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12/06/2025

Cómo es el ciclo invisible entre plantas, nubes y bacterias que podría cambiar la meteorología

Fuente: telam

Científicos descubren una interacción poco conocida entre organismos vegetales y microorganismos atmosféricos que favorece las lluvias y regula procesos ecológicos fundamentales en los ciclos naturales de la Tierra

>Aunque cumplen un papel esencial en la El científico Con los años, los científicos dieron continuidad al estudio del microbiólogo. Estudiosos del ámbito surcaron el cielo en aviones y sostuvieron portaobjetos y placas a fin de capturar esporas de hongos y bacterias en el viento.

El aerobioma es un hábitat poblado de partículas. Cuando una ola del océano impacta esta expulsa gotas de agua al aire. Muchas de estas transportan virus, bacterias, algas y otros organismos unicelulares. Algunas de ellas caen rápidamente de vuelta al océano, otras son arrastradas por el viento y se elevan al cielo.

Las corrientes ascendentes pueden llevar a un organismo al núcleo de una nube cuando este es atrapado por gotitas de agua condensada. Inicialmente, el organismo alcanza una capa de aire donde el vapor de agua ha formado diminutas gotas que las corrientes transportan hacia el interior de la masa acuosa de la nube.

Estudios dirigidos por Pierre Amato, aerobiólogo de la cercana Universidad de Clermont Auvergne, reveló que cada milímetro de agua de las nubes que flota sobre Puy de Dôme contiene hasta 100.000 células. Su ADN reveló que algunas pertenecen a especies conocidas, pero muchas son nuevas para la ciencia.

Amato y sus colegas encontraron evidencia de que algunos microbios pueden crecer en las nubes. En un estudio, los investigadores compararon muestras recolectadas de nubes en la montaña de Puy de Dôme, los días que desprendía lava volcánica y otras recolectadas en la montaña en días despejados. Cotejaron la cantidad de ADN en sus muestras con la cantidad de ARN, siendo que las células activas y en crecimiento producen muchas copias de ARN a partir de su ADN para producir proteínas.

En ese tono, los investigadores descubrieron que la proporción de ARN a ADN era varias veces mayor en las nubes que en el aire limpio. Esto reveló que las células prosperan en las nubes. También descubrieron que las bacterias en las nubes activan genes esenciales para metabolizar los alimentos y crecer.

Estas bacterias, esencialmente, extraen su alimento de las nubes. Se calcula que los microbios presentes en las nubes tienen un impacto considerable al descomponer anualmente alrededor de un millón de toneladas de carbono orgánico a nivel global.

Los descubrimientos sobre el aerobioma indican su papel fundamental como una influencia decisiva en la química atmosférica. Además de su impacto químico, este conjunto de microorganismos en el aire también tiene la capacidad de modificar las condiciones climáticas.

Las biomoléculas y las estructuras celulares demuestran ser sorprendentemente eficientes para estimular la precipitación. Diversos elementos como hongos, algas, polen, líquenes, bacterias e incluso virus tienen la capacidad de inducir la formación de cristales de hielo dentro de las nubes. Esto sugiere una conexión íntima entre las nubes y la vida, donde no solo los organismos se benefician de las nubes al habitarlas y nutrirse de ellas, sino que también juegan un papel activo en su creación.

La Pseudomonas, por su parte, se destacan entre las bacterias con mayor capacidad para inducir la lluvia. Aunque se desconoce exactamente por qué este microbio es tan eficiente en la formación de hielo en las nubes, se propone que su relación con las hojas sea un factor. Durante la lluvia fría, estas bacterias pueden promover la congelación del agua sobre las hojas a temperaturas superiores a las habituales. Este fenómeno permite que, al agrietarse las hojas por el hielo, las Pseudomonas accedan a los nutrientes encerrados en ellas.

Al volver al ciclo atmosférico, las bacterias pueden incitar a las nubes a generar aún más lluvia. Esta interdependencia sería una forma de simbiosis extraordinaria que uniría los bosques y el firmamento en un ciclo continuo de vida y nutrientes.

El equipo de Amato y sus colaboradores sugiere que las nubes poseen una abundancia notable de genes de resistencia, los cuales podrían ser fundamentales para la supervivencia bacteriana en un entorno tan inhóspito.

Las nubes podrían ser vectores de dispersión genética más efectivos que la carne y el agua contaminadas, especialmente en el caso de genes de resistencia. Una vez que las bacterias alcanzan la atmósfera y se integran en una nube, tienen la capacidad de recorrer cientos de kilómetros en solo unos días. Al precipitarse de nuevo a la Tierra en forma de lluvia, estos microbios pueden transferir sus genes de resistencia a otros organismos con los que interactúan en el suelo.

Fuente: telam

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