Domingo 28 de Septiembre de 2025

Hoy es Domingo 28 de Septiembre de 2025 y son las 11:22 ULTIMOS TITULOS:

28/09/2025

La audaz trama del Operativo Cóndor: cuando 18 jóvenes peronistas dispuestos a morir secuestraron un avión y aterrizaron en Malvinas

Fuente: telam

El 28 de septiembre de 1966, 17 hombres y una mujer se apoderaron en pleno vuelo de un avión de pasajeros que se dirigía a Santa Cruz y lo desviaron a las islas para reafirmar la soberanía argentina. La mirada atónita de los isleños, las febriles negociaciones y la espectacular primicia que consiguió el director de un medio que subió a la nave sin más detalle que la promesa de una “nota periodística muy importante”

>El avión sobrevoló tres veces la pista antes de aterrizar y cuando lo hizo bajaron 18 jóvenes armados que se atrincheraron debajo del fuselaje. El reloj de la torre de control del aeropuerto de la pequeña ciudad que los ingleses habían bautizado Port Stanley marcaba las 8.42 de la mañana y el almanaque decía que ese día era el miércoles 28 de septiembre de 1966. Para los kelpers, acostumbrados a las ovejas y el sonido del viento, eso resultaba incomprensible. Muchos se agolparon alrededor del DC4 de Aerolíneas Argentinos y los jóvenes le dieron panfletos en inglés donde explicaban que era un acto pacífico de justicia y no un ataque. Sin embargo, algunos –entre ellos el joven jefe de la policía local, que no portaba armas- fueron tomados como rehenes. Dos de los recién llegados – un hombre y una mujer – le ordenaron al policía que los condujera a la residencia del gobernador de las islas.

-Señor, como argentinos, hemos venido a esta tierra para quedarnos, ya que la consideramos nuestra – dijo con voz firme.

Haskard ignoraba todavía – aunque quizás lo presintiera – que acababa de convertirse en involuntario partícipe de un hecho que pasaría a la historia como “El Operativo Cóndor”, una audaz operación ideada por un grupo de jóvenes peronistas para reclamar, desde el mismo suelo de las islas, la soberanía argentina sobre las Malvinas. Para concretarla, un grupo comando de 17 hombres y una mujer había tomado el avión – que tenía como destino Río Gallegos – en pleno vuelo y había obligado al piloto a desviarse hacia las islas, en lo que fue el primer secuestro aéreo de la historia argentina.

La tarde anterior, alrededor de las 6, había sonado el teléfono en el despacho del director de Crónica, que de inmediato se inundó con el aroma fuerte de la noticia. Al atender la llamada, García reconoció la voz de su interlocutor antes de que le dijera su nombre.

-Buenas tardes, soy Dardo Cabo, ¿podríamos vernos dentro de una hora en la confitería El Ciervo? – lo invitó la voz.

-Le propongo una nota periodística muy importante – le dijo Cabo.

-¿Qué es? – quiso saber García, hombre de preguntas directas.

-¿Para qué? – insistió García.

-Es lo único que puedo decirle – fue la respuesta.

-Yo tengo otros compromisos, si no me dice para qué, no voy. Lo que puedo hacer es mandar a un periodista del diario.

-Es una lástima, es usted o nadie – lo cortó Cabo.

-Está bien, entonces voy yo.

Poco antes de la medianoche llegó al Aeroparque Metropolitano, armado con una cámara y una libreta de apuntes, y sacó un pasaje con destino a Río Gallegos en el vuelo sin escalas AR-648. Vio a Giovenco y a Cabo entre los pasajeros que esperaban abordar el avión, pero éstos se hicieron los desentendidos. Años más tarde, el director de Crónica contaría que en ese momento se puso nervioso, pero que su hambre de una noticia sensacional pudo más y se subió al vuelo.

Hacía tres meses que los argentinos vivían aplastados por las botas de la dictadura de Juan Carlos Onganía tras derrocamiento del radical Arturo Illia. A fines del año anterior, el gobierno constitucional había dado un paso trascendente en el reclamo por la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas al lograr que el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas reconociera los derechos argentinos sobre el Archipiélago Sur – Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur – por 94 votos a favor, 14 abstenciones y ningún voto negativo. A criterio del organismo se trataba de “una situación colonial” e instaba al Reino Unido y a la Argentina a dialogar para resolverlo.

