15/06/2025
Cuando nació su hijo pausó su carrera para cuidarlo y creó una newsletter sobre crianza: Ignacio Pereyra, un padre que se cuestiona

Fuente: telam
Comenzó “Recalculando”, su boletín que también es sitio web, maldormido, aprendiendo a cuidar un bebé a tiempo completo, mudándose de un lado a otro y escribiendo parado entre hamacas y toboganes. Lleva tres años sosteniendo ese espacio en el que intercambia con lectores, plantea interrogantes y reflexiona sobre paternidad y masculinidad
>“¿Por qué soy como soy como varón? ¿Por qué me gustan las cosas que me gustan y por qué no? ¿Cuánto de eso es cultural y cuánto no? ¿Y esto sería igual si no fuera varón? ¿Y esto lo hago porque soy varón? ¿Y esto, en realidad, es de varón? ¿Qué es de varón y qué no lo es? ¿Hay un límite?”.
Cuando se convirtió en padre a Nacho Pereyra se le esfumaron las certezas. Su vida dio un vuelco y necesitó comprender qué le sucedía y escribir sobre sus experiencias, un poco a modo de catarsis.
Nacho es periodista, argentino, y desde 2020 vive en Grecia con su compañera, italiana, Irene Caselli —también periodista y autora de una newsletter llamada The First 1000 Days (Los Primeros 1000 Días), sobre crianza y la importancia de los primeros mil días de vida—. Pero antes de instalarse en Grecia para echar una raíz que aún no saben si dejarán crecer mucho tiempo más allí, vivieron en Italia, en Argentina, y estuvieron cuatro años siendo nómades sin un lugar al que llamar “casa”. La pandemia los sorprendió en medio de esa situación con su primer hijo aún pequeño y los obligó a establecerse: eligieron las afueras de Atenas, frente a la playa.
La crisis de Nacho que dio inicio a su newsletter no tenía que ver con el nomadismo al que ya estaba acostumbrado —o no principalmente— sino a que junto con la paternidad, a los pocos meses de nacer su primer hijo, a Irene le llegó una muy buena propuesta laboral. Esto, sumado a que su trabajo no iba muy bien y a que a poco de intentar sostener los trabajos de ambos y la crianza de un bebé se dieron cuenta de que el equilibrio era imposible, decantó en que él renunciara y se dedicara enteramente al cuidado y la crianza de su hijo. Así lo cuenta en uno de los primeros envíos de Recalculando: “Los primeros meses de Lorenzo coincidieron con un fracaso laboral propio, que resonó aún más porque contrastó con un éxito de Irene, mi compañera, también periodista, que pasó a convertirse en el sostén económico de la familia. Sin pensarlo demasiado, dejé a un lado casi dos décadas de trabajo como periodista para ocuparme a tiempo completo de Lorenzo y de las tareas domésticas.De pronto los roles de género tradicionales con los que habíamos crecido quedaron invertidos. En teoría, y durante los primeros días, no veía ningún problema. Pero a medida que pasaba el tiempo fue creciendo una sensación de incomodidad e insatisfacción. Desorientado, apareció una pregunta a la que intenté dar respuesta: ¿quién soy yo si no trabajo para ganar dinero?“.Nacho dice algo que las mujeres repiten hasta el hartazgo al convertirse en madres: “Yo no tenía tiempo para mí, no tenía nada, estaba todo el día con Lorenzo y nada más”. Entonces comenzó a levantarse a las cinco de la mañana para poder arrancarle más horas a su día y tener algo de tiempo propio antes de empezar a cuidar a su hijo, a las 9. Algo que usualmente también hacen las mujeres que maternan y trabajan de forma remunerada. Y las que escriben. “Y ahí empiezo a escribir y, claro, sale como una especie de catarsis, escribo un montón, y lo que era una crónica se transforma en un libro, que todavía tengo ahí, son más de 200 páginas”.
Era entonces 2021, Irene y una amiga le sugirieron postular a un programa de beca del International Center for Journalists (Centro Internacional para Periodistas) —ICFJ por sus siglas en inglés— en el que escogían un proyecto de medio digital para subvencionar y otorgaban capacitación a su autor para crearlo. Se postuló con la idea de su newsletter, lo eligieron y así comenzó Recalculando.Nacho comenzó su newsletter maldormido, aprendiendo a cuidar un bebé a tiempo completo, mudándose de un lado a otro y escribiendo parado entre hamacas y toboganes. Y —algo que destaca— sin red. Sin tribu. Porque ni él ni su compañera tenían a su familia ni a sus amigos cerca la mayoría del tiempo. Lleva tres años así.
