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29/10/2025

Empezó como un hobby y se convirtió en la primera catadora de golosinas de Argentina: “Llevo probados cuatro mil productos”

Fuente: telam

A los 39 años, Natalia Ghergorovich -más conocida como “Naná”- lleva casi dos décadas probando dulces. Arrancó con un blog, cuando las redes sociales todavía no existían, y revolucionó el mundo de los caramelos, alfajores y chocolates con sus críticas

>Antes de que existieran Instagram o TikTok, Natalia Ghergorovich abrió en 2007 un blog de golosinas llamado “Estilo Naná”. “Era un momento en el que fotografiar comida ya era algo raro”, recordó en diálogo con Infobae. Y más aún que alguien hiciera críticas de caramelos, chocolates, alfajores, bocaditos y todo tipo de dulces.

Aunque su figura ganó popularidad en 2018 cuando desembarcó en los programas de TV, nunca se consideró una influencer. Y aunque con su exposición mediática, varias empresas se acercaron, la relación nunca prosperó. “Las marcas no me quieren mucho porque no me vendo por plata, digo lo que me parece; pero nunca con mala intención”, admitió. “Si una golosina es cara y mala, hay que decirlo”, ejemplificó.

Para ella, las golosinas son su materia prima artística. “Un día critico una golosina, otro día organizo una fiesta de golosinas, armo piezas de cerámica con forma de golosinas, o confecciono prendas con envoltorios, y así sigo….”, describió Naná, quien concibe lo que hace como un pasatiempo.

Tengo 39 años, estudié Letras en la UBA y actualmente soy redactora publicitaria”, se presentó Naná. Aunque no terminó la carrera (dice que le faltan “muy poquitas materias”) porque trabajó “toda la vida”, su paso por la facultad fue decisivo para forjar su identidad de catadora.

La idea surgió de una fusión impensada. Por un lado, su formación académica. “Estaba haciendo una de las primeras materias de la carrera, que es Teoría y Análisis Literario, que tenía que ver mucho con la crítica literaria. En ese entonces, yo pensaba que me iba a dedicar a eso”, explicó.

Por otro lado, una obsesión que la acompañaba desde la infancia. “Siempre tuve un interés muy particular por las golosinas, muy enfocado desde chica”, confesó. Pero no era el interés común de cualquier niño. “Quizás con un poquito más de insistencia, más de apreciación”, recordó. Era una fascinación casi analítica: “Prestaba mucha atención a los sabores, a lo que salía nuevo, los packagings. Me volvía loca cuando alguien me traía una golosina de otro país”.

Esa fascinación infantil era también creativa y manual. “Tengo recuerdos de manipular golosinas, pero más como desde el lado creativo. Hacía muñecos, pulseras, collares. Las usaba como materiales artísticos. Y también guardaba los envoltorios que más me llamaban la atención”.

El blog creció y se volvió un proyecto colectivo. Con su espíritu under, Naná empezó a entrevistar a sus referentes: “famosos” de sus nichos culturales, como cantantes de sus bandas favoritas, actores que entonces no eran conocidos y hoy sí, escritores y poetas. A todos les aplicaba el “cuestionario Naná”.

El resultado es casi terapéutico: “La gente se termina emocionando bastante cuando habla de las golosinas, porque por lo general es algo que retrotrae a la infancia. Y siempre aparece el recuerdo de esa abuela que guardaba un caramelo en el bolsillo”.

Cuando Naná pasa por un kiosco, no duda: “Mis preferidos son el alfajor Milka Mousse y los caramelos masticables Palito de la Selva. Pero también admite que al momento de elegir un chocolate opta por el Marroc y los chocolates rellenos con galletas. “Me gusta cómo combina el chocolate con la sal, y acá hay poquísimos con sal”, se lamentó. Sin embargo, al momento de elegir gomitas, encuentra consuelo en las Yummies ácidas.

Al momento de seleccionar una golosina que represente al país en el mundo, Naná fue contundente. “La Vauquita, que tiene un ingrediente que es muy nuestro y significativo”, dijo en alusión al dulce de leche. Pero también incluyó a dos clásicos con mucho folclore: “La Rodhesia y la Tita tienen mucha historia y atravesaron varios generaciones”.

Entre las golosinas discontinuadas, recordó el regreso fugaz, en 2013, de dos de sus favoritos del colegio primario: el Lila Pause y el Nucini. “Volvieron tres o cuatro meses y los sacaron. Junto con los Milkinis fueron los emblemas noventosos”, enfatizó con nostalgia.

Observadora serial de góndolas, Naná también nota un fenómeno inédito: “Hay más golosinas nuevas que nunca. No entiendo cómo, con la economía como está, las empresas apuestan tan fuerte en este nicho”. Y puso como ejemplo, la aparición de golosinas picantes, tanto en formato de chocolates como de chicles. “No le encuentro la lógica al paladar argentino que haya una takkinización”, se sinceró al hablar sobre los Takkis, el tradicional snack picante mexicano.

Su radar global la llevó a hallazgos rarísimos. En Japón encontró algodón de azúcar compacto en sobres; y en Inglaterra, una versión aún mejor: algodón de azúcar que se transformaba en chicle.

En la vereda internacional, los bocaditos Snickers y Twix aparecen “en todos lados”, con versiones que acá no llegan; y dice que la oblea KitKat es la más internacional, ya que su versión clásica se encuentra en la mayoría de los países.

Naná guarda todo tipo de envoltorios. Los tiene almacenados en cajas, muchas de las cuales están rotuladas por año y colores. De esos packagings nacieron vestidos unos cinco vestidos. “El último lo hice con envoltorios de todos los dulces que comí durante la pandemia”, admitió.

Aunque Naná postea mucho menos, su ojo nunca descansa. Aseguró que no se siente cómoda con la lógica del contenido constante, y que no le divierte estar mostrando cosas todo el tiempo, por obligación. Dice que escribe solo cuando tiene algo interesante que contar.

Naná no tiene hijos pero confiesa que “es la tía habilitada para regalar golosinas” a los hijos de sus amigas. Sin embargo, dice que no suele darles de comer “cualquier porquería” ya que hoy se define como una consumidora más consciente.

A 18 años de aquel blog pre-redes, la primera catadora de golosinas del país sigue mirando góndolas con la misma curiosidad de la nena que hacía muñecos con caramelos. El mapa cambió —hay modas, sobreoferta y experimentación—, pero su brújula sigue en la misma dirección.

Fuente: telam

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