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09/11/2025

Trueque 2.0: el intercambio resurge a través de las redes y los grupos barriales

Fuente: telam

Grupos de Facebook y chats de WhatsApp se convirtieron en espacios para intercambiar objetos y servicios sin dinero, con reglas propias y acuerdos entre vecinos.

>A más de dos décadas del auge de los clubes de trueque en Argentina, una nueva modalidad de intercambio volvió a crecer, pero esta vez con una lógica distinta y una infraestructura basada en redes sociales y plataformas de mensajería. Grupos de Facebook, chats de WhatsApp y foros digitales reúnen a miles de personas que intercambian ropa, muebles, productos para el hogar e incluso servicios, sin mediar dinero. El movimiento, que se expandió de manera silenciosa en los últimos años, plantea una dinámica de economía colaborativa que se adapta a las herramientas tecnológicas disponibles.

Los grupos de Facebook son el principal punto de encuentro. Allí, los usuarios publican fotografías de los objetos que desean intercambiar y detallan su estado, medida, tiempo de uso y posibles equivalencias. El proceso es directo: quien esté interesado comenta o envía un mensaje privado. Cuando se llega a un acuerdo, se coordina el encuentro en un punto de entrega o se organiza una cadena de envíos entre vecinos.

En algunos casos, los grupos superan los 5.000 integrantes. La administración de estos espacios se vuelve clave para mantener un orden mínimo. Una moderadora de uno de los grupos más activos de la zona oeste del Gran Buenos Aires afirmó: “La regla principal es el respeto entre las partes. No intervengo en las negociaciones, solo en caso de conflicto o incumplimiento. El sistema se sostiene cuando hay claridad en lo que se entrega y lo que se recibe”. La administradora explicó que cada nueva persona que ingresa debe aceptar reglas básicas, entre ellas no ofrecer productos alimenticios caseros sin especificar su elaboración y no intercambiar medicamentos.

Entre los objetos más frecuentes se encuentran prendas de vestir de adultos y niños, muebles pequeños, electrodomésticos en funcionamiento, juguetes y artículos escolares. También se ofrecen productos hechos a mano, como mantas, tejidos y artesanías. En algunos casos, los intercambios alcanzan categorías más complejas: cuidado de mascotas por horas, clases de apoyo, reparaciones domésticas y asistencia informática.

El valor de cada objeto o servicio se regula de manera informal. No existe una tabla fija ni un patrón común. Las personas negocian según su percepción de utilidad. Una participante que intercambia ropa usada comentó: “No se trata de cuánto valía cuando lo compré, sino de si alguien lo necesita. A veces cambio dos remeras por un cuaderno nuevo y para mí está bien”. La lógica se basa en cubrir necesidades inmediatas, no en recuperar un valor monetario.

La motivación de quienes participan es diversa. Algunas personas buscan reducir gastos en momentos de ajuste económico. Otras priorizan la reutilización y el menor impacto ambiental. Existen también quienes encuentran en estos intercambios una forma de generar vínculos comunitarios. “La gente participa porque necesita, pero también porque se siente acompañada”, señaló otra moderadora de un grupo barrial. “Detrás de cada intercambio hay una charla. No es solo pasar un objeto de mano en mano”.

La construcción de confianza es un punto central. En muchos grupos se utiliza un sistema de reputación basado en comentarios posteriores a la entrega. Si una persona cumple con lo prometido, recibe la valoración positiva de su contraparte. Si no lo hace, puede ser removida del grupo.

Algunos grupos adoptan reglas adicionales: no se aceptan cambios con fines comerciales, no se permiten ventas encubiertas y se desalientan propuestas que impliquen un desequilibrio evidente. La administración interviene únicamente cuando se detectan infracciones reiteradas o quejas consistentes.

Los clubes de trueque que proliferaron a principios de la década de 2000 estaban organizados en redes formales. Utilizaban monedas internas y funcionaban en centros comunitarios o espacios públicos. Esta estructura permitía un control más estable, pero también dependía de una administración centralizada y de la circulación física de las personas.

En los nuevos grupos, la lógica es completamente digital. No existe una autoridad que determine el valor de los intercambios ni una moneda común. La comunicación se basa en herramientas cotidianas y el intercambio se organiza de manera flexible. La escala también es distinta: hay grupos barriales, pero también provinciales y nacionales, donde los envíos se realizan por correo o transporte compartido.

El crecimiento de los clubes de trueque no puede desvincularse del contexto económico. La presión sobre el poder adquisitivo y el encarecimiento de algunos bienes básicos generaron un terreno propicio para métodos alternativos de obtención de bienes. No obstante, la práctica también revela una dimensión social importante: la creación de redes de apoyo y ayuda mutua.

Existen intercambios donde el acuerdo no es estrictamente equivalente. En grupos barriales se registra la expresión “lo doy porque a alguien le puede servir”. En esos casos, se trata de donaciones sin contraprestación, lo que evidencia que el intercambio no siempre está guiado por un cálculo de utilidad, sino por una lógica de circulación comunitaria.

La dinámica de los clubes de trueque digitales continúa creciendo. Nuevos grupos se forman cada semana y algunos cuentan con listas de espera para ingresar. La moderación se vuelve más exigente a medida que aumenta la escala, pero el funcionamiento se sostiene en los acuerdos entre las personas.

En ese sentido, los clubes de trueque 2.0 vuelven a poner en circulación una pregunta que adquirió fuerza hace años: qué valor tienen los objetos cuando dejan de ser necesarios para quien los posee, pero pueden ser útiles para otros. La respuesta, hoy, se encuentra en chats, publicaciones y acuerdos que suceden en tiempo real.

Fuente: telam

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