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16/12/2025

Las canas no son solo signo de la edad: serían también una expresión natural de defensa contra el cáncer

Fuente: telam

Una investigación de la Universidad de Tokio observó que los mismos factores que provocan daño celular y pueden derivar en tumores activan una vía protectora que detiene la producción de pigmento en el pelo. Los detalles

>Un estudio liderado por científicos de la Universidad de Tokio propuso que el cabello canoso no solo marca envejecimiento, también puede reflejar una respuesta defensiva del organismo frente al daño genético que favorece el desarrollo de cáncer.

Con el paso de los años, esa capacidad disminuye y el cabello pierde color. Lo novedoso del estudio fue mostrar que este proceso no siempre responde solo al desgaste del tiempo, sino también a un sistema de control biológico que protege al organismo.

Es una especie de agotamiento llamado senescencia celular. Es un límite al número total de divisiones por las que puede pasar una célula, y parece ser un mecanismo anticancerígeno para evitar que los errores genéticos aleatorios adquiridos con el tiempo se propaguen incontrolablemente”, explicó Dot Bennett, bióloga celular de City St George’s, Universidad de Londres, que no participó en el estudio.

Cuando las células madre de melanocitos sufren roturas dobles en el ADN, se activa un proceso denominado seno-diferenciación. Este mecanismo, mediado por la vía de señalización p53-p21, fuerza a las células a madurar y perder su capacidad de autorrenovarse. Al desaparecer esa reserva celular, el cabello se vuelve gris. Desde el punto de vista del organismo, esta pérdida cumple una función protectora, ya que elimina células con potencial dañino antes de que puedan transformarse en cancerosas.

El estudio mostró un contraste inquietante cuando el daño genético provino de ciertos carcinógenos químicos o de la radiación ultravioleta B. En esos casos, el mecanismo de senescencia no se activó. Por el contrario, las células madre conservaron su capacidad de dividirse y de producir pigmento, lo que permitió que el cabello mantuviera su color.

A largo plazo, ese aparente beneficio estético tuvo un costo biológico: la replicación de ADN dañado favoreció la expansión clonal de células alteradas y aumentó el riesgo de cáncer, como el melanoma.

La misma población de células madre puede tomar caminos opuestos, agotarse o expandirse, según el tipo de daño y las señales del entorno”, afirmó Emi Nishimura, autora principal del estudio, citada por la propia Universidad de Tokio. La investigadora sostuvo que este hallazgo obliga a repensar la relación entre envejecimiento y cáncer, dos procesos que durante décadas se estudiaron como fenómenos separados.

Los autores del estudio remarcaron que este fenómeno no implica que las personas con canas estén protegidas contra el cáncer. El encanecimiento refleja la activación de un mecanismo, no una garantía absoluta. Sin embargo, sugiere que el cuerpo cuenta con sistemas de control que, cuando funcionan correctamente, limitan la proliferación de células dañadas. El problema surge cuando esas vías se bloquean o fallan, ya sea por factores ambientales o por señales anómalas del entorno celular.

El vínculo entre envejecimiento, destrucción celular selectiva y cáncer se manifestó a nivel molecular. La investigación identificó rutas bioquímicas que inclinan la balanza entre la eliminación de células peligrosas y su expansión desordenada. En ese equilibrio delicado, procesos como la senólisis, que promueve la eliminación controlada de células envejecidas o dañadas, aparecen como un componente central de la defensa del organismo.

Los científicos dedicaron 8 años a reconstruir este mapa de decisiones celulares. Utilizaron modelos animales para simular tanto el envejecimiento normal como la exposición a agentes carcinógenos. Los resultados mostraron que la seno-diferenciación funciona como un freno natural frente al daño genético, mientras que su bloqueo abre la puerta a la acumulación de mutaciones y al desarrollo de tumores.

El siguiente paso, según los especialistas, consiste en trasladar estas observaciones al cabello humano. Aunque los mecanismos básicos se conservan entre mamíferos, aún falta confirmar cómo operan estas rutas en personas y qué factores ambientales o genéticos influyen en su activación. Comprender estas diferencias resulta clave para evaluar posibles aplicaciones clínicas.

Por ahora, el estudio invita a mirar las canas con otros ojos. Lo que durante años se interpretó como un símbolo inevitable del envejecimiento podría ser también la huella visible de una batalla microscópica en la que el organismo intenta protegerse.

Fuente: telam

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