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17/09/2025

“Diego Rojas, ¡presente!”: así fue la noche en que su voz volvió a escucharse a través de su novela

Fuente: telam

El periodista murió en 2024 y ahora sale “Los días de la zona”, el libro que terminó ya internado. Lo presentaron Claudia Piñeiro, Martín Sivak, Elsa Drucaroff y Olga Viglieca

>Es raro que la presentación de un libro, en una librería coqueta de Palermo, termine con los asistentes de pie, con el puño izquierdo en alto y gritando el nombre del autor. Pero así fue: entre las mesas de la librería Dain, una voz gritó “¡Diego Rojas! >Y es que, claro, el periodista Diego Rojas, el escritor Diego Rojas -el autor de libros como ¿Quién mató a Mariano Ferreyra?, La izquierda o El kirchnerismo feudal, el Desde allí le dejó su novela a su amiga, la profesora Elsa Drucaroff, para que la editara. Ella abrió, este martes, la presentación de la novela, en la que participó junto a la escritora Claudia Piñeiro y los periodistas Martín Sivak y Olga Viglieca. Entre todos hicieron una presentación intelectual, íntima y política. Lo que Rojas merecía.

“Voy a decir una palabra jugada: es hermoso estar acá”, arrancó Drucaroff, ante un público que ya contenía las lágrimas. Contó que Rojas le dio la novela recién terminada y “tenía un ritmo y un trabajo con el suspenso y con la intriga magníficos y que trabajaba muy fuertemente con el thriller negro. En una Buenos Aires extrañísima, una Buenos Aires totalmente reconocible por un lado y totalmente irreconocible por el otro. Una Buenos Aires que es una especie de cementerio en vida, donde los bares están cerrados, donde la noche está vacía, donde por el Parque Centenario a las diez de la noche no camina un alma. Una Buenos Aires de dictadura”.

Drucaroff agregó que le llegó a decir a Diego lo que le gustaba de la novela: “cómo utilizaba la ficción para hacerse preguntas revolucionarias de verdad y de una audacia notable”. Y concluyó: “Para eso sirve la literatura y yo lo festejo”.

Olga Viglieca arrancó con una bronca: “Es un escándalo que Diego Rojas no esté acá. Es una injusticia feroz que vamos a tratar de capear como podamos”. Y habló del silencio, el silencio enorme que dejó la muerte de alguien presente en las redes, en los medios y en los teléfonos de sus amigos a cualquier hora. “Cuando, sobre el final de la novela, el protagonista presencia la muerte de su amiga, dice: ‘Nunca más me iba a hablar’. Y esa ha sido una constatación terrible. Diego nunca más nos iba a hablar. Pero Diego nos dejó un bonus track, la continuidad de su palabra, la ruptura de ese silencio, es la novela. Porque en la novela está la voz de Diego en su alter ego, el protagonista. Es una voz inconfundible y es una restitución de su, su presencia, de alguna manera”.

En el libro, dijo Viglieca, ese alter ego mezcla, como Rojas, “ferocidad e inocencia”. Y “muchas veces el protagonista se pregunta si esa revolución es una revolución que él pueda tolerar. Eso no se lo pregunta a Diego por primera vez, también se lo preguntó Sergei Esenin, y nadie diría que Esenin no fue un bolchevique”.

Con todos sus cuestionamientos, dijo Viglieca, en la novela Rojas dejó clara su posición: “Cuando él tiene que nombrar a una organización revolucionaria, dice ‘Los Wermus’. Como mucha gente sabe, Wermus es el nombre de origen de Jorge Altamira. Hay una adscripción política tajante para que no haya dudas respecto de dónde está parado, aunque se permita reflexionar y pensar, en las mejores tradiciones del trotskismo >Finalmente, la autora de Las obreras que voltearon al zar mostró otro costado de la novela de Rojas: “El rescate de los orígenes, el rescate de la sintaxis, del español del pueblo boliviano, donde ahí aparece un Diego que no es un Diego muy conocido por nosotros, pero que demuestra hasta dónde está enraizado en el origen de sus padres, hasta donde él reconoce una pertenencia >Claudia Piñeiro sacó una hoja. Dijo que ella no suele leer pero esta vez... mejor tener la intervención escrita. “Leer Los días de la zona es una forma de volver a hablar con Diego >Sobre la novela, Piñeiro agregó: “El periodista, Ariel Schraiber, se arriesga a transmitir información prohibida, algo que Diego hacía también”. También, dijo, “hay un líder indígena que organiza un ejército, cholas que luchan con polleras, trenzas y sombrero... En definitiva, un pueblo que se niega a ser borrado de la historia. Frente a ellos, una ultraderecha con nombres y discursos que resuenan demasiado familiares“.

Los días de la zona es, dijo la autora de Las maldiciones, “perturbadora, entretenida, política, violenta, por momentos graciosa, con ese humor ácido tan de Diego y hasta tierna”. Y aludió a la sintaxis boliviana: “Dice, por ejemplo: ‘En paz estamos con ustedes’, ‘Quieto vas a estar, joven’, ‘Tranquilo también’. Nosotros diríamos ‘vas a estar tranquilo’. Y eso se sostiene durante toda la novela”. No se trata de un toque de color, dice Piñeiro. “Es una reivindicación del habla de Bolivia, un acto de resistencia cultural”.

Martín Sivak arrancó agradeciendo el honor de ser parte de esa mesa y dio una interpretación: “Mi primera reacción fue leerla como una novela insurreccional, una novela insurreccional con la ironía de Diego. ¿En qué consiste esa ironía? En que esta novela insurreccional está escrita por un escritor trotskista pero su sujeto de cambio no son los obreros fabriles, no son los mineros, que han sido el gran foco de interés del trotskismo en Bolivia, y no solamente en Bolivia, sino empobrecidos migrantes aimaras en Argentina >Sivak señaló, también, que en el líder de la revuelta en la novela, el “Mallku”, resuena Felipe Quispe, que “fue el proyecto más radical de ese indigenismo en los últimos treinta años”. Quispe, dijo, “organizó un grupo guerrillero, el GTK, en el que estaba Álvaro García Linera, que es más conocido en Argentina porque después fue el vicepresidente de Evo Morales”.

El público -entre quienes había periodistas, editores, la familia de Rojas, Jorge Altamira- se ríe. Sivak señala: “el final tan pero tan hermoso, no es un final de derrota. Porque cuando alguien se va a morir, supuestamente es el momento para evocar con nostalgia lo que sucedió en su vida, los momentos lindos o los momentos tristes. Diego eligió terminar su novela sin nostalgia del pasado y les dice a sus interlocutores: ‘Hay una revolución, ¿qué es lo que puedo hacer?’. Es un hombre que muere diciendo: ‘Quiero una revolución’“.

Entonces, sí. Bandeja, copas, brindis. Y la voz de una mujer que grita: “¡Diego Rojas!“, ”¡Presente!

Fuente: telam

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