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08/12/2025

Toques, lujos y el único fanático de Argentinos Juniors que viajó: a 40 años de la mejor final de la historia de la Copa Intercontinental

Fuente: telam

El partido entre el Bicho y la Juventus sigue siendo recordado cuatro décadas después. Los detalles de aquel encuentro histórico

>Ya sé que las normas están para cumplirse. Para algo se hacen. ¿O no? Pero aquella vez, tendrían que haber hecho una excepción. Algo que pusiese un paréntesis. Único, irrepetible, inédito. Una reunión de suma urgencia de los directivos de FIFA al borde del campo de juego. Ya sé que el reglamento del fútbol establece que en una final tiene que haber un ganador. Esa tarde lluviosa de Tokio, nuestra agradable madrugada del domingo 8 de diciembre de 1985, ameritaba el asterisco para que los dos fuesen los campeones de la Copa Intercontinental. Argentinos Juniors no merecía perder. No en el simplismo del resultado. Iba más allá. Ese equipo nos había reencontrado con la esencia del juego más maravilloso. Su gesta fue tan grande, que, aún derrotado, lo estamos evocando 40 años más tarde.

Fue una hermosa costumbre futbolera que arrancó con Independiente el año anterior, prosiguió allí con Argentinos Juniors y tendría continuidad doce meses más tarde con River. Había que aguantar hasta la medianoche, para sentarnos frente al televisor. Aquella vez, pusimos Canal 13 y, como era un clásico, sonó “Handicap March”, la cortina que acompañaba las transmisiones de fútbol desde fines de los ’70. En los relatos y comentarios hubo una excelente dupla como lo era la que conformaban Carlos Asnaghi y Julio Ricardo.

Argentinos Juniors venía embalado. Con justicia, había sido campeón de los dos últimos torneos locales y de la Copa Libertadores, en tres finales ardientes con América de Cali, levantando el trofeo recién en la definición por penales del desempate en Asunción. Una escuela de fútbol que aprobó todas las materias. Porque el cuadro de La Paternal trae desde la cuna, ese respeto por la pelota, ese intento de pulcritud innato de quienes nacen sabiendo qué hacer con ella.

Hace 40 años era una verdadera travesía llegar hasta Japón. A la delegación de Argentinos Juniors le insumió más de 30 horas, con escalas en Río de Janeiro y Los Ángeles, hasta arribar el martes 3. Todos estaban uniformados del mismo modo: saco azul, camisa celeste, corbata colorada, pantalón gris y zapatos negros. Una vez instalados, comenzaron las prácticas, que fueron livianas, para ir aclimatándose. En una de ellas, luego de trabar fuerte, los dos más pibes, Borghi y Corsi, cruzaron algunos golpes de puño. Rápidamente fueron separados por sus compañeros y la historia concluyó allí. Un día antes, se realizó la recepción en la embajada argentina. Todo en un tono cordial, sin levantar el perfil. Al estilo de aquel plantel.

“Por supuesto que ir a la cancha, en el estadio Nacional de Tokio, fue una emoción tremenda para él -continúa Víctor- porque siempre decía que iba a dar la vuelta olímpica de rodillas. Íbamos ganando 2-1 y comenzó a bajar en dirección al campo para cumplir con su objetivo, cuando llegó el empate. Tenía una gran relación con todos los integrantes del plantel, sobre todo con Claudio Borghi y Renato Corsi, que eran los más pibes y lo querían como a un tío. Ambas delegaciones estaban hospedadas en el mismo hotel (Tokio Prince) y se dio el gusto de sacarse una foto con Michel Platini. Para mi viejo fue una experiencia única, porque había nacido en el barrio y siempre fue un tipo muy querido en el club. Y con los integrantes de ese plantel forjó una relación para toda la vida”.

Un párrafo aparte configura el Bichi Borghi. Talentoso, clarividente, magnético para los que lo observaban, traía desde la cuna el ADN de los Bichitos. Sobresalía por sus rabonas, únicas e inolvidables, pero era mucho más que eso. La venta de Pedro Pasculli al Lecce a mitad de año, le dio la posibilidad de afirmarse como titular. Aquel partido en Tokio fue consagratorio. Mereció los más grandes elogios por una actuación descollante. Estaba claro que sería su plataforma de lanzamiento. Sin embargo, fue un espejismo. A partir de allí, salvo algunas excepciones, comenzó su declive, entre situaciones personales y falta de confianza, se fue diluyendo, pasando por más de 10 equipos en pocos años, dejando la sensación, inequívoca, de un eslabón perdido.

Unos minutos más tarde se dio una jugada clave, que pudo ser el 2-0 y terminó en el empate, en una ráfaga. Claudio Borghi tomó la pelota saliendo del círculo central y fue eludiendo rivales de manera notable para ceder a Ereros, dentro del área recostado sobre la izquierda. La paró y enseguida cruzó el balón para Pepe Castro, quien convirtió ingresado por el otro sector. Un golazo. Pero fue anulado por off side. En la contra, un largo pelotazo cayó en el área de Argentinos Juniors y Jorge Olguín le cometió penal a Aldo Serena. El más sereno fue Platini, que la ubicó con maestría en un rincón.

“Labor consagratoria de Claudio Borghi”, dijo Julio Ricardo en la transmisión de canal 13. Y el Bichi sacó un conejo más de la galera a los 30 minutos. Aceleró desde la mitad de la cancha y le puso una pelota perfecta a Castro entrando por la derecha. Pepe se abrió apenas, para tener más ángulo y la clavó cruzada, con su habitual calidad. “Argentinos Juniors acaricia la Copa Intercontinental,” cerró su relato Carlos Asnaghi. Y era lo que todos sentíamos en esa madrugada de domingo ya avanzada.

Enfrente había un grande que no se iba a dar por vencido. Salió con todo en busca del empate, mientras los Bichitos no perdían su línea de toque. Cuando solo faltaban 8 minutos, Laudrup tomó la pelota fuera del área y se la dio a Platini, quien más que una asistencia le cedió una delicadeza en forma de pared. Un mágico toque de primera, que el danés concluyó en la red tras eludir a Vidallé.

El 2 a 2 tenía las dos caras de la moneda: premio para las ganas de la Juventus y castigo para un Argentinos que merecía la ventaja que había obtenido. El alargue trajo más cansancio que claridad, como si ambos hubiesen dejado todo (que fue mucho) en los 90 reglamentarios. La esperanza de Argentinos Juniors ahora dependía de los penales, instancia que le había permitido alzar la Copa Libertadores 45 días antes.

Nos quedamos un rato frente al televisor. Con el desconsuelo como compañía. Ese Argentinos Juniors no merecía quedarse sin el trofeo. Pero el fútbol es maravilloso. Por eso nos permite recordarlo 40 años después, por haber protagonizado la mejor final de la historia de la Copa Intercontinental. Esa que mereció el guiño, la excepción. La que reclamaba que todos se hicieron los distraídos para consagrar a los dos como campeones del mundo.

Fuente: telam

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