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16/06/2025

Una hija, un hospital y la pandemia, un relato que emociona

Fuente: telam

“Este verano que empiece otra vez”, de Mercedes Calzado, pone en primer plano los sentimientos y recuerdos que surgen al acompañar a un padre enfermo

>En Este verano que empiece otra vez, la escritora y socióloga Mercedes Calzado narra el tiempo suspendido de una internación hospitalaria durante la pandemia. A partir de fragmentos escritos en un cuaderno, la protagonista —una mujer que acompaña a su padre enfermo— registra escenas cotidianas, recuerdos sueltos, gestos mínimos. Escribe para sostenerse, para ordenar la espera, para no perderse en la rutina anestesiante de médicos, enfermeros, diagnósticos y silencios.

Autora de Inseguros (Aguilar, 2015), coautora de Atravesar las pantallas (Teseo, 2021) y Comunicación, Cultura y Sociedad (Aula Taller, 2012), Mercedes Calzado es investigadora del CONICET y del Instituto Gino Germani, y docente en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Especializada en medios, cultura y violencia en Argentina y América Latina, en esta novela desplaza su mirada analítica hacia la experiencia subjetiva y fragmentaria del cuidado en tiempos de crisis.

Este verano que empiece otra vez recoge esas anotaciones —personales pero no privadas— que, desde un cuaderno escrito junto a una cama, logran tejer un testimonio colectivo sobre la fragilidad, la memoria y la palabra como forma de resistir.

Aquí, algunos párrafos de la novela:

Sueño con bagres.

Cuando era chica los pescaba y los devolvía al río, antes les contaba los bigotes.

Sueño con bagres, como otros sueñan con perros y persecuciones.

A los ocho pisé por primera vez un bagre, juntaba piedras a la orilla del río. Fue una mañana de marzo, la última antes de empezar las clases, la última antes del fin del verano. El dolor subió sin darme cuenta de que lo tenía clavado en la planta del pie, ardía más que cuando me ponían el desinfectante en los raspones de las rodillas. No lo vi, mi pie lo atacó sin saberlo, la aleta entró en mi planta. Me tiré sobre la arena, lloré y grité. Mi papá me levantó. Tanteó el pez clavado y lo desprendió, sereno, la caricia de sus uñas mordidas. Lo apoyó sobre la mesa. Tendido, panza arriba. Boqueaba. Me encandiló el brillo de las escamas. Miré mi pie, la piel rasgada como una tela, la sangre temerosa de mis gritos, el ardor.

Mi papá me agarró la mano:

Hablaba serio, como si yo fuera uno de sus clientes.

Tenés que elegir, insistió.

De vaca hoy no tengo. Mejor seguimos la pócima alternativa.

Le gritó a mi mamá que trajera sal, puso una pizca en un vaso, un poco de agua del termo del mate y otro poco de una botella fría.

Ocho veces volcó las gotas sobre la herida.

Por el poder del bagre.

Fuente: telam

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