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23/06/2025

Satélites en la mira: maniobras secretas y el riesgo de una guerra que comienza en silencio

Fuente: telam

El espacio se convierte en el nuevo campo de batalla. Maniobras orbitales y estrategias encubiertas redefinen la seguridad global

>El próximo conflicto global podría comenzar en silencio, muy por encima de la superficie terrestre, en la órbita donde los satélites se han convertido en el nuevo frente de confrontación entre grandes potencias.

En marzo de 2025, el general Michael A. Guetlein, vicejefe de operaciones espaciales de la Fuerza Espacial de Estados Unidos, reveló que los sistemas estadounidenses habían detectado “cinco objetos diferentes en el espacio maniobrando dentro y fuera, y alrededor unos de otros, en sincronía y bajo control”, una situación que describió como “combate aéreo en el espacio”.

Los satélites constituyen el sistema nervioso de la guerra moderna, esenciales para la inteligencia, la navegación y las comunicaciones. Desactivar los satélites de un adversario puede dejarlo ciego en el campo de batalla y otorgar una ventaja decisiva en las primeras fases de un conflicto.

El primer movimiento en un conflicto mayor podría no manifestarse como un ataque con misiles o un ciberataque, sino como una maniobra silenciosa y negable en órbita, que señale el inicio de la guerra antes de que el mundo lo perciba. Un antecedente de este tipo de acción ocurrió en febrero de 2022, cuando un ciberataque contra Viasat precedió la invasión rusa a Ucrania, dejando fuera de servicio a decenas de miles de módems en Europa y afectando las comunicaciones militares ucranianas.

Las infraestructuras orbitales constituyen sistemas vastos que estructuran material y políticamente la forma en que se monitorean, aseguran y conceptualizan las amenazas a la Tierra. Los académicos Columba Peoples y Tim Stevens las describen como “ensamblajes sociotécnicos”: redes de satélites, estaciones terrestres, marcos de gobernanza y experiencia humana que vinculan la actividad espacial con la política, la economía y la seguridad en la Tierra.

La mayoría de las personas desconoce la profundidad con la que estos sistemas están integrados en la vida cotidiana. Los satélites permiten la navegación GPS, el acceso global a internet y telefonía, la predicción meteorológica y el monitoreo del cambio climático.

En el ámbito militar, los satélites resultan indispensables. Permiten la vigilancia en tiempo real de movimientos de tropas, despliegues de misiles y actividad naval, proporcionando la conciencia situacional que requieren los comandantes modernos. Facilitan comunicaciones seguras a través de continentes y guían armas de precisión mediante GPS. Algunos sistemas incluso ofrecen alertas tempranas de lanzamientos de misiles, brindando minutos valiosos para responder. En los conflictos actuales, los satélites no son un telón de fondo, sino parte integral del campo de batalla.

La manipulación de satélites, o “satellite tampering”, abarca cualquier interferencia deliberada con la función de un satélite y se considera cada vez más como un posible primer movimiento en un conflicto moderno. Esto puede incluir el bloqueo de señales de radio (jamming), el uso de láseres para cegar sensores (dazzling), la intrusión cibernética para secuestrar o desactivar satélites de forma remota, o incluso la manipulación física, como acercarse o empujar otro satélite fuera de posición.

Lo peligroso de estas acciones radica en que pueden ejecutarse en silencio, sin generar escombros ni explosiones, lo que las hace factibles y negables. En un momento geopolítico tenso, interrumpir satélites podría dejar ciego al adversario, cortar comunicaciones o degradar la navegación, todo sin disparar un solo tiro en la Tierra. Además, los atacantes pueden alterar o borrar los datos de diagnóstico, dejando a los operadores sin certeza sobre si un satélite presenta una falla, ha sido comprometido o ambas cosas.

Eventos recientes, como anomalías en el GPS y la colisión de un petrolero cerca del Estrecho de Ormuz el 17 de junio, demuestran cómo la interferencia electrónica invisible en sistemas espaciales puede tener consecuencias peligrosas en el mundo real sin un acto de guerra rastreable.

Combinadas con avances en guerra cibernética y electrónica, estas maniobras indican que el espacio está dejando de ser un dominio de apoyo para convertirse en un campo de batalla activo. La línea entre ejercicio y agresión se difumina, y la manipulación de satélites ha dejado de ser teórica para convertirse en una herramienta de señalización, interrupción y desactivación de sistemas críticos en los primeros minutos de un conflicto.

China ha estudiado detenidamente ambos lados del conflicto entre Rusia y Ucrania, extrayendo lecciones clave sobre el papel de la infraestructura espacial en la guerra moderna. De la ofensiva cibernética rusa contra Viasat, China aprendió que interrumpir las comunicaciones satelitales puede paralizar la capacidad de coordinación y respuesta del adversario, convirtiendo la interferencia satelital en una herramienta valiosa para obtener ventaja antes de una invasión.

Al mismo tiempo, la rápida adopción de Starlink por parte de Ucrania demostró el poder de las megaconstelaciones resilientes y descentralizadas para restaurar la conectividad, mantener el mando y control, y respaldar funciones militares y civiles en tiempo real.

Guowang y Qianfan son megaconstelaciones satelitales planificadas por China para proporcionar cobertura global de internet y fortalecer la independencia y resiliencia del país en comunicaciones espaciales. Guowang, que significa “red nacional”, prevé alrededor de trece mil satélites y funcionará como un sistema soberano de internet satelital, liderado por empresas estatales como la Corporación de Ciencia y Tecnología Aeroespacial de China.

Aunque ambos proyectos se presentan públicamente como iniciativas comerciales y tecnológicas, su naturaleza dual es evidente: están diseñados para permitir comunicaciones descentralizadas y robustas que puedan sobrevivir a interrupciones en tiempos de guerra y operar de forma independiente a la infraestructura occidental.

La teoría de la disuasión se basa en un principio sencillo: evitar que un adversario actúe de manera indeseada haciendo que el costo de esa acción supere cualquier posible beneficio. La disuasión efectiva depende de tres elementos: capacidad (la habilidad de responder o tomar represalias), credibilidad (la convicción de que se actuará) y comunicación (la señalización clara de líneas rojas y consecuencias).

El impacto operativo es inmediato: se pierde inteligencia, las comunicaciones se interrumpen y los sistemas de navegación o puntería quedan inutilizados. En un dominio sin reglas claras de enfrentamiento ni mecanismos de verificación confiables, un solo incidente orbital podría desencadenar una crisis militar antes de que los responsables comprendan lo ocurrido.

Para reducir el riesgo de errores de cálculo, el Modern War Institute señala la urgencia de establecer nuevas reglas de enfrentamiento, como umbrales de proximidad (distancias mínimas entre satélites), protocolos de advertencia ante manipulación (alertas automáticas o notificaciones diplomáticas en caso de interferencia), estándares compartidos de detección de anomalías (protocolos impulsados por inteligencia artificial para identificar comportamientos inesperados) y canales de comunicación de emergencia (“líneas directas espaciales” entre naciones con capacidad espacial).

Fuente: telam

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