03/08/2025
Entre amenazas a “la indiada” y un ejército boliviano clandestino: la novela que dejó Diego Rojas días antes de morir

Fuente: telam
El periodista escribió una distopía en la que gobierna la ultraderecha racista y grupos armados atacan Buenos Aires. Aquí, algunos fragmentos
>Diego Rojas era, ante todo, periodista. Un periodista culto, que había pasado por la carrera de Letras, pero también un periodista valiente, que logró una entrevista que fue fundamental en la condena del sindicalista José Pedraza en la causa del homicidio del militante Mariano Ferreyra. Rojas era un militante trotksista y, también, era hijo de una familia boliviana de clase media alta. Irónico, autoparódico, amante del mejor cine y de los Negronis, Rojas cruzó su mirada y sus conocimientos políticos con los de arte, de literatura y la propia raíz famliar y escribió Los días de La Zona.
Aquí, algunos fragmentos de la novela:
–Estamos ante una amenaza –siguió el líder de Aurora–. El grupo Wermus no es el culpable de los últimos acontecimientos. Eso significa que hemos fallado. Tenemos otro enemigo interno. Y debemos acabar con él. La multiplicación de nuestros enemigos demuestra que no es momento de aperturas. Si exterminamos a los bolitas, vamos a pararnos de otro modo ante la población. Ha llegado la hora de la espada.Cuando era chico le gustaba Alfredo Alcón. Ahora intentaba mostrar la misma severidad del actor cuando interpretaba a San Martín en una película que había visto hacía muchísimos años, apenas salido del Liceo. Los aperturistas estaban siendo humillados.Ahora bien: ¿Qué piensa, señora Viola, cuando siente el hedor primitivo en la cuadra de su casa, por la chola que vende ajos y limones? Sea honesta, ¿o no sabe que ese animal nunca debería haber llegado a nuestras tierras? ¿No se dice eso mismo cuando le cuentan que en plena calle evacuan sus heces y sus orines hombres borrachos con ropas andrajosas? ¿No desea que nunca hubieran venido, cuando se da cuenta de que la sociedad argentina sufre una degeneración racial inédita, cuando ve que la indiada ha ganado espacios masivos en la población? Si no iniciamos la guerra final, todo lo que logró este Proceso tan trabajosamente será destruido a través de una invasión silenciosa.
...................–¿Quieres té, café, Ariel? ¿Whisky? –permanecí en silencio–. Bien, así nomás, entonces. ¿Te sientas? –me invitó.
Su estudio tenía un aspecto austero: un estante con libros, una mesita y el sillón. Nos sentamos frente a frente.–Nos hicimos famosos por atacar a los turistas, por chicotear a los blancoides en las calles si nuestros hermanos los denunciaban por sus actitudes soberbias. Fuimos los primeros diputados que arrastraron por los pasillos del parlamento a una Núñez del Solar que le dijo por lo bajo «Colla de mierda» a una compañera chola. Hasta la plaza San Francisco la llevamos, resguardados por nuestra propia guardia de ponchos rojos, que impidió que la policía la rescatara. Y apedreada fue, ajusticiada por el propio pueblo que ella despreciaba.
Debido a nuestra merecida fama, cuando los falangistas empezaron la guerra se dedicaron a cazar a los nuestros, que estaban entrenados en el rigor y en el dolor y que estaban dispuestos a todo: mal ejemplo podían ser. Pronto, las fuerzas de nuestra organización mermaron de modo significativo. Bajas aquí y allá. Como te decía: masacres. En ese estado de cosas, mis camaradas decidieron que yo marchara hacia el exilio para que, una vez mejoradas las condiciones, regresara para vencer.Entonces obedecí la decisión del comité central de salir momentáneamente del país. Pude dejar Cochabamba sin que nadie me notara y seguí al pie de la letra el plan de pernoctar en casas operativas cada doscientos kilómetros, hasta llegar, por fin, a la frontera. Atravesé los paisajes más difíciles a pie, en burro y en camión. No sabes, Ariel, esa perversa combinación de belleza y muerte que caracteriza a mi tierra.
La clandestinidad ha sido una de las formas más extendidas de la militancia en Bolivia, donde los revolucionarios hemos sido como conejos perseguidos por los perros de caza de los blancoides. Siempre que salía de mi país en distintas épocas, debido al fragor de la lucha, me daban refugio los izquierdistas de cada país al que llegaba, pues. ¿Y qué encontraba? Sorprendidos se mostraban cuando les contaba de dónde venía, cuando les explicaba que había soviets mineros, milicias obreras, ejércitos campesinos. A historia inventada les sonaba todito eso, que fruto de la imaginación solamente podía ser. Las asignaban a la fantasía porque para ellos la revolución se hacía desde los comités, sentados en sus sillas, discutiendo a Marx o a Lenin sin preocuparse, ¿no ve?, por alcanzar la fusión necesaria con el campesinado y el proletariado o, como decimos nosotros, con el pueblo indio.En Bolivia hemos sentido varias veces el temblor que precede al terremoto revolucionario. Y también el ulular del país herido cuando la revolución retrocede. La guerra civil no permite determinar con seguridad si se avanza o no.Después, abracé uno a uno a los tres militantes: Domitila, Paulina y Andrés. Había lágrimas en sus ojos, pero también valor. A la medianoche partimos, en el punto señalado nos despedimos. A la una de la mañana comenzó el ataque.
Cuando los vi correr, disparé un arpón que se incrustó en el muro y del que pendía una cuerda. Yo estaba vestido de negro y tenía conmigo una mochila con armas para defenderme, llegado el caso. Comencé a escalar. Sirenas y voces de alerta salían desde altoparlantes. Los nuestros no dejaban de disparar y tirar cargas de dinamita. Empecé a correr sin mirar atrás. El ruido de los disparos no solo se hacía cada vez más lejano, sino que el espacio entre las balaceras se acrecentaba cada vez más.
.........
Durante las primeras horas de la madrugada comenzó la ofensiva dirigida por el Ejército Popular de los Mallkus, organización de combate que lidera esta guerra, contra el enemigo fascista que administra el país y el gueto conocido como «La Zona», desde la Casa Rosada.
Miles y miles de combatientes protagonizaron los movimientos generales iniciales de la insurrección, dirigidos por el Ejército de los Mallkus contra la dictadura que gobierna la Argentina.
Fuente: telam
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