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08/08/2025

Roger Federer cumple 44 años: los comienzos rebeldes y volcánicos de la leyenda imparable del tenis mundial

Fuente: telam

En sus primeros años enfrentaba sanciones, dificultades escolares y explosiones de carácter que lo llevaban a romper raquetas y discutir con entrenadores. Cómo se convirtió en el máximo referente deportivo de conducta y admiración global

>Hoy Si hay un aspecto crucial en su biografía es su juventud rebelde, una etapa durante la cual el futuro campeón se mostró vulnerable ante sus propios demonios, superando crisis, desórdenes y una personalidad conflictiva que amenazó con interponerse en su camino a la gloria.

Todos aquellos que hoy ven en Federer un paradigma de caballerosidad y autocontrol no conocieron al niño y adolescente inquieto, contestatario y emocionalmente volcánico que fue antes de transformarse en leyenda.

Según la página oficial de la ATP, Federer inició su vínculo con el tenis profesional como ball boy, en el torneo Swiss Indoors de Basilea, su ciudad natal, entre 1993 y 1994.

Era apenas un niño asistiendo de primera mano a los rituales y exigencias del tenis de élite, y pronto comenzaría a destacar como uno de los mejores juniors del planeta.

Ese mismo año, obtuvo sus primeros puntos profesionales de ranking ATP tras vencer a Manuel Jorquera en un pequeño torneo satélite en Suiza.

El talento era indiscutible: sus resultados lo catapultaron del puesto 878 al 396 del ranking mundial en una sola semana. Sin embargo, el joven suizo daba señales tempranas de que el éxito deportivo no acompañaba necesariamente a la madurez personal.

El retrato más descarnado de ese Federer adolescente aparece en los testimonios de su primer preparador físico, Paul Dorochenko, en declaraciones recogidas por ESPN: “Federer era un chico muy simpático, muy abierto y muy agradable. Pero era muy hiperactivo. Estaba loco. No paraba de cantar, no venía a la preparación física y yo tenía que ir a buscarlo. Federer hacía una macana y no aprendía. Lo tenías que castigar otra vez. Esos años han sido complicados”.

Dorochenko narra una relación marcada por la continua desobediencia, con Federer esquivando toda rutina que no fuera un partido.

El joven Roger rehuía los entrenamientos, su energía desbordada chocaba contra la disciplina y su respuesta ante los límites impuestos por el staff técnico era la reincidencia en el desorden.

El entrenador destaca que la repetición de sanciones era permanente, y que el proceso de aprendizaje era dificultoso porque Federer no interiorizaba las correcciones, sino que volvía a incurrir en faltas.

Su estadística durante sus primeras 36 apariciones en el circuito mayor era contundente: 21 derrotas y sólo 15 triunfos, sin títulos ni finales a su nombre.

Según Express UK, se desarrolló un episodio compartido junto a Marat Safin, otro temperamental del circuito, durante un torneo junior para determinar quién era el mejor joven del mundo.

Durante un torneo en Hamburgo, en el año 2001, ya en el top 50, Federer enfrentaba al argentino Franco Squillari, entonces número 19 del mundo. Malhumorado y fuera de foco, perdió en dos sets y, presa de la frustración, destrozó su raqueta ante la mirada de su familia y entrenadores.

Consultó a un psicólogo y necesitó dos años de esfuerzo continuo para encontrar el equilibrio ideal entre la pasión y la serenidad. La transformación no fue instantánea ni superficial: se trató de una reconstrucción profunda.

De a poco, el chico díscolo fue transformándose en un profesional íntegro y cerebral, rasgos que con los años pasarían a definir su figura pública y privada.

La consolidación de Federer en la élite comenzó con el triunfo en su primer título ATP en Milán en 2001, tras vencer a Julien Boutter.

Su estadía entre los grandes se selló definitivamente con el título de Masters 1000 en Hamburgo en 2002, venciendo al número uno, Marat Safin, y alcanzando así el top 10 mundial, según narra el sitio de la ATP.

Desde 2004, Federer inició un ciclo hegemónico nunca antes visto: dominó la cima del ranking mundial durante 237 semanas consecutivas, un récord aún inédito, conquistó 11 de 16 majors entre 2004 y 2007.

La metamorfosis fue total. De acuerdo con la prensa internacional, Federer pasó de ser observado por los árbitros por conductas antideportivas, a tener a jugadores y fans boquiabiertos por la perfección de su tenis y por su comportamiento impecable.

La carrera del suizo estuvo jalonada por títulos e hitos tras dejar atrás su carácter volátil. En 2009 igualó el récord de 14 Grand Slams de Pete Sampras tras conquistar Roland Garros por primera vez, y de esa manera completó los famosos torneos grandes.

Un par de semanas después lo superó en Wimbledon ante Andy Roddick, estableciéndose con 15 títulos major, siendo el jugador de ese entonces, con la mayor cantidad.

La última etapa de su carrera lo vio reinventarse nuevamente: triunfos en Grand Slams pasados los 35 años, el título de Grand Slam número 20 en 2018 en Australia y la conquista del récord de mayor edad como número uno del mundo, con casi 36 años.

En 2022, se retiró del tenis profesional, a sus 41 años, en la Laver Cup, un torneo de exhibición, que reúne a los mejores jugadores de Europa y Resto del Mundo.

El suizo pudo decir adiós al deporte que tanto ama junto con sus rivales históricos como Rafael Nadal y Novak Djokovic.

Estaban todos emocionados por la situación, que ameritaba esta ocasión tan importante en la historia de este deporte y más que nada Rafael Nadal, que seguramente sentía que su retiro estaba cerca de llegar, algo que sucedió finalmente en noviembre del año pasado.

Federer, ya convertido en padre y modelo de conducta, afrontó sus derrotas, con naturalidad y sin perder nunca su aura de caballero, aceptando con grandeza el avance de Nadal y Djokovic como rivales en el podio histórico.

Considerado por colegas y especialistas como un ejemplo de templanza, respeto, paciencia y concentración, representa la síntesis de los valores que inspiraron a generaciones; su trayectoria encarna todo aquello que define lo mejor del espíritu humano dentro y fuera de la competencia.

Además de sus hazañas en la cancha y su lugar indiscutido entre los grandes de todos los tiempos, su trayectoria demuestra que la excelencia no solo se mide en victorias, sino en la capacidad de superar debilidades, transformarse y respetar a los demás. Su figura, admirada por rivales y seguidores, trasciende récords y títulos, mostrando que la grandeza verdadera se construye con humildad, disciplina y generosidad.

Fuente: telam

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