10/11/2025
Richard Coleman, la pulpería y el rock
Fuente: telam
En una tarde lluviosa, el músico presentó su nuevo disco, “El (In)correcto uso de la metáfora”, en un pueblo de Buenos Aires
>Para llegar a La Pulpería de Gándara, el Waze marca 87 minutos desde el Obelisco. Hay que tomar la Ruta 2 y, unos kilómetros antes de la entrada a Chascomús, girar a la izquierda por un camino asfaltado. Cuarenta metros antes de la estación de tren, aparece, sobre la vera del camino, la pulpería: rodeada de verde, árboles añejos, el aroma del pasto recién cortado y algún ruido de moto que destroza el silencio campestre.
El anuncio en su Instagram decía que el recital comenzaba a las 17. La pulpería, precavida, pidió llevar lonas y sillitas por si escaseaban los lugares: ocho mesas de madera con bancos largos incorporados, para ocho personas cada una, dispuestas en dos filas de cuatro con un pasillo en el medio.
Cuatro horas antes, cincuentones con noches rockeras marcadas en el rostro pedían hamburguesas como prólogo, mezclados con familias cuyos chicos saltaban entre mesas, cables y parlantes. Todo se distorsionó cuando, a las tres de la tarde, una lluvia se descargó sobre el retazo de campo donde se levantaba el modesto escenario. La preocupación se dibujó en los rostros de los empleados gastronómicos, el sonidista rastafari y el músico que, guitarra al hombro, veía naufragar su prueba de sonido. Todos iban y venían. Menos Richard. Calmo, ajeno al aguacero, se refugiaba en una hamburguesa con papas en un cuartito separado del mundo por una cortina de colores.A las 17.03 se cuelga la viola.
Y sin más, arranca:
Repasa algunos de sus hits mientras juega con la pedalera, su banda invisible. Invita a seguir el ritmo con las manos, baila, salta. Hace una pausa breve para anunciar que “la Negra”, su mánager, trajo vinilos a la venta:
Ahora cambia de continente y versiona a Depeche Mode para que un mocoso que no llega a los tres años baile al lado del escenario marcando el ritmo con su helado de frutilla. Los dos sonríen. La música rompe cualquier brecha generacional. Lo sabe Richard y lo sabe el pibe con su sabiduría infantil.
Agradece, guarda la guitarra acústica, saca otra, cambia pedales, retira el pie del micrófono. En la mesa-bar donde sólo hay un café y una botella de agua, acomoda sus accesorios.
Ya no llueve. El sol se ha ido. Y la tarde cae, lenta, sobre el horizonte verde.
Fuente: telam
Compartir
Comentarios
Aun no hay comentarios, sé el primero en escribir uno!



