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30/09/2025

Asesinatos, traiciones y muertes: mujeres atrapadas en casonas que ya no existen

Fuente: telam

“Las recluidas”, de la autora argentina Vivian Lofiego, propone un viaje misterioso por la historia donde nada es lo que parece

>Un rosario de mujeres bellas y tristes que huelen a la misteriosa Buenos Aires. Donde el mito anida, la verdad acecha y como en la peor pesadilla, no podemos despertarnos y quedamos atrapados dentro de esas casonas antiguas donde alguna vez, al menos por un instante, ellas fueron felices. Pero ya no.

Son diez los relatos y todos ellos mezclan ficción y realidad. Maridan personalidades femeninas de la historia argentina con fantasía y en esa aventura quedamos levitando, casi sin comprender del todo de qué estamos hablando. Tal vez sea ese juego que nos propone la autora lo que atrapa. Lo raro, la extrañeza, lo que no cierra, atrae. En las casas de Las recluidas, sus paredes ocultan enigmas, secretos de familia, espectros. Memorias femeninas que se esconden, pero de pronto aparecen y nos morimos del susto.

En el antiguo edificio Wulff, una señora se sube al ascensor. Es hora de volver a casa. Es tarde. Y ya no queda nadie disponible en ninguno de los pisos. “El ascensor desciende sin detenerse en ningún piso, sin que pueda impedirlo va hacia el subsuelo. Fracasa mi intento por abrir la puerta en algún entrepiso; esfuerzos inútiles, lastimo mi uña del dedo índice. (…) Hace tiempo que subo y bajo en este ascensor lento de rejas aristocrático, plantado como una isla mecánica en medio de la ciudad atropelladora y furiosa. No hay nadie, el portero ya se ha ido. A las nueve de la noche todo el mundo se ha retirado del edificio, oficinistas, arquitectos, profesores, empleados. (…) Hay alguien? Pregunté con voz quebrada e infantil (…) estoy en San Telmo encerrada en un ascensor que no se detiene y que cae, cae, cae, cae como la manzana de Newton”.

La virreina vieja es el primer cuento y es el que más me gusta. Hay otros, sí. Pero este me encantó. Será porque hay un juego entre el ahora y el adentro del ascensor -que cae sin control- y el pasado y el afuera de una historia paralela que involucra al viejo edificio. Y en la caída se amontonan las cosas en la mente. Se entremezclan los mundos. Como desvíos para no pensar en lo que sucede. Y el personaje, en su desesperación, se queda ahí por un rato y después vuelve a la caída interminable. Y así. Va y vuelve atrapada en una jaula que comparte – imaginariamente- con su antigua propietaria, la viuda del Virrey del Pino. “Intento gritar, pero estoy muda. Las manos se quieren mover, pero están paralizadas, estoy en el infierno, estoy muerta. El estremecimiento sube desde la columna con el retumbar del ascensor, la puerta se abre, no atino a nada, mientras ella, una mujer muy vieja de trenzas recogidas como corona, descalza, se aproxima y me toma con delicadeza las manos.”

Con diseño de Adriana Yoel e ilustración de tapa con la escena que fue llevada a la piedra litográfica por Kratzenstein en 1858, titulada Sacrificio de Camila O ‘Gorman y del sacerdote Gutierres (cuadro original de Doroteo De Plot, 1848), la edición tiene 119 páginas que se dejan leer muy amablemente y logran mantener la tensión suficiente como para hacerlo de un tirón. En todos y cada uno de los relatos son las mujeres las abanderadas en lo trágico, ya sean figuras del presente o del pasado que cruzan el límite de lo onírico para instalarse en nuestras mentes y corazones. “Alimentada por la voz de su abuela que le contaba los amores, batallas y desdichas del pasado, Vivian Lofiego se nutre del relato de los mayores. Lengua y estilo, el modo en que los fantasmas y leyendas familiares persisten en los magníficos relatos de Las recluidas”, escribió Daniel Guebel y tiene razón.

♦ Nació en Argentina y en 1990 se radicó en París.

♦ Es escritora, traductora, periodista cultural.

♦Publicó: Le sang des papillons (J.C Lattès, 2014), con traducción de Claude Bleton; La lengua de Medusa (La Fábrica Literaria, 2021); Vida secreta (Huesos de Jibia, 2016); Réquiem para lepidópteros (Huesos de Jibia, 2009); Isadora Duncan, une Américaine aux pieds nus (A dos d’âne, 2009); Chercheur d’azur, Hubert Reeves (A dos d’âne, 2012); Pierre d’infini (Atelier des Brisants, 2005); Naturaleza Inmóvil (Alción, 2004); La casa de Kaspar Hauser (L’attentive, 2002), con traducción de Bernard Noël; Flor letal (Galería Maegth, 2000) y L’arbre d’Ariel (Indigo, 1999), con traducción de Claude Couffon.

♦ Su obra de teatro Iphigénie deus ex-machina (Le temps de Cerises, 2009) fue puesta en escena en el Instituto Helénico de París.

Fuente: telam

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