Para llevar a cabo el proyecto reunió a un grupo de 18 jóvenes de entre 17 y 31 años, todos ellos militantes peronistas, aunque de diversas agrupaciones. A Cabo, de 25 años, y Giovenco, de 21, que comandarían la operación, se sumaron María Cristina Verrier, dramaturga y periodista (27), hija de César Verrier (juez de la Suprema Corte de Justicia y funcionario del gobierno del expresidente Arturo Frondizi); Fernando Aguirre, empleado de (20); Ricardo Ahe, empleado de (20); Pedro Bernardini, obrero metalúrgico (28); Juan Bovo, obrero metalúrgico (21); Luis Caprara, estudiante de ingeniería (20); Andrés Castillo, empleado de la Caja de Ahorros (23); Víctor Chazarreta, obrero metalúrgico (32); Norberto Karasiewicz, obrero metalúrgico (20); Fernando Lisardo, empleado (20); Edelmiro Jesús Ramón Navarro, empleado (27); Aldo Ramírez, estudiante (18); Juan Carlos Rodríguez, empleado (31); Edgardo Salcedo, estudiante (24); Ramón Sánchez, obrero (20); y Pedro Tursi, empleado (29).

El vuelo AR-648 despegó a las 0.34 con 42 pasajeros a bordo, entre los que se contaba, como si fuera una jugada del destino, el gobernador del Territorio Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, contraalmirante José María Guzmán. La tripulación técnica estaba compuesta por el comandante Ernesto Fernández, el primer oficial Silvio Sosa Laprida, el técnico de vuelo Aldo Baratti y el radioperador Joaquín Soler. A las 7.27, el comandante del vuelo se comunicó con la torre de control sólo para dar un mensaje:

A esa hora, cuando el avión se encontraba entre Comodoro Rivadavia y Puerto San Julián, los integrantes del grupo comando, liderados por Cabo, se habían levantado de sus asientos y mostraron sus armas. El propio Cabo y Giovenco se dirigieron entonces a la cabina, apuntaron con sus armas a los tripulantes y le exigieron al piloto que pusiera rumbo a las Malvinas.

El comandante, pensando que era una broma – nunca se había secuestrado un avión en la Argentina, esas cosas pasaban en lugares remotos-, les dijo que no conocía el rumbo a Malvinas. Como respuesta, Giovenco sacó un mapa y le dijo:

El DC4 tuvo el combustible suficiente como para llegar, hacer tres pasadas por la pista hasta aterrizar ese frío y ventoso miércoles 28 de septiembre a las 8.42 en lo que los ingleses llamaban Port Stanley, y al que los “cóndores” bautizaron “Antonio Rivero” en memoria del gaucho que en 1833 resistió como pudo la ocupación británica.

Después de la entrevista con Sir Cosmo, Cabo utilizó la radio del avión para enviar un mensaje que fue captado por el radioaficionado Anthony Hardy, quien a su vez lo hizo circular: “Operación Cóndor cumplida. Pasajeros, tripulantes y equipo sin novedad. Posición Puerto Rivero (islas Malvinas), autoridades inglesas nos consideran detenidos. Jefe de Policía e Infantería tomados como rehenes por nosotros hasta tanto gobernador inglés anule detención y reconozca que estamos en territorio argentino”.

-Están cercados, si intentan salir del avión los soldados y policías tienen orden de tirar. No respondemos por sus vidas. Es mejor que se rindan - decía.

Mientras todo eso ocurría, se desarrollaban febriles negociaciones entre el gobierno argentino y el británico. De pronto, los integrantes del grupo comando se enfrentaron a una posibilidad que no habían previsto: ser trasladados a Inglaterra para ser juzgados. El sábado a la mañana, el sacerdote católico les dio una noticia que los alivió: los subirían a un barco y los llevarían a un puerto argentino. Los jóvenes le pidieron que rezara con ellos el Padrenuestro. Finalmente, una lancha carbonera llevó a los detenidos hasta el buque de la Armada Argentina Bahía Buen Suceso. El traspaso se hizo en alta mar.

Todos los miembros del comando quedaron detenidos y fueron llevados al Penal de Ushuaia, la prisión más austral de la Argentina. Los 18 integrantes del grupo fueron juzgados, la mayoría con penas leves de nueve meses. Dardo Cabo, Alejandro Giovenco y Juan Carlos Rodríguez tenían antecedentes penales, por lo que debieron pasar los siguientes tres años en prisión. Cabo y Verrier se casaron en la cárcel.

Al final, la dictadura de Onganía decidió liberarlo porque no quería pagar el precio de la detención del director de uno de los diarios de mayor circulación de la Argentina. De regreso en Buenos Aires, El Gallego escribió una larga crónica publicada en tres partes, en las páginas centrales del diario. Había conseguido la primicia de su vida. La tituló así: “Yo vi flamear la bandera argentina en las Malvinas”.

Cabo fue detenido un año después junto a Juan Carlos Dante Gullo y otros dirigentes montoneros. El 1 de enero de 1977 cumplió 37 años en la Unidad 9 de La Plata. Seis días después, lo sacaron para “un traslado” junto a Rufino Pirles. Al cabo de unas horas fueron fusilados en la localidad de Brandsen “por intento de fuga”.

Fuente: telam

Compartir

Comentarios

Aun no hay comentarios, sé el primero en escribir uno!