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28/09/2025

“¿Qué hiciste, pibe?”: el relato del autor de la masacre escolar de Carmen de Patagones después de abrir fuego y matar a tres compañeros

Fuente: telam

Rafael Juniors Solich era un alumno de 15 años cuando disparó en el aula, mató a tres de sus compañeros, hirió a cinco y fue declarado inimputable. Próximo a cumplir 37, lleva dos décadas bajo tutela judicial. Tuvo un hijo y reside en la periferia de Ensenada, partido de La Plata. Cumple un tratamiento ambulatorio a través de una institución neuropsiquiátrica

>El autor de la recordada masacre escolar de Carmen de Patagones cumplirá en octubre 37 años. Rafael Juniors Solich tenía 15 aquella mañana trágica del 28 de setiembre de 2004 cuando en segundos decidió vaciar el cargador de la Browning 9 milímetros de su padre -suboficial de Prefectura Naval Argentina- dentro del aula y mató a tres de sus compañeros del primer año del polimodal en la escuela Islas Malvinas de Carmen de Patagones. El reloj marcaba las 7.35 horas en punto cuando a causa de los disparos murieron Sandra Nuñez, Evangelina Miranda y Federico Ponce. Mientras que Nicolás Leonardi, Natalia Salomón, Cintia Casasola, Pablo Saldías y Rodrigo Torres sufrieron heridas graves.

Juniors vivía atormentado por la violencia de su progenitor. Tanta que tenía pesadillas con él como protagonista. Una madrugada soñó que estaba mirando televisión con su abuela, sus tíos, sus padres y su hermano Ayrton. Y sin que nadie lo percibiera él tomaba un cuchillo y apuñalaba a su papá. Pero en el sueño no moría, si no que le preguntaba por qué lo había hecho mientras él le arrojaba una silla y salía corriendo rumbo a su cuarto para encerrarse. El padre le decía que lo perdonaba, pero no le creía, y entonces Juniors abría la puerta y le tiraba una bicicleta.

“¿Vos estás loco, querés que te cague a trompadas”.

Juniors le respondió sin vueltas: “Dejame de hinchar las pelotas. Que lo haga éste” (por su hermano). El padre enfureció, se metió un rato en su habitación, y luego salió y llamó a su mujer y a sus hijos. Les dijo que la cosa así no iba más y que ellos debían asumir responsabilidades tanto en el colegio como en la casa: “Saben muy bien las necesidades que pasé de pibe; por eso con su mamá trabajamos para que ustedes tengan un futuro. Vos que sos el mayor (lo increpó a Juniors), si no querés estudiar vas a tener que trabajar. Se acabó la joda. Me tienen repodrido siempre con el mismo quilombo”.

“Voy a seguir yendo a la escuela si me dejás de romper las bolas, te lo vuelvo a decir. Si no, me voy a vivir con la abuela y listo”, le respondió Juniors acercándose a él cara a cara. El padre no se calló y subió el tono: “Ah, el señorito la hace fácil yéndose con la abuelita. ¿Quién carajo te va a mantener? Vos te quedás acá, te dejás de joder y empezás a comportarte, pendejo irrespetuoso”. Y luego lo desafió: “¿Vos estás loco, querés que te cague a trompadas”. Mientras tanto, Juniors le contestaba: “Dale, pegame otra vez”. Y se fue a su habitación dando un portazo.

Venía desde hacía tiempo acumulando bronca contra sus compañeros de escuela, casi la misma que por su padre. Aprovechó su salida también para sacar del modular del living un cuchillo y guardarlo en un bolsillón de la campera.

Al otro día, pasadas las 7 horas de la mañana, salió para ir al colegio y llegó 25 minutos después. Cuando entró al aula no tardó más de diez segundos en disparar una ráfaga de la Browning hasta vaciar el cargador, moviendo su mano de derecha a izquierda, para terminar con la vida de Federico Ponce, Evangelina Miranda y Sandra Nuñez. Y dejando seriamente heridos a Pablo Saldías, Rodrigo Torres, Natalia Salomón, Nicolás Leonardi y Cintia Casasola.

La jueza Alicia Georgina Ramallo, titular del Juzgado de Menores N° 1 de Bahía Blanca, quien intervino en el caso, apenas le informaron salió a su encuentro, mientras un móvil ya trasladaba a Juniors rumbo a dicha ciudad. Se cruzaron en la ruta 3 y se produjo este diálogo que consta en el expediente judicial y en el libro “Juniors, la historia silenciada de la primera masacre escolar de Latinoamérica”, escrito por los periodistas Pablo Morosi y Miguel Braillard.

“Se me nubló la vista y tiré”.

- Eh… algo me acuerdo… No, no sé, en realidad fue todo muy rápido…

- ¡Pero, qué barbaridad, querido! ¿Te das cuenta de lo que hiciste a tus compañeros? ¿Sos consciente de la gravedad de los hechos?

- ¿Cómo te sentís… estás angustiado?

- …Sí…

- Y, … sí.

-Bien Juniors, aunque no estás obligado, es importante que si tenés ganas nos cuentes lo sucedido, lo que pasó, pero, sobre todo, lo que te pasó a vos.

-No, no me dí cuenta lo que pasó, se me nubló la vista y tiré. Todo fue muy rápido, no me pude frenar. No era yo, era como si no fuera yo.

-Cuando papá salió con mamá me metí en la pieza y saqué la pistola y los cargadores.

- … asintió con la cabeza.

- No… no dormí nada…

- Tenía escalofríos.

- No comí a la noche ni desayuné a la mañana, estaba medio descompuesto.

- Salí a las siete, como siempre me fui caminando a la escuela…

- …Nada…

- Entré y me fui a formar en la fila para subir la bandera…

- ¿Le mostraste el arma a alguien?

-¿Cómo hiciste, lo sacaste delante de todos?

- ¿Estaban con algún profesor?

- ¿Es común que ingresen sin la presencia de un docente?

- Contanos lo que recuerdes, ¿qué hiciste dentro del aula?

-¿Por qué lo hiciste? ¿Estabas enojado?

-¿Con quién? ¿Con tus compañeros?

-¿Con tu familia?

-¿Por qué con tus compañeros?

-¿En la secundaria tenías los mismos compañeros que en el jardín?

-¿Y cómo es que te molestan?

-¿Todos te cargan?

Enseguida salió el tema de la pésima relación con su padre.

-Nos peleamos seguido. Él también me discrimina.

La jueza Ramallo lo terminó declarando inimputable por ser menor de edad. Primero Juniors pasó noventa días en una base de Prefectura Naval en Ingeniero White. En 2005 fue a parar al Instituto de Menores El Dique, para adolescentes, ubicado en Ensenada, muy cerca de donde luego fue destinado el padre, por lo que la familia se instaló en un barrio de Punta Lara, junto al río. Ahí lo bautizaron “Matapibes”, y el clima era tal que se autoprovocó lesiones que encendieron alarmas. Hasta que por su integridad se decidió su traslado al neuropsiquiátrico Santa Clara en la ciudad de San Martín.

Los diagnósticos hablaron de esquizofrenia, de trastorno de personalidad, y provocaban distintas opiniones de los propios profesionales que lo atendían, siempre teniendo en cuenta la peligrosidad hacia terceros y hacia sí mismo. En 2007 la jueza Alicia Ramallo permitió un régimen de salidas transitorias a su hogar, primero por algunas horas, que luego fueron en aumento a 24, 48, 72. siempre ajustando los tiempos a estrictos informes médicos.

Fuente: telam

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