06/06/2025
El viaje de Evita a Europa: el temor a un atentado, su frustrada reunión con la reina de Inglaterra y las andanzas de su hermano

Fuente: telam
Hace 78 años la esposa de Perón emprendía un viaje impensado por el Viejo Continente. Las alternativas del viaje, cómo convencieron a la dama de compañía y los roces con la esposa del dictador español Francisco Franco
>Todo había comenzado a principios de 1947 cuando se recibió una invitación del generalísimo Francisco Franco para visitar Madrid y Sevilla. Era parte de la estrategia del jefe de estado español para agradecer la ayuda económica, cuando se dio cuenta que el Plan Marshall marginaría a su país tras el final de la Segunda Guerra Mundial.
El presidente Juan Domingo Perón recibió de buen grado la invitación, era una forma de mostrar el país en el exterior. Quizás para no entrar en un cortocