13/12/2025
La monumental obra de ingeniería argentina que cautivó al mundo: un Presidente poco federal, dos gobernadores hartos y un río bravo
Fuente: telam
El túnel subfluvial que une Paraná y Santa Fe fue la solución que encontraron dos provincias para mejorar su conexión a pesar del desdén que recibían de parte del Estado nacional
>La Mesopotamia, esa porción argentina hecha de Misiones, Corrientes y Entre Ríos, era un “escudo” protector de todo el resto del territorio nacional. Así eran vistas esas provincias en las que, cuanto más al norte, más roja se pone la tierra: un posible dique de contención ante un eventual enfrentamiento bélico con Brasil.
El siglo XX avanzaba y, aunque el peligro de una contienda bélica se alejaba cada vez más, esa región seguía demasiado desconectada de los territorios vecinos más importantes. Había una demanda urgente a ambos lados del río Paraná: unir la capital entrerriana, que lleva el mismo nombre que el río, con Santa Fe, también capital provincial, de la manera más ágil posible.
La necesidad de vincular las dos orillas de la manera más eficaz posible había empujado un primer proyecto ya en 1911. Se proponía un puente ferro-automotor-peatonal que uniera Paraná y Santa Fe, pero nadie atendía las plegarias de los mesopotámicos ni de los santafesinos.
La balsa más moderna de la primera mitad del siglo XX era “La Maroma” y permitía concretar el cruce en alrededor de 50 minutos. Había sido una mejora considerable respecto de otras balsas, que se tomaban dos horas para unir las dos orillas.
Con el correr de las décadas, distintos ingenieros presentaron proyectos para acercar Paraná y Santa Fe de alguna forma inédita. La década del 50, con propuestas de profesionales como Luciano Micheletti, Carlos Laucher, Ernesto Altgelt y Corrado Vittori, revitalizó la posibilidad de que finalmente se llevara a cabo la gran obra de infraestructura.
Esa insistencia hizo que en 1956, la construcción de la obra se declarara de interés nacional y que en 1957 se abriera la licitación para llevarla a cabo. Pero la sucesión de dictaduras y cortos gobiernos democráticos así como la falta de apoyo de parte de otras provincias hicieron que la obra nunca empezara.Las promesas incumplidas terminaron por agotar la paciencia de Raúl Uranga, gobernador de Entre Ríos hacia fines de los años cincuenta, y de Carlos Sylvestre Begnis, su par santafesino. Hartos de que el Estado nacional desoyera sus urgencias y les prometiera que pronto empezarían las obras, decidieron tomar el proyecto en sus propias manos, algo muy poco habitual no sólo por cuestiones económicas sino también de jurisdicción.Es que la jurisdicción del espacio aéreo en el que se podría construir un eventual puente dependía de la Nación. Pero el fondo del río era de jurisdicción provincial. “El río es nuestro”, dijo Begnis a la prensa cuando, junto a Uranga, anunciaron cuál sería la solución pergeñada entre ambas provincias: un túnel subfluvial que cruzara el Paraná.
Esa obra se llevó a cabo a partir de un proyecto de ingeniero concebido por la firma argentina SAILAV S.A. La ejecución estuvo a cargo de la empresa alemana Hochtief AG y la italiana Viannini SPA se hizo cargo del dragado de las aguas del río.
El titular del Poder Ejecutivo de la Nación usó su discurso para hablar exclusivamente de la política exterior del país. Se refirió a la Guerra Fría, a Fidel Castro y a la autodeterminación de los pueblos. Defendió la abstención argentina en una votación que se había llevado a cabo poco antes en una cumbre de la Organización de los Estados Americanos. En esa asamblea, Argentina no apoyó la moción de expulsar a Cuba del organismo regional, una postura que se extendía entre los distintos estados.
Una vez más, el federalismo quedaba relegado en una jornada en la que algunos aviones sobrevolaron el lugar sin que se los esperara. Algunos lo consideraron un aviso sobre el golpe militar que derrocaría al Presidente a fines de marzo de ese año, apenas unas semanas después.
Las obras para construir el túnel subfluvial empezaron en 1963 pero hasta 1966 sólo se había concretado el 20% del proyecto. En ese momento, la construcción quedó paralizada, pero fue reimpulsada luego por Ricardo Favre, interventor de Entre Ríos durante la dictadura que encabezó Juan Carlos Onganía. En tres años se completó el 80% restante del proyecto.La construcción de los tubos se llevó a cabo en una especie de “isla temporal” que se montó en el río para esos fines: un rectángulo de 185 metros de largo, 40 metros de ancho y 14 de profundidad cercano a la orilla del lado de Paraná. Cada tubo mide unos 65 metros de largo y casi 11 de diámetro, y pesa alrededor de 5.000 toneladas.
De esa manera, eran remolcados hasta el lugar de colocación, se llenaba el rectángulo con agua y eran guiados y colocados en el lecho del río, a unos 30 metros de profundidad.
Es bravo el río Paraná. La velocidad de su corriente es más alta que la de muchos otros. Durante la construcción del túnel, los buzos que trabajaban a 30 metros de profundidad se enfrentaban a esa fuerte correntada, que desmoronaba las paredes de la zanja excavada para hacer pasar por allí el túnel. A la fuerte correntada se sumaba otra dificultad: la arena del lecho del río era demasiado fina, lo que hacía aún más frágiles las paredes de la zanja.Finalmente, el túnel subfluvial se inauguró el 13 de diciembre de 1969, hace exactamente 56 años. El presidente de facto de ese entonces, Onganía, encabezó el acto inaugural de la obra. Originalmente se llamó Túnel Subfluvial “Hernandarias”, un homenaje a Hernando Arias de Saavedra, que había sido el primer gobernador criollo del Río de la Plata.
El monumental túnel tiene una longitud total de 2.937 metros y, de ese total, 2.397 son el tramo entubado. La parte más profunda del recorrido alcanza los 32 metros bajo el nivel del río y, con una calzada de casi ocho metros de ancho, es una vía de doble mano. Se estima que por día cruzan entre 8.000 y 12.000 autos, una cifra que se eleva durante los fines de semana y feriados: puede alcanzar un uso de hasta 15.000 autos diarios.
El aire dentro del túnel subfluvial se renueva cada 3 o 4 minutos, de acuerdo a lo que indiquen los medidores de monóxido de carbono. Un sistema de ventilación forzada permite regular el caudal según la concentración de gases y la visibilidad que haya dentro.Un centro de monitoreo controla constantemente que la capa de arena que cubre el túnel sea de al menos de tres metros, lo que lo mantiene “fijado”. Cuando el Paraná crece, los controles se intensifican para que ninguna correntada complique la operación del túnel.
El proyecto tardó décadas en concretarse. Y el Estado nacional subestimaba la necesidad de la Mesopotamia de dejar de ser un supuesto “dique de contención” ante una guerra que se alejaba como posibilidad real, para convertirse en una región verdaderamente comunicada con el resto del país.
Fuente: telam
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