14/06/2025
Lux Lindner: “Me interesa mostrar la opacidad en la estructura del poder”

Fuente: telam
El artista expone en el Museo Marco La Boca su visión distópica de la Argentina con la muestra “Aduana del juicio final”, en la que extrapola el mundo del 3D al de las obras físicas
>“La Argentina no empieza con la independencia, sino con el contrabando”, afirma el artista Lux Lindner, mientras toma un café, en la antesala de la muestra Aduana del juicio final en el Museo Marco La Boca, la primera del país en “formato híbrido”, en la cual ingresó en el mundo de la realidad virtual a partir de sus dibujos arquitectónicos para crear un país ficcional, pero posible, enraizado en sus investigaciones -y su mirada- de la historia nacional.
A lo largo de años, Lindner ha desarrollado una narrativa visual propia, inconfundible, en la que conjuga arquitecturas ficticias, como heredero de su guía estético Xul Solar. En ese desarrollo, “con el tiempo se fue armando una historia con esa arquitectura”, describe, aludiendo a cómo sus obras representan una especie de “storyboard” que ilustra la conexión entre el pasado colonial y la modernidad argentina.
Para Aduana del juicio final, curada por Clarisa Appendino y disponible hasta el 22 de junio, Lindner explicó que el ingreso a lo virtual fue algo “bastante natural,” ya que desde sus estudios en el Pratt Institute de EE.UU. tenía el deseo de explorar el mundo del 3D y la animación. Durante casi dos años, trabajó junto al equipo de a A4E, bajo la dirección artística de Mariano Giraud, para transformar estas ideas en una realidad tangible y de las creaciones realizadas para el mundo virtual pasó a crear un cuerpo de obra físico en el real, que se despliega en la primera sala del espacio porteño.— ¿Qué significa el contrabando para vos en un sentido más amplio dentro de tu obra?
— El contrabando no es solo un tema histórico, sino una “teoría,” un marco a través del cual visualizo y organizo mi trabajo. Es un elemento que continúa moldeando mis ideas y la forma en que las expreso.— ¿Qué te motivó a explorar la historia argentina en tu obra?En Argentina, hay un grado de secreto muy grande, una cosa sumergida. En otros países es claro quiénes tienen el poder, pero acá es diferente. Te llevás sorpresas. Esta opacidad en la estructura del poder me interesó profundamente. Es algo me interesa mostrar en mi obra.
—El concepto del argentino como contrabandista, que el contrabandismo es lo que le da forma a la sociedad es lo que me llevó a la creación de este escenario. Argentina, desde la época virreinal, estaba alejada de todo, era un lugar muy difícil de controlar. En sí, la existencia de Buenos Aires fue un accidente, nace casi como una gran aspiradora de dónde sacar toda esa riqueza, sin que los españoles invirtieran mucho.
Por otro lado, En Buenos Aires se estaba muy bien informado porque venía el contrabando, estaban los ingleses, los holandeses, los portugueses, que siempre estaban haciendo trapisondas en la zona del Uruguay. También no había grandes cosas para defender y, al mismo tiempo, los indios estaban muy cerca. Así que a 30, 40 kilómetros se terminaba el virreinato, y eso al mismo tiempo significaba que había que tener tratos con ellos. Había una cosa de intercambio muy fuerte. Lo interesante es que los españoles eran pocos e iban a necesitar de los indios para muchas cosas. Los indios se hicieron adictos a muchas cosas que les daban los españoles, los platos, el alcohol, el hacer cosas que ellos no producían, los tejidos, las alfombras.—En ese sentido, hay un dato que me parece paradigmático, pero que suele ser ignorado en la historiografía oficial del arte. El primer Museo Histórico se fundó en Paraná, luego con la caída de Urquiza se traslada a Buenos Aires y es el que conocemos hoy en Parque Lezama.
—Es que si vas a esa época, Entre Ríos era la provincia más rica, estaba mejor organizada que Buenos Aires. Entonces me di cuenta, comparando la iconografía de Rosas y de Urquiza, que había buenos artesanos, con mucha mejor terminación en Entre Ríos. Sin embargo, nadie se animaba a desafiar a Rosas porque tenía esa cosa tentacular. Era gran amigo de los ingleses y de los indios. Era el contrabandista perfecto. La Ciudad era un molinete por el que entraban y salían cosas, como solo había aduana en Buenos Aires. El famoso quilombo francés (NdR: Vuelta de Obligado) fue porque los franceses querían la libre navegación de los ríos y eso iba a requerir de distintas aduanas en distintos puntos. Y eso es lo que Rosas no quería ni a palos. Entonces se habla de la soberanía. Pero era por todo el negocio que se seguía controlado desde Buenos Aires. Él se perdía un terrible negocio.— Buenos Aires era un “cuatro de copas” que estaba muy bien informado porque venía mucho el contrabando. La ciudad no tenía un gran núcleo orgánico, sino que fue una oficina de España, un punto de salida. Tenían que sacar toda esa riqueza que estaba ahí, en el centro de América del Sur, de algún lado, por el Pacífico y eso era muy complicado y era más fácil sacarla a través del Río de la Plata. Este aislamiento llevó a una especie de necesidad de intercambio y adaptación, que creo, determinó muchas cosas en el carácter nacional.
Yo siempre digo que Buenos Aires es un poco como Múrmansk, que es la última ciudad que fundaron los zares antes de la Revolución Rusa. Es una ciudad que está muy cerca del Polo Norte y se fundó para tener un puerto que no tenga hielo. Pero la ciudad en sí no tenía ninguna razón de ser. No es que había un núcleo orgánico de algo, entonces el sentido de esto era una oficina. Esta oficina, que era de España, se pensó como salida. Pero bueno, al mismo tiempo, como era un lugar tan aislado, había otros poderes en pugna. —A su vez, otras ciudades virreinales, más antiguas, nunca pudieron establecerse como centro, ¿por qué considerás que sucedió?— ¿Existen conexiones idiosincráticas entre esa pre-Argentina histórica y la actual?
Este subterfugio tiene raíces históricas; en ese sentido, el contrabando y la clandestinidad tienen una presencia constante. Lo que anda bien se hace callando, un principio que sigue vigente. El contrabando termina siendo algo que todo el mundo sabe que existe, pero que no está en evidencia. En cierto sentido, vivimos en un subterfugio permanente y eso es algo que quise reflejar en mi obra. En Argentina no se sabe quién manda.
— Quizás el que gana se calla, porque justamente, como planteás, en el que gana hay algo de contrabandista.— ¿En qué proyectos estás trabajando actualmente?
— ¿Cómo planeás avanzar con esta investigación y escritura?
*“Aduana del juicio final” de Lux Lindner, en el Museo Marco La Boca, Av. Almirante Brown 1031, La Boca, hasta el 22 de junio. De miércoles a domingos de 11 a 19 hs. Entradas: Estudiantes $400, Residentes $800, Mercosur $1500, Resto del Mundo $2500. Vecinos/as de La Boca, menores de 5 años, personas con discapacidad, jubiladas/os: sin cargo.
Fuente: telam
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