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04/11/2025

Qatar: el último buceador de perlas en un país donde el petróleo sepultó una tradición milenaria

Fuente: telam

Tenía 18 años cuando empezó a lanzarse al agua sin oxígeno, sostenido apenas por una cuerda y una piedra. Hoy, con casi 90, mantiene viva la antigua tradición de buscar perlas en el fondo del mar

>“Soy fisicoculturista. Me acuesto sobre clavos de acero, me acuesto sobre vidrios rotos. Puedo hacerlo en cualquier momento. Además, soy buceador de perlas”, se presenta con naturalidad. Cuesta creer que quien lo afirma tenga 89 años.

Su tienda de perlas no es difícil de encontrar. Solo hay que adentrarse en el Souq Waqif, un laberíntico mercado tradicional ubicado en el corazón de Doha, Qatar. Allí, el local 169 se distingue por un cartel que dice The Old Pearl Diver —“El viejo buceador de perlas”—.

A su alrededor, mercados de joyas de oro, dátiles, azafrán, miel y café. Los hombres, vestidos con largas túnicas blancas hasta los tobillos, fuman shisha y beben té hasta bien entrada la tarde. Las mujeres —la mayoría cubiertas con un velo negro— recorren los puestos en busca de abayas y perfumes.

Saad es toda una celebridad en Qatar. En su cuenta de Instagram tiene fotos con personalidades como David Beckham y el ex emir Hamad bin Khalifa Al Thani, quien cedió el poder a su hijo en 2013. Bromea con que todavía falta una con el astro argentino.

“El buceador se sube a un gran barco, un velero. Van el buceador, el capitán y el ayudante del buceador”, comienza relatando a Infobae sobre el antiguo oficio. Cuenta que empezó a buscar perlas naturales cuando tenía 18 años, por lo que acumula más de siete décadas de experiencia.

Para bucear de la forma tradicional se necesitan tres elementos: una piedra pesada para sumergirse, una canasta para recolectar las ostras y una pinza para apretar la nariz. Así lo aclara Al Jassim: “Tomas aire y bajas. Dos minutos bajo el agua, a unos 13 o 14 metros de profundidad. Buceamos desde el amanecer hasta el atardecer. Nuestro viaje dura entre tres y cuatro meses”.

De acuerdo con el buceador, reconocido por ser el uno de los últimos de su tipo en la región, el oficio requiere de una dieta especial. Por la mañana, café árabe y dátiles. Por la noche, arroz y pescado. Las comidas deben ser ligeras para dejar espacio para el aire al momento de sumergirse.

“No puedo caminar de acá hasta allá, pero para bucear...”, concluye entre risas.

Incluso en el local de Saad, la mayoría de los productos son perlas cultivadas —que se forman de la misma manera que las naturales encontradas en los moluscos, aunque mediante inseminación— procedentes de China, Japón y Dubái.

Los precios son variados pero accesibles: anillos y aros de 150 riales (unos 60.000 pesos argentinos), collares de 350 o 450 riales (aproximadamente 142.000 y 180.000 pesos, respectivamente) y tiras de perlas de menor tamaño de 100 riales (alrededor de 40.000 pesos).

La última expedición de Saad fue el pasado 23 de junio. Pero lo que debía ser una demostración frente a cámara terminó en un inesperado contratiempo: pisó una “criatura del mar” -en sus palabras- y se lesionó. Desde aquel día, el dolor en sus rodillas no lo abandona y limita sus movimientos. Saad asegura que todo se debe al mal de ojo.

Además del buceo de perlas, la segunda pasión del hombre es el fisicoculturismo. Según relata, llevó su entrenamiento al extremo en varios experimentos: el más arriesgado consistía en acostarse sobre vidrios rotos y cubrirse con una tabla, apretada por piedras. En otra demostración, se colocaba entre dos autos en reversa y lograba detenerlos con la fuerza de su cuerpo.

“La gente lo llama ‘el ultimo buceador de perlas’. Existen otros buceadores, pero son scuba divers y él es un free diver (no utiliza equipamiento de respiración). Quizás haya otros, pero no son famosos. Quizás estén en casa, en una silla de ruedas. Él sigue activo

Fuente: telam

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