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10/07/2025

De escenario de pruebas nucleares a laboratorio natural: así es el atolón Bikini, un paraíso inesperado en el Pacífico

Fuente: telam

En la posguerra fue famoso por los experimentos atómicos que coparon sus costas, hoy es ejemplo de cómo la ausencia humana puede desencadenar una recuperación ecológica sorprendente

>En el corazón del Pacífico Central, un lugar marcado por la devastación nuclear se ha transformado en un inesperado refugio de vida marina. El Según un reportaje de BBC News Mundo, la toxicidad residual de la zona, lejos de condenarla al olvido, ha protegido a sus ecosistemas de la explotación, convirtiéndolo en un En 2016, Stephen Palumbi, profesor de Ciencias Marinas en la Universidad de Stanford, se sumergió en las aguas del atolón Bikini junto a la investigadora Elora López-Nandam. Su objetivo era evaluar el estado de un arrecife poco conocido, pero lo que encontraron superó cualquier expectativa.

Sin embargo, la expedición también detectó señales de un entorno alterado. Una grieta perfectamente recta de al menos 1,6 kilómetros atravesaba el arrecife, y el sistema de navegación del barco indicaba la presencia de islas que ya no existían, borradas por las explosiones nucleares.

El cráter Bravo, una cuenca de 75 metros de profundidad y 1,5 kilómetros de ancho, aún conserva sedimentos con altas concentraciones de plutonio, americio y bismuto radiactivos, aunque el agua presenta niveles de radiación similares a los del fondo marino global.

A pesar de este legado tóxico, la vida marina prospera. “Es alucinante”, afirmó Palumbi. Incluso se han reportado anomalías, como tiburones sin segundas aletas dorsales, que algunos atribuyen a la radiación, aunque sin confirmación científica definitiva. Lo más notable es el tamaño de los peces, considerablemente mayor que en zonas sometidas a pesca intensiva.

El atolón Bikini fue sometido a 67 pruebas nucleares por parte de Estados Unidos entre las décadas de 1940 y 1950, con una potencia total de 210 megatoneladas de TNT, más de 7.000 veces la fuerza de la bomba lanzada sobre Hiroshima.

La devastación humana y ambiental fue profunda. Las islas se convirtieron en un lugar fantasma, habitado únicamente por cuidadores, mientras la radiactividad persistía en el entorno. Incluso los cocos en las playas resultan peligrosos para el consumo.

Sin embargo, la ausencia de actividad humana y pesquera creó, de manera involuntaria, un refugio donde la vida silvestre encontró protección y espacio para recuperarse.

La principal consecuencia de la prohibición de la pesca en Bikini ha sido la explosión de vida marina. Los peces, libres de la presión humana, alcanzan tamaños inusuales y los corales forman estructuras de gran envergadura.

Este fenómeno no es exclusivo de Bikini. El reportaje de BBC News Mundo destaca que la ausencia de pesca permite que los peces vivan más tiempo y se reproduzcan, incrementando la población de una generación a otra.

El caso de Bikini encuentra paralelos en otras partes del mundo. En 2006, el entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush, estableció el Monumento Nacional Marino Papahānaumokuākea en Hawái, imponiendo una prohibición total de la pesca en la zona.

Otro ejemplo histórico se remonta a la Segunda Guerra Mundial. Entre 1939 y 1945, la pesca en el Mar del Norte prácticamente cesó debido a los riesgos de la guerra.

La sobrepesca ha transformado los océanos en menos de un siglo. El atún rojo se encuentra al borde de la extinción, y en Canadá oriental desaparecieron hasta 810.000 toneladas de bacalao que antes se capturaban anualmente.

Según BBC News Mundo, la biomasa total de peces se ha reducido en unos 100 millones de toneladas desde tiempos prehistóricos, y se estima que el 90% de las poblaciones de peces del planeta están agotadas.

La desaparición de especies marinas es una de las consecuencias más graves de la sobrepesca. En Europa, las poblaciones de tiburones han disminuido entre un 96% y un 99,99% desde el siglo XIX.

El Mediterráneo, que alguna vez albergó grandes tiburones blancos, hoy apenas registra avistamientos de estos depredadores. La reducción de tiburones ha beneficiado a especies de presa, como los peces más pequeños, alterando el equilibrio del ecosistema.

John Lynham sostiene que, en ausencia de pesca, los depredadores principales regresarían y el ecosistema oceánico tendería a reequilibrarse, aunque esto podría implicar una disminución en la abundancia de especies de las que se alimentan.

La pesca industrial no solo afecta a las especies marinas, sino que también contribuye a la contaminación por plásticos. Más de las tres cuartas partes de los desechos plásticos grandes en la gran mancha de basura del Pacífico Norte provienen de la llamada pesca “fantasma”: redes, cuerdas y sedales abandonados que continúan atrapando vida silvestre.

En cuanto al cambio climático, la pesca ha liberado al menos 730 millones de toneladas de dióxido de carbono desde 1950, una cifra comparable a las emisiones anuales de Alemania en 2021.

En contraste, el atolón Bikini ofrece una oportunidad única para observar un ecosistema marino que ha evolucionado sin intervención durante casi siete décadas.

Entre los resultados más significativos, los investigadores registraron estructuras coralinas complejas, alta diversidad de peces y una cadena trófica intacta, elementos que escasean en áreas afectadas por la pesca industrial.

El uso de cámaras remotas y análisis de ADN ambiental permitió documentar también la presencia de especies poco comunes en otras regiones del Pacífico, lo que posiciona a Bikini como una línea de base ecológica para comparar con ecosistemas degradados. La recolección de datos a profundidades de hasta 2.300 metros también reveló la integridad del ecosistema más allá de las zonas superficiales.

El atolón se convierte así en una herramienta científica, una “fotografía posible” de lo que el océano puede ser cuando se le concede espacio y tiempo para regenerarse. Sus condiciones permiten proyectar escenarios de restauración en zonas hoy sobreexplotadas, a partir de decisiones políticas que prioricen la conservación marina a largo plazo.

A pesar de los beneficios ecológicos de reducir la pesca, la realidad es compleja. “La pesca juega un papel muy importante en la vida de muchas personas”, advirtió Palumbi en declaraciones recogidas por BBC News Mundo. Más de 3.000 millones de personas dependen del pescado y los mariscos como parte fundamental de su dieta, y cientos de millones obtienen de la pesca su sustento.

El Consejo de Administración Marina estima que, con una gestión adecuada, la captura anual podría incrementarse en 16 millones de toneladas, suficiente para alimentar a 75 millones de personas adicionales.

Fuente: telam

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