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10/11/2025

Villa Epecuén, el pueblo aristocrático que quedó 7 metros bajo agua y las ruinas que emergieron como atractivo turístico

Fuente: telam

Por la salinidad de su laguna, fue un destino medicinal para las familias patricias bonaerenses. Pero en 1985 y por falta de obras se produjo una trágica inundación. Durante casi cuarenta años, tuvo un solo habitante; ahora está desierto

>Una lluvia torrencial. Una sudestada que empujó el agua con fuerza. Una madrugada apocalíptica que se sumó al verdadero motivo de la tragedia: una obra hidráulica que había quedado a mitad de camino sin que a nadie pareciera importarle el destino de todo un pueblo.

Pasarían unos veinte años para que el agua, que llegó a superar los siete metros de altura, empezara a bajar. De debajo de la inundación que hizo desaparecer el pequeño pueblo emergieron sus ruinas, carcomidas por el agua especialmente salada que las había tapado y por el tiempo que había pasado.

Villa Epecuén, a unos 540 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires y cercana al límite bonaerense con la provincia de La Pampa, había nacido en 1921. Fundada por Arturo Vatteone, el secreto del éxito de la villa fue su excepcional cercanía a la Laguna de Epecuén.

La laguna posee un nivel de salinidad excepcionalmente alto, que ha llegado a compararse con las aguas del Mar Muerto. Eso convirtió casi inmediatamente a Villa Epecuén en un destino elegido por quienes buscaban mejorar su salud.

Es que la enorme concentración de minerales del agua de la laguna, así como su condición de aguas termales, dieron a la zona un prestigio y una popularidad inéditos. Incluso la Organización Mundial de la Salud (OMS) llegó a incluir las aguas de la laguna en su categoría de “hipermarinas”, lo que a la vez las abarcaba como aptas para medicina tradicional por su capacidad para tratar padecimientos reumáticos y de la piel.

Las familias más acomodadas de la aristocracia bonaerense empezaron a elegir Villa Epecuén para sus vacaciones y para sus tratamientos. Así, la localidad no paró de crecer en cuanto a la construcción de hoteles, residencias lujosas para sus huéspedes más frecuentes, y también industrias vinculadas a la extracción de sal y sus derivados.

Además de las propiedades medicinales que se le atribuían a la laguna, Epecuén se destacaba también por la belleza de su entorno y por una obra arquitectónica que se destacaba por sobre las demás. “El Matadero”, creación del reconocido arquitecto Francisco Salamone, es una creación que combina el art decó con el funcionalismo y ciertos elementos del futurismo.

Estar tan cerca y depender tanto de la laguna expuso a Epecuén a un escenario inestable. Algunas temporadas, la sequía acechaba y achicaba la cantidad de visitantes, y por ende, la actividad económica del lugar. A la vez, por la irregularidad del caudal de la laguna, también había temporadas de aguas más altas, lo que amenazaba con inundar el pueblo.

En 1975, el gobierno bonaerense puso en marcha la construcción de un canal, el Ameghino, para conectar distintas cuencas y regular el nivel del agua. Pero cuando se produjo el golpe militar de marzo de 1976, la obra, de gran envergadura, se abandonó así como estaba.

Pero en noviembre de 1985 la tragedia fue inevitable. La Provincia estaba en medio de una emergencia: 4,5 millones de hectáreas de su territorio estaban inundadas, drama que conserva su vigencia. En ese contexto, y con la experiencia de los años anteriores, tanto los habitantes como especialmente los bomberos de la zona advirtieron que el terraplén podía ceder.

La enorme tormenta y la sudestada que se combinaron la noche del 10 de noviembre de 1985 demostraron que los bomberos y los vecinos tenían razón y que las autoridades habían obrado, al menos, con negligencia.

El agua empezó a filtrarse lentamente del otro lado del terraplén, pero finalmente esa contención cedió y el pueblo se inundó. El agua empezó a ocupar Villa Epecuén de forma lenta pero sostenida. Durante quince días hubo un operativo para evacuar a todos -o casi todos, en realidad- los habitantes de la villa.

No hubo muertos, pero ninguno de los pobladores de Epecuén conservó algo de su patrimonio. Perdieron sus casas, sus autos, sus muebles, sus fotos. Las historias de sus vidas. La inundación era tal que los ataúdes del cementerio empezaron a flotar y hubo que trasladarlos al cementerio de Carhué, a siete kilómetros de Villa Epecuén.

El desborde hídrico cubrió Villa Epecuén durante nada menos que veinte años. Pero hacia 2005 y gracias a obras de infraestructura que impidieron el ingreso de caudales externos, el agua empezó a bajar. Lo que había debajo, lo que emergió de debajo de la inundación, fue un pueblo fantasma, en ruinas. El esqueleto de una localidad con sus autos y bicicletas oxidados, sus árboles muertos, sus casas vacías y arrasadas, todo carcomido por la sal.

Las ruinas se convirtieron en un atractivo turístico. Desde 2021, el eje turístico del partido bonaerense de Adolfo Alsina son, de hecho, las ruinas de Villa Epecuén. Van sobre todo turistas nacionales e internacionales, fotógrafos y cineastas, que han usado la zona como escenario apocalíptico.

Pablo Novak nunca se fue de la zona. Fue el único vecino de Epecuén que se resistió a la evacuación: continuó allí en medio de las ruinas. Tenía una ubicación clave, a doscientos metros del núcleo de la villa. Había construido su casa allí por consejo de su padre, que había recibido a la vez la advertencia de un arquitecto sobre los peligros de las inundaciones en un territorio así.

Él y Chozno, su perro, recorrían las ruinas a caballo o en bicicleta. En entrevistas con la televisión argentina, con la BBC y con canales de YouTube de gran popularidad, Pablo contaba hasta el cansancio las historias de su pueblo.

Tan abanderado de su pueblo se volvió Pablo Novak que en 2020 el Municipio de Adolfo Alsina lo reconoció como Embajador Cultural y Turístico del distrito.

Desde la muerte de Pablo, Villa Epecuén fue declarado oficialmente como un pueblo desierto. Quedan allí sus ruinas, su esqueleto salado, el recuerdo de una villa que vivió su época dorada y que se hundió por el abandono de las autoridades, pero que nunca fue olvidada.

Fuente: telam

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