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11/11/2025

El explorador que se convirtió en el primero en pisar las Islas Aurora: de investigar un “lugar fantasma” al reclamo de soberanía

Fuente: telam

Hace 70 años, el glaciólogo platense Mario Giovinetto confirmó la existencia de estas misteriosas islas del Atlántico Sur. Su hallazgo, en 1955, marcó un hito en la exploración polar y muy pocos volvieron a repetir su hazaña

>Durante siglos, las Islas Aurora fueron poco más que una leyenda náutica: un punto borroso en los mapas, Con apenas 22 años y una curiosidad insaciable por los confines del planeta, Giovinetto despegó en un helicóptero del ARA Bahía Aguirre y se convirtió en el primer ser humano en pisar esas rocas perdidas.

Su arribo marcó el fin de una incertidumbre geográfica que llevaba más de dos siglos. Aquella mañana ventosa de la campaña antártica argentina de 1955-1956, la ciencia nacional selló un descubrimiento que aún hoy refuerza la presencia argentina en el Atlántico Sur.

Su extensión total apenas alcanza 0,2 kilómetros cuadrados, lo que las vuelve casi imposibles de distinguir a simple vista. El clima es feroz: vientos constantes, oleajes violentos y nieblas densas. Por eso, durante siglos, su existencia osciló entre el mito y la realidad.

Mario Giovinetto nació en La Plata en 1933. Fascinado desde joven por los glaciares y los climas extremos, comenzó a trabajar en investigaciones sobre regiones polares en 1952. Su vocación científica lo llevó al Instituto Antártico Argentino, donde cumplió su servicio militar y se formó como glaciólogo y climatólogo.

Giovinetto se ofreció como voluntario para descender en las coordenadas inciertas donde aparecían las “Aurora Rocks” en los mapas. Aquel descenso en helicóptero no duró más que unos minutos, pero fue suficiente para romper un mito cartográfico de casi 200 años.

El joven argentino tomó muestras de roca, documentó la posición exacta y dejó constancia de la existencia del conjunto. En sus notas de campaña describió el paisaje como “un desierto de piedra y espuma, sin vegetación, apenas un eco de la soledad marina”.

La de las islas Aurora es una historia de fantasmas. Durante los siglos XVIII y XIX, los navegantes aseguraban haberlas visto al amanecer y haberlas perdido al caer la tarde. La combinación de mareas extremas, reflejos del sol y formaciones de hielo flotante generaba ilusiones ópticas. En varias ocasiones, expediciones europeas que intentaron localizarlas regresaron sin éxito.

Desde entonces, el conjunto de Rocas Cormorán y Roca Negra figura oficialmente en la cartografía nacional y constituye un punto estratégico dentro del reclamo histórico argentino sobre el Atlántico Sur.

Setenta años después de aquel primer descenso, las islas Aurora siguen siendo un punto remoto, sin presencia humana permanente, pero cargado de valor simbólico y geopolítico. Se encuentran dentro del área de interés estratégico argentino en el Atlántico Sur, en una zona cercana a rutas de navegación internacionales y a espacios marinos ricos en biodiversidad.

En tiempos de exploraciones satelitales y mapas digitales, las islas Aurora recuerdan una era en la que los límites del conocimiento aún se medían en pasos humanos sobre territorios desconocidos.

Desde la legislación argentina, las Islas Aurora están incluidas dentro del ámbito del Departamento Islas del Atlántico Sur, perteneciente a la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur.

Argentina considera que esas rocas forman parte de sus “islas, islotes y rocas” sobre los cuales se fundan los derechos marítimos correspondientes, como mar territorial, zona económica exclusiva y plataforma continental. En ese marco, la Ley 23.968 (sobre líneas de base) menciona estas formaciones como parte de su territorio insular.

Incluso, en artículos de divulgación argentina se describe a las Islas Aurora como “parte de la Argentina insular” y se enfatiza el reclamo sobre la soberanía de las mismas.

A pesar de su aparente insignificancia, las islas Aurora adquieren relevancia estratégica: están situadas en una zona oceánica que podría tener riqueza pesquera, recursos en la plataforma continental y valor geopolítico en la proyección argentina en el Atlántico Sur.

El episodio de las islas Aurora fue apenas el comienzo de una trayectoria científica extraordinaria. En 1958, Giovinetto se convirtió en el primer argentino en pisar el Polo Sur, como parte de una expedición internacional que estudió las condiciones meteorológicas y glaciológicas del continente antártico.

Su carrera lo llevó a Estados Unidos, donde colaboró con instituciones científicas de prestigio mundial: el Instituto Ártico de Norteamérica (1956-1959), el Instituto de Estudios Polares de la Universidad Estatal de Ohio (1959-1961) y el Centro de Estudios Polares Geofísicos de la Universidad de Wisconsin (1961-1968).

En reconocimiento a su contribución a la exploración polar, una montaña de la Antártida lleva su nombre: el Monte Giovinetto, de 4.090 metros sobre el nivel del mar, ubicado en la cordillera Sentinel.

Mario Giovinetto no fue un conquistador ni un aventurero en busca de gloria. Fue un científico con botas y cuaderno de campo, que en cada expedición llevó la bandera argentina a lugares donde nadie había llegado. Su paso por las islas Aurora no solo resolvió un enigma geográfico, sino que reafirmó la capacidad de la ciencia argentina de expandir fronteras del conocimiento y del territorio.

Fuente: telam

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