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15/08/2025

Criptomonedas y crimen: dos inversores fueron acusados de secuestrar y torturar a un programador en Manhattan

Fuente: telam

Lujo, violencia y seguridad privada se mezclaron en un townhouse de Nueva York que se convirtió en escenario de torturas para obtener el acceso a una fortuna digital. Cómo el exceso y la codicia pueden transformar un entorno privilegiado en escenario de delitos extremos

>El mundo de las El episodio, considerado el primer secuestro cripto documentado en Nueva York, puso en evidencia los riesgos y la falta de regulación que rodean a la economía digital, según reportó The Intelligencer.

La denuncia de Carturan se produjo tras una huida la mañana previa al fin de semana del Memorial Day. Descalzo y con la cabeza ensangrentada, el joven de 28 años logró salir del townhouse de cinco pisos en Prince Street, Manhattan, y pedir ayuda a un agente de tráfico.

Según su testimonio, había sido retenido y sometido a torturas físicas y psicológicas por Duplessie y Woeltz, quienes buscaban acceder a sus criptomonedas. La policía, tras su declaración, detuvo a los presuntos captores y halló en la vivienda pruebas que respaldaban la versión de la víctima: sangre en varias habitaciones, fotografías de los acusados amenazando a Carturan con una motosierra y un arma, así como documentos en los que se le exigía entregar las claves de sus wallets.

Además, se incautaron herramientas y materiales que, según la acusación, podrían haber servido para deshacerse de un cuerpo.

El perfil de los acusados revela trayectorias marcadas por el exceso y la inestabilidad. Duplessie, criado en un entorno privilegiado en Greenwich, Connecticut, junto a figuras del mundo financiero, acumuló desde joven episodios de violencia y adicción.

Tras abandonar varias universidades y fracasar en distintos negocios, encontró en las criptomonedas una vía para acceder a grandes sumas de dinero y círculos exclusivos.

Junto a su padre, impulsó el fondo Pangea en Suiza, que atrajo inversiones millonarias, pero terminó envuelto en sospechas de fraude y promesas incumplidas. Su vida se caracterizó por fiestas ostentosas, relaciones turbulentas y una constante huida, desde California hasta Miami y Europa.

De carácter reservado, amasó una fortuna superior a los USD 100 millones y se dedicó a proyectos de agricultura regenerativa y filantropía local en Kentucky. Sin embargo, testimonios de su expareja y allegados describen un giro hacia comportamientos paranoicos y violentos tras su asociación con Duplessie, incluyendo episodios de control extremo y amenazas armadas.

El modus operandi desplegado en Manhattan combinó el lujo con tácticas de intimidación y control. El townhouse de Prince Street se transformó en un epicentro de fiestas, con la presencia de modelos, empleados de tiendas de moda y una plantilla de seguridad privada que incluía a policías fuera de servicio.

Videos y testimonios recabados por The Intelligencer muestran desde juegos de novatadas hasta episodios de violencia explícita, como descargas eléctricas con un cattle prod (vara o dispositivo eléctrico usado para arrear ganado), cortes con una motosierra y amenazas de muerte.

Según la acusación, los agresores buscaban doblegarlo para obtener acceso a sus activos digitales, valorados en decenas de millones de dólares.

La naturaleza descentralizada de las criptomonedas, la ausencia de intermediarios y la facilidad para transferir fondos sin dejar rastro bancario convierten a los inversores en objetivos especialmente vulnerables. Los delincuentes solo necesitan obtener la clave privada o el dispositivo físico donde se almacenan los fondos para apropiarse de fortunas enteras en segundos. A diferencia de los fraudes tradicionales, las víctimas no pueden recurrir a bancos ni a reguladores para revertir las transacciones.

La defensa de Duplessie y Woeltz ha intentado desmontar la versión de Carturan, alegando que su estancia en la casa fue voluntaria y que participó activamente en las fiestas y actividades del grupo. Argumentan que los videos y mensajes muestran a la supuesta víctima sonriente y disfrutando de la vida nocturna, y que su tardanza en denunciar y su libertad de movimiento contradicen la hipótesis de un secuestro.

Sin embargo, la fiscalía ha presentado mensajes y testimonios de asistentes que describen a Carturan como “roto” y “sin vida en los ojos”, así como pruebas de que fue presionado y amenazado para entregar sus contraseñas. El caso plantea interrogantes sobre los límites entre la coacción, la manipulación psicológica y la violencia física en entornos de lujo y exceso.

Mientras la investigación federal y estatal sigue su curso, solo Woeltz fue liberado bajo fianza. El proceso judicial deberá determinar si Carturan fue realmente una víctima de tortura o si, como sostiene la defensa, se trató de una serie de novatadas que terminaron fuera de control.

Fuente: telam

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