Domingo 26 de Octubre de 2025

Hoy es Domingo 26 de Octubre de 2025 y son las 12:47 ULTIMOS TITULOS:

26/10/2025

Cafetines de Buenos Aires: un bar histórico de Almagro sobre el que flotan leyendas acerca de Gardel y la búsqueda del amor

Fuente: telam

El café bar La Orquídea abrió a principios de los años 50 en la esquina de Corrientes y Acuña de Figueroa. Se dice que en esa intersección, una mujer puso una orquídea sobre el cajón del “Zorzal criollo” al pasar el cortejo fúnebre y ahí mismo encontró marido. Se dice que tiempo después las mujeres solteras dejaban orquídeas en las ventanas del bar para ver si corrían la misma suerte

>Hoy vengo a contarles una historia que nos atraviesa como porteños. Contiene a Carlos Gardel, el tango y el barrio Almagro. Un relato que recorre la calle Corrientes, pero en sentido contrario al tránsito vehicular. Del puerto a la Chacarita. Claro que con una parada intermedia en un auténtico cafetín barrial. Me refiero al café bar La Orquídea, el templo cultural almagrense que abrió a principios de los años 50 del siglo pasado en la esquina de Corrientes y Acuña de Figueroa.

La Orquídea es un hito dentro del patrimonio barrial. Deudo del difunto Mercado de Flores que ocupaba la manzana de enfrente. De allí tomó su nombre. Aunque hoy traigo otro motivo. Ya lo conocerán.

El local es un amplio, generoso y luminoso salón revestido en madera hasta tres cuartos de altura. Las ventanas son guillotinas. Todavía mantienen el barral de bronce a la mitad para que corran cortinas. Aunque estas fueron retiradas desde la última puesta a punto del lugar hace unos 15 años. El café bar tiene cuatro ventiladores de techo, también de madera, con tulipas con forma de flor. Hay siete percheros de pared. Casi todo el frente del salón está acompañado de la barra. Son diez metros aproximadamente de madera y estaño. El personal viste a tono con el mobiliario. Los ventanales, algunas pizarras en el interior y los carteles que indican los géneros a la entrada de los baños están intervenidos por el maestro de fileteado Gustavo Ferrari. Bingo. La armonía es total. Ahora La Orquídea también ha aumentado su capacidad con unas mesas afuera. Están en un deck que avanza por sobre Acuña de Figueroa. Ideal mascotas.

Ordené un café con una medialuna y vino acompañado de una porción de budín de pan. De haberlo sabido evitaba la harina. Sépanlo. Dato.

En la actualidad, abre de 8.00 a 1.00 de lunes a lunes. Alguna vez La Orquídea se jactó de ser el único café bar de Buenos Aires abierto las 24 horas. El público no cambió. Sí, las costumbres y la falta de dinero.

En verdad, me acerqué a charlar con este hombre con nombre de cantor de tango convencido de confirmar la historia que vengo a contarles. Cuando terminé de narrarla me miró desconcertado. Jamás la había oído. Y puede ser porque ocurrió hace muchos años. Incluso es anterior a la apertura del café. A mí me la transmitió Osvaldo Peredo, un prócer de las noches del Boliche de Roberto, la capillita milagrosa que aún da cobijo espiritual —y alcóholico— en Bulnes casi Perón, en diagonal a la Plaza Almagro.

La escena primera de esta película ocurre en el Luna Park. Corre febrero de 1936. La canícula se recuesta con todo su húmedo peso sobre Buenos Aires. Al 0 de Corrientes una multitud se agolpa alrededor del habitual sitio reservado para el ring dentro del Palacio de los Deportes. En su lugar se ha montado una capilla ardiente para despedir los restos de Carlos Gardel arribados a Dársena Norte en el Vapor Pan America, luego del fatídico accidente que le dio muerte en Medellín. El velatorio dura todo el día y su noche. A la mañana siguiente el cortejo parte a pie hacia el Cementerio de la Chacarita. Una multitud con sus mejores pilchas, sudando la gota gorda, avanza lentamente las setenta cuadras de la calle que separa el Bajo con el cementerio.

Al alcanzar la caravana el 4100 de Corrientes, esto es la intersección con Acuña de Figueroa, una mujer muy humilde, poco agraciada y encorvada de angustias, se hace lugar entre los vecinos que arrojan flores al paso para colocarse frente a la masa de fanáticos y detener su avance. El suceso sorprende a la multitud. La mujer avanza hasta el coche fúnebre, levanta una orquídea entre tantos distintos tipos de flores del piso y la apoya como ofrenda sobre el ataúd. De entre el público que observa la escena absorto se desprende un buen hombre que, conmovido por el gesto, se le acerca a la mujer y la ayuda a retirarse permitiendo que el cortejo avance. Y se conoce que tanto la protegió que al poco tiempo terminó desposándola y dándole un hijo al que le pusieron, obviamente, Carlitos. Esta es la historia que me contó Osvaldo Peredo en una mesa del Boliche de Roberto una noche de tangos y vinos al finalizar su pasada de cantor. La toman o la dejan.

En el instituto salesiano, el pequeño Carlitos Gardés —apellido real de su madre— fue compañerito de aula de Ceferino Namuncurá. El otro mito que sobrevuela por Almagro, no sin reparo, señala que con motivo de una tarea para la clase de Música, Gardel compuso su primer tango y que la letra la escribió su compinche indio. La impopularidad de la fábula obedece a que el tango nació maldito. Que el choque de culturas entre un niño francés y uno mapuche produjo un choque de energías que genera daños irreversibles con solo entonarlo o silbarlo. En 2014 escribí el guión de un corto que produjo el INCAA sobre esta historia. Y el actor principal fue Osvaldo Peredo haciendo de sí mismo. Pero no quiero provocar ningún contratiempo con este recuerdo. Mejor volver al café bar La Orquídea porque la historia aún no concluye.

Siempre según Peredo, muchos años después, a partir de los hechos transcriptos, con el bar funcionando, se creó la Orden de la Orquídea. Eran mujeres solas que daban una vuelta por el Mercado de Flores, compraban una orquídea, y cruzaban la calle para dejar la flor en los alféizares de las ventanas del bar esperando encontrar al amor de sus vidas.

Fuente: telam

Compartir

Comentarios

Aun no hay comentarios, sé el primero en escribir uno!