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17/07/2025

La politización de la inteligencia revela tensiones inéditas y desafíos internos para la C.I.A.

Fuente: telam

El libro ‘The Mission’ del periodista y escritor estadounidense experto en el tema, presenta testimonios sobre desafíos morales, fracasos operativos e influencia de intereses

>“¿Cómo lo haríamos si fuéramos a la guerra con México?” La pregunta, atribuida a Donald Trump por su primer director de la Agencia Central de Inteligencia (C.I.A.), Mike Pompeo, ilustra la relación tensa y a menudo instrumental que el expresidente mantuvo con la principal agencia de inteligencia de Estados Unidos. Este episodio, recogido en el libro The Mission de Tim Weiner, sirve como punto de partida para analizar la creciente politización de la inteligencia estadounidense bajo la administración Trump, un fenómeno que, según el autor, amenaza con profundizarse.

Sin embargo, un análisis preliminar de la Agencia de Inteligencia de Defensa (D.I.A.) contradijo la versión presidencial: los bombardeos solo habrían causado daños limitados y retrasado el programa nuclear iraní unos pocos meses. El presidente, lejos de retractarse, insistió en su relato y anticipó que análisis posteriores lo confirmarían. Poco después, su director de la C.I.A., John Ratcliffe, desestimó la evaluación de la D.I.A. y afirmó que “nueva inteligencia” de una fuente no identificada demostraba que los sitios habían sido “gravemente dañados”, una expresión menos enfática que la preferida por Trump, pero cercana.

La confusión sobre el impacto real de los ataques dejó en evidencia, para muchos observadores, la manipulación política de la inteligencia estadounidense. Según Weiner, este patrón no es nuevo, pero se ha intensificado con Trump en la Casa Blanca. El autor, quien ha dedicado su carrera a documentar la evolución de la comunidad de inteligencia de Estados Unidos —tanto como reportero de The New York Times como en su premiado libro Legacy of Ashes—, sostiene que la presión política sobre la C.I.A. ha sido una constante, especialmente desde el final de la Guerra Fría.

En “The Mission”, Weiner narra cómo la agencia buscó un nuevo propósito en los años 90, primero colaborando en la guerra contra las drogas y, tras los atentados del 11 de septiembre, en la lucha contra el terrorismo. Los agentes persiguieron a Osama bin Laden en Afganistán y recurrieron a la tortura de prisioneros de alto valor para obtener información sobre futuros ataques.

Uno de los temas centrales de “Legacy of Ashes” era que casi todos los directores de la C.I.A. dejaban la agencia en peor estado que como la encontraron. Weiner argumenta que esta tendencia persiste en el siglo XXI, en gran parte por la presión política sobre el trabajo de inteligencia.

El caso más notorio fue la preparación de la invasión estadounidense a Irak, basada en la falsa premisa de que Saddam Hussein poseía armas de destrucción masiva. El asesor de la administración Bush, Scooter Libby, según Weiner, estaba “tan entregado a la causa de la guerra que vengativamente reveló la identidad de una agente encubierta de la C.I.A. cuyo esposo, exembajador, había desacreditado el argumento de que Saddam estaba construyendo una bomba nuclear”.

El libro también explora cómo el ego institucional y la creencia en la supremacía estadounidense han cegado a la agencia. En los últimos quince años, la C.I.A. ha sido sorprendida repetidamente, como en China, donde los servicios de inteligencia locales lograron identificar y eliminar a agentes estadounidenses. La agencia tampoco anticipó las revueltas de la Primavera Árabe en 2010, en parte porque sus espías dependían de información proporcionada por funcionarios envejecidos de regímenes dictatoriales a punto de colapsar.

La administración Trump ocupa un lugar destacado en la crítica de Weiner. El autor detalla la extensa red de contactos entre el equipo de campaña de Trump y funcionarios de inteligencia rusos, así como los intentos del presidente de someter a la C.I.A. a sus intereses, mientras exigía a sus asesores de inteligencia que evaluaran propuestas impulsivas.

En contraste, Weiner recuerda un episodio de 2007, cuando la C.I.A. obtuvo pruebas sólidas de que Siria avanzaba en la construcción de un arma nuclear. El hallazgo desató un intenso debate en la administración Bush sobre la posibilidad de un ataque preventivo, es decir, un bombardeo sorpresa contra un país con el que Estados Unidos no estaba en guerra. Uno de los asesores más cercanos a Bush se opuso con firmeza: “No hacemos Pearl Harbors”. El plan se descartó, aunque posteriormente fue ejecutado por Israel.

A pesar de la amplitud y actualidad de su obra, Weiner opta por una narración principalmente cronológica, lo que, según algunos críticos, puede dificultar la comprensión del lector ante la avalancha de nombres y situaciones. En apenas diez páginas del segundo capítulo, se presentan al menos quince oficiales y abogados de la C.I.A., muchos de los cuales no reaparecen hasta decenas de páginas después, si es que lo hacen.

No obstante, Weiner muestra aprecio por muchos de los oficiales de inteligencia entrevistados, y algunos de los pasajes más conmovedores del libro describen las crisis de fe que sufrieron durante la guerra contra el terrorismo, sus dilemas morales ante la tortura de prisioneros o los ataques con drones en los que civiles inocentes resultaron víctimas colaterales. Esta introspección moral, sin embargo, parece casi ingenua frente a la corrupción de la política exterior estadounidense actual.

En este contexto, las advertencias de Weiner sobre los riesgos que enfrenta tanto la C.I.A. como Estados Unidos adquieren un carácter premonitorio.

Fuente: telam

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