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12/12/2025

Una aparición que se volvió centro de devoción, moviliza a millones y es ícono de la identidad mexicana: la Virgen de Guadalupe

Fuente: telam

Cada 12 de diciembre una multitud de fieles se lanza a las calles para rendir homenaje a esa representación mariana y al enigma que le dio origen. Es la celebración de una historia en la que se funden la fe indígena y la católica, la ciencia y el mito, la arquitectura moderna y la memoria colonial; en la que todo el que llega se transforma

>Cada año, el 12 de diciembre, México se desborda en una oleada de devoción religiosa. En esa jornada especial, innumerables personas, contando por millones, inundan las vías públicas para rendir homenaje a la Virgen de Guadalupe, así como al enigma que la hace singular entre las advocaciones marianas: la representación de Nuestra Señora impresa milagrosamente en la tilma, una capa o manto tradicional de Juan Diego.

Su sitio sagrado estaba en el Tepeyac. Durante la conquista española, su templo fue demolido y remplazado por una ermita cristiana, iniciando un sincretismo entre creencias indígenas y colonizadoras. El sábado 9 de diciembre de 1531, un nativo chichimeca llamado Cuauhtlatoatzin (“el águila que habla” en náhuatl), bautizado como Juan Diego, caminaba a Tlatelolco. Al bordear el cerro del Tepeyac, ocurrió la primera aparición de la Virgen María, quien se presentó como >El prelado ordenó una ermita mayor, donde Juan Diego vivió custodiando la tilma, en la actual “capilla de los indígenas”. Murió en 1548 a los 74 años, canonizado en 2002 por Juan Pablo II. En 1666, se pidió festividad y misa para Nuestra Señora de Guadalupe, trasladando la fecha del 8 al 12 de diciembre, última aparición. Bajo Benedicto XIV, la Congregación de Ritos ratificó las apariciones y aprobó misa y oficio para esa fecha. En 1895, se coronó canónicamente en México. En 1910, Pío X la nombró patrona de América; en 1945, Pío XII, “Emperatriz de las Américas”.

Con los siglos, México se identificó con la aparición del Tepeyac. La imagen fue estandarte en la independencia: el cura Miguel Hidalgo, con Allende y Aldama, el 16 de septiembre de 1810, tocó campanas en Dolores, gritando: “¡Viva nuestra madre santísima de Guadalupe… viva la América y muera el mal gobierno!“, enarbolando un lienzo guadalupano como emblema insurgente.

La primera mención por escrito de la aparición se relata en el “Nican mopohua” (“aquí se relata”), parte de “Huei tlamahuiçoltica” (“El gran suceso”). Título náhuatl: >Pero acá viene otro tema extraño: ¿por qué se llama “Guadalupe” siendo este un término árabe y ya perteneciente a una devoción de la Virgen María en España? “Guadalupe” deriva de árabe “Wādi al-lub” (“río de lobos”), ligado a Virgen Negra en Extremadura, España. Virgen habló náhuatl: “coatlaxopeuh” (“quatlasupe”: “coa”=serpiente, “tla”=la, “xopeuh”=aplastar). Españoles oyeron “Guadalupe”, influenciados por la devoción extremeña, región de donde provenía el conquistador Hernán Cortés.

Para los católicos, la imagen del Tepeyac es amor maternal en tela humilde. Palabras en náhuatl: “Cuix amo nican nica nimonantzin? Cuix amo nocehuallotitlan, necauhyotitlan in tica? Cuix amo nehuatl in nimopaccayeliz? Cuix amo nocuixanco nomamalhuazco in tica? Cuix oc itla in motech monequi?” (“¿No estoy aquí yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría?). Con la expansión temprana de la devoción, la primera estructura que se levantó fue una pequeña ermita modesta, casi improvisada, capaz de albergar a unos pocos fieles pero la afluencia creció con rapidez. A mediados del siglo XVI se hace necesario construir un templo más formal: surge así la primera basílica, concluida en 1709, una obra monumental para su época, levantada con piedra volcánica, cúpulas barrocas y un retablo central dedicado a la imagen guadalupana.

Hacia 1974 se inició la construcción del nuevo templo. El arquitecto Pedro Ramírez Vázquez —el mismo del Museo Nacional de Antropología y del Estadio Azteca— imaginó una estructura circular, sin columnas internas, que permitiera a los fieles ver la imagen desde cualquier punto del recinto. La Basílica moderna, inaugurada en 1976, tiene capacidad para diez mil personas y recibe cada año a más de veinte millones de visitantes. La tilma de Juan Diego se exhibe detrás de un cristal blindado y puede observarse desde unas bandas móviles que trasladan al público sin aglomeraciones, uno de los pocos sistemas de transporte del mundo diseñados exclusivamente para mirar una imagen religiosa.

Existen análisis fotográficos e infrarrojos —realizados durante el siglo XX por académicos de distintas disciplinas— que sugieren que la superficie carece de pinceladas identificables, algo inusual para cualquier pintura tradicional de la época. Otros sostienen que la imagen muestra una técnica mixta difícil de clasificar con la tecnología disponible entonces. La Iglesia, por su parte, ha sido cauta: no afirma un origen sobrenatural, pero mantiene que el objeto es auténtico dentro de su tradición.

Otro dato frecuentemente mencionado es que los pigmentos mantienen una estabilidad cromática inusual. En un tejido de ayate, sometido a luz, humedad y contaminación, sería esperable una degradación acelerada. Sin embargo, el colorido permanece sorprendentemente uniforme. Estudios posteriores han señalado que los tonos parecen integrados a la fibra más que adheridos a la superficie. Y si puede ser estos detalles a simple vista, las partes agregadas para “hermosear a la imagen”, como ser los rayos y la medialuna, denotan perdida de pigmentación y costras por sequedad; el resto del ayate sigue con los colores intactos, pero es de destacar que, si bien es llamativo, nada de esto prueba un origen milagroso; tampoco permite descartarlo para quienes creen. Pero sí confirma que la tilma es un objeto extraordinario desde cualquier perspectiva estética, histórica o cultural.

En el Tepeyac conviven la fe indígena y la católica, la ciencia y el mito, la arquitectura moderna y la memoria colonial. Nadie sale de allí igual: algo pesa en el ambiente, una mezcla de historia y creencia que se adhiere a quien llega, incluso al que entra por curiosidad.

Fuente: telam

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