06/12/2025
La historia del canelazo: la bebida andina ícono de las fiestas de Quito
Fuente: telam
Este trago caliente pasó de ser un remedio casero colonial a convertirse en un símbolo cultural de la capital ecuatoriana
>El aroma dulce y especiado de la canela se vuelve parte del aire en Quito cada diciembre. En las noches frías que anteceden a la celebración de la fundación de la ciudad, el humo que se eleva desde ollas metálicas en calles, plazas y chivas anuncia una de las señales inequívocas de las Fiestas de Quito: el canelazo. Más que un trago caliente, es una marca cultural que sobrevive al paso del tiempo y que condensa, en un vaso pequeño, un fragmento de la memoria urbana. Aunque hoy acompaña desfiles, verbenas barriales y recorridos nocturnos, el canelazo tiene una historia larga que conecta la cocina popular colonial con la modernidad festiva quiteña.
Ese brebaje, que reconfortaba a la población en un clima frío y húmedo, era un recurso de las casas más humildes, donde la canela importada y el azúcar eran productos costosos y se usaban con moderación. Con el tiempo, la receta incorporó aguardiente de caña, un licor que se producía en los alrededores de la Audiencia, y el resultado fue una versión más fuerte de ese té especiado. En la época, se la conocía también como “agua gloriada”, un término que aludía a su efecto cálido y, según quienes la bebían, casi espiritual.
Las primeras referencias periodísticas detallan que su mezcla, de aguardiente, azúcar y canela caliente, se servía en pequeños recipientes y funcionaba como un antídoto natural contra la sensación de frío de la ciudad. En La Ronda, una de las calles bohemias más antiguas de Quito, se convirtió en compañero habitual de noches de música y anécdotas. Para entonces, el canelazo ya se había convertido en un elemento de sociabilidad: se bebía despacio, se compartía y generaba un espacio íntimo entre quienes lo probaban.
El canelazo no solo sobrevivió al tiempo, sino que expandió su significado. En Quito, ofrecer un canelazo es un acto de hospitalidad. En fiestas barriales, vigilias culturales o reuniones informales, la bebida actúa como un puente social: invita a quedarse, a conversar y a celebrar. En las Fiestas de Quito, su presencia se vuelve masiva. En los pregones, las chivas que recorren las calles del Centro Histórico, las verbenas populares y los eventos públicos, el canelazo acompaña la música, los juegos pirotécnicos y los bailes. Las tradicionales chivas —hoy adaptadas al turismo interno— lo sirven a bordo mientras los pasajeros cantan pasacalles y recorren la ciudad iluminada. El trago funciona como una especie de contraseña cultural que anuncia que el espíritu festivo está en marcha.
En los últimos años, la bebida comenzó a alcanzar reconocimiento internacional. Plataformas gastronómicas –como TasteAtlas y Cookly– la han incluido entre los mejores cocteles calientes del mundo, destacando su origen andino y su permanencia en la vida social ecuatoriana. Para los quiteños, ese reconocimiento funciona más como una reafirmación que como una novedad: el canelazo lleva décadas ocupando un lugar simbólico en la celebración de diciembre, y permanece allí incluso en un contexto urbano que ha cambiado con rapidez.La expansión del canelazo también ha generado variaciones. En algunos barrios y localidades de los Andes ecuatorianos se incorporó naranjilla, una versión frutal más ácida y de color anaranjado. Otras adaptaciones incluyen mora, limón o infusiones adicionales, aunque ninguna de estas variantes ha reemplazado al canelazo tradicional. Entre quienes prefieren evitar el alcohol, se popularizaron versiones sin aguardiente o “sin piquete”, que conservan la esencia aromática de la bebida original.
Fuente: telam
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