25/07/2025
La era dorada de Hollywood bajo la lupa: censura, guiños ocultos y la energía queer que sobrevivió a la represión

Fuente: telam
En su nuevo libro, Michael Koresky analiza cómo el “Código de Producción” impulsó formas innovadoras de representación LGBTQ+ en el cine clásico, desafiando los límites impuestos por la moralidad dominante
>¿Qué es exactamente el “cine queer” y cómo deberíamos entenderlo hoy? Michael Koresky ha dedicado gran parte de su carrera a responder a esta pregunta. Como curador de la serie Queersighted de Criterion Channel, ha arrojado nueva luz sobre los temas LGBTQ+ al yuxtaponer joyas raramente vistas del cine mundial con películas más famosas, tanto esperadas (Mulholland Drive) como menos (Addams Family Values). Su libro sobre el cineasta británico Terence Davies argumentó que la homosexualidad de la obra de Davies derivaba no solo de la homosexualidad del director, sino también de cómo su obra “se desvía de las preocupaciones formales y culturales de sus contemporáneos cinematográficos”. En Films of Endearment, Koresky y su madre revisitaron películas que habían visto por primera vez cuando él estaba creciendo, incluido el clásico Mommie Dearest, cuyas “aborrecibles delicias” habían compartido incluso antes de que Koresky le revelara su homosexualidad “como si fueran parte de un lenguaje aún sin traducir”.
El Código de Producción, instituido a principios de la década de 1930, era un conjunto de directrices que insistían en una especie de moralidad puritana en el contenido cinematográfico. Es la razón por la que prácticamente nadie decía palabrotas ni se desnudaba en las películas de Hollywood antes de los años 60. Y quienes lo redactaron eran radicalmente contrarios a la diversión: «Ninguna trama debe presentar el mal de forma atractiva», reza una regla típica. En términos más concretos, fue la frase «la perversión sexual o cualquier inferencia a ella está prohibida» la que se utilizó durante décadas para justificar la eliminación de las vidas LGBTQ+ en la gran pantalla.
Al menos, esa era la intención. Como muestra Koresky en este entretenido recorrido por películas de los años 30 a los 60, «la era del Código de Producción puede haber dado un golpe de timón a la cinematografía, pero dejó una mancha escarlata de eros a su paso». Siguiendo los pasos de Vito Russo, cuyo libro The Celluloid Closet (1981, revisado en 1987) es el texto fundacional sobre la homosexualidad en las películas de Hollywood, Koresky analiza los guiños y las referencias en películas como Rope de Alfred Hitchcock, la versión de Judy Garland de A Star Is Born y el sueño febril caníbal de Tennessee Williams Suddenly, Last Summer. Argumenta que la supresión de la temática LGBTQ+ puede producir, y de hecho produjo, películas con una especie de exceso de energía queer que aún podía ser fácilmente decodificada por los espectadores. Rope es un gran ejemplo: como señala Koresky, el estudio, al promocionar la película, logró pasar por alto sus temas más transgresores al centrarse en la muy publicitada ilusión de que la acción tiene lugar en una sola toma; pero incluso entonces, sus “matices lavanda”, como señaló contemporáneamente Variety, siguieron siendo inconfundibles.A través de lecturas minuciosas de aproximadamente media docena de películas y sus historias detrás de escena, Koresky rastrea el Código de Producción desde su inicio hasta su implosión, enmarcado, en un capricho de la historia, por dos adaptaciones de la misma obra: The Children’s Hour de Lillian Hellman, un melodrama de 1934 en el que las vidas de dos maestras en una escuela para niñas se deshacen por rumores de su lesbianismo. Cuando el director William Wyler lo filmó por primera vez en 1936, como These Three, los dictados del Código de Producción exigieron que el lesbianismo fuera suplantado en la trama por el adulterio. Un cuarto de siglo después, Wyler filmó la obra de nuevo, restaurando tanto su título original como su trama queer. Protagonizada por Shirley MacLaine y Audrey Hepburn, esta “reversión justa”, realizada cuando el Código comenzaba a desintegrarse, tenía como objetivo honrar lo que se eliminó de These Three.Las reacciones de una clase de cine de la Universidad de Nueva York quizá no reflejen las del cinéfilo contemporáneo promedio, pero orientan a Koresky en una dirección interesante. La recepción de las películas por parte del público puede, por supuesto, cambiar radicalmente con el tiempo. Lo inesperado es que películas que antes se consideraban retrógradas puedan demostrar tener algo que ofrecer. Russo, escribiendo poco después de la desaparición del Código de Producción, cuando la representación queer estaba más prohibida y era menos común que hoy, estaba preocupado por el carácter de dicha representación. “La visibilidad gay nunca ha sido realmente un problema en el cine”, escribió. “Los gays siempre han sido visibles. Es la forma en que han sido visibles lo que ha seguido siendo ofensivo durante casi un siglo”. Su problema con The Children’s Hour fue que “el lesbianismo nunca se considera una opción válida. La homosexualidad es el secreto sucio... No es una mentira lo que destruye a Martha; es la terrible verdad >Koresky no discrepa del todo con Russo sobre las deficiencias de The Children’s Hour. Pero tras haber vivido una era cinematográfica más favorable a los creadores y temas queer, a varias generaciones de distancia de los efectos opresivos del Código, Koresky evidentemente considera menos vital políticamente que las películas presenten paradigmas positivos de un estilo de vida queer. Si bien refuta con razón la idea de que vivimos en un mundo “post-gay”, aún puede permitirse mayores matices en sus lecturas que Russo, quien, con razón, se preocupaba, a falta de una mejor expresión, por los gays buenos y los gays malos.
Fuente: The Washington Post
Fuente: telam
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