner, el domingo, es la razón. Como director, logra que el momento impacte, y también era conocido por trabajar estrechamente con los guionistas en las revisiones del libreto. Pero quizá lo más importante es que ese momento parece encapsular algo clave de quién era Reiner: su impulso de toda la vida por trabajar en las causas en las que creía.

Desde el inicio de su carrera, Rob Reiner estuvo asociado a esas complejas cuestiones morales y éticas. Se hizo un nombre interpretando a Michael Stivic, también conocido como Meathead, el yerno de ideas progresistas en la comedia Mi Familia. Las discusiones del personaje con su suegro racista, Archie Bunker, abordaban temas sociales contemporáneos y la brecha generacional, no siempre en términos de blanco y negro.

Tan celebrado y exitoso como artista, también fue un activista inusualmente eficaz. A diferencia de algunos en Hollywood que simplemente se pronuncian en redes sociales o llevan un pin en la solapa por una causa, él invirtió tiempo, recursos y su propia reputación en causas y construyó un historial de resultados. Todo ese activismo, en temas como el matrimonio igualitario o el medio ambiente, lo convirtió en un blanco frecuente, tanto de los conservadores como de South Park, donde fue retratado como un hipócrita corpulento. “Rob Reiner era simplemente un gran objetivo”, dijo el cocreador del programa, Matt Stone, en una entrevista en 2006.

Pero parecía no dejarse intimidar, y parte de su política apareció explícitamente en su arte. Su drama Conmoción y pavor (2017), sigue a un grupo de periodistas de la empresa periodística Knight Ridder que investigan la justificación de la invasión de Irak por parte del gobierno de Bush en 2003. Un documental reciente que produjo, God & Country, exploró el surgimiento del nacionalismo cristiano en Estados Unidos y sus vínculos con la política de extrema derecha.

Sin embargo, es realmente en películas como Cuestión de honor donde puede verse brillar su idea de lo que significa la verdadera bondad: no se trata de hacerlo todo perfecto, ni de arreglar el mundo, sino simplemente de enfrentarse a los poderosos que dañan a los débiles. ¿Idealista? Por supuesto. Pero el mismo sentimiento aparece de nuevo en otra colaboración entre Reiner y Sorkin, Mi querido presidente, que influyó directamente en la serie de televisión de Sorkin The West Wing. En películas como Cuestión de honor y Mi querido presidente, e incluso en una fantasía como La princesa prometida, el sentido de justicia de Reiner se percibe claramente. Defender al más débil, te beneficie o no, es lo más noble que uno puede hacer.

Fuente: The New York Times

Fuente: telam

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