En este tiempo con Recalculando cosechó aprendizajes, tanto del boletín como espacio como de los temas sobre los que escribe. Dice que “la newsletter tiene un potencial enorme” y que le brindó “un montón de perspectivas nuevas, experiencias de lectores, la posibilidad de mirar hacia adentro y ver cosas que no veía, de reflexionar”: “Irene siempre es una primera lectora y me hace comentarios, entonces me ayuda a parar la pelota y a ver con un poco más de profundidad. Es un privilegio tener el tiempo de pensar y de buscarle la vuelta, ya sea a cosas con los chicos, a mi forma de ser varón y por qué determinadas cosas me hacen sentir mal y por qué no”.Del intercambio con los lectores también destaca las devoluciones de un papá primerizo que se sentía identificado y cobijado por la newsletter: “Sentía que [el boletín] le decía: ‘Ey, hay que laburar esto o lo otro’, sentía que le hablaba a él pero que le daba una chance de repensar y repensarse en vez de ponerlo solamente contra el paredón”.
Dice también que es en esta forma de interpelar a quien lee, generando identificación, mostrándole que no es la única persona con determinado pensamiento o atravesando alguna situación, y en la cercanía entre autor y lector que genera el intercambio por mail, sin algoritmos ni intermediarios, donde radica la mayor riqueza de la newsletter como medio.Recalculando plantea temas como por qué los varones deben involucrarse en la organización de los cumpleaños de los hijos e hijas, “desde un concepto bastante pragmático porque creo que los varones somos bastante iletrados en tareas de cuidados por una cuestión de cómo está conformada la sociedad y de qué nos enseñan de chicos a unos y a otros. Los varones aprendemos a ser fuertes, a diseñar una carrera para generar plata y las mujeres están educadas en los cuidados. Entonces llegamos bastante ignorantes (te hablo siempre en línea generales) a esas tareas cuando se presentan”.Los temas más recurrentes que surgen en el intercambio con los lectores tienen que ver con lo cotidiano: cómo encontrar el equilibrio en las tareas domésticas y de cuidado, cómo resolver rispideces o conflictos en la pareja y cómo continuar con la pareja y alimentarla después de tener hijos. Ahí, él dice que su newsletter funciona como un puente: las parejas se las envían a sus compañeros o compañeras a modo de llamado a la reflexión. Para que lean lo mismo que les sucede a ellos y quizás no pueden poner en palabras o lo que les interesa que comiencen a plantearse.
Respecto a las nuevas masculinidades y a la deconstrucción de los viejos modelos tiene puntos interesantes: pide un poco de paciencia a las mujeres y sugiere a sus congéneres no huir de los conflictos y “dejar de barrer abajo de la alfombra” por comodidad. En vez de esto propone llegar a puntos de negociación para tener relaciones más armoniosas: “Al varón le puede parecer un embole tener que limpiar el baño tres veces por semana y a la mujer le parece supernecesario. Ese desencuentro lo podemos simplificar en: ‘¡Ah, qué pesada!’ o llegar a un acuerdo: ‘Yo lo limpiaba una vez por mes, vos lo limpiabas tres veces por semana, qué te parece si hacemos una vez por semana’. Encontrar un punto medio en el que funcione para los dos”.
A comienzos de este año, con dos hijos un poco más grandes —Lorenzo de seis años y León de dos— volvió al mercado laboral: comenzó a trabajar como editor de una revista anual sobre primera infancia —es la publicación de la Fundación Van Leer que cada año elige a alguien nuevo en ese puesto y lo seleccionaron por Recalculando—. Aún así asegura que el subibaja emocional, la crisis inicial que disparó la newsletter y las preguntas constantes cambiaron pero no se extinguieron, lo que en su opinión es saludable.
“Entonces sí, cambió la manera en que me sentía [cuando inicié Recalculando] porque tengo más herramientas para poner en palabras eso y transformo lo personal en algo colectivo”.
Fuente: telam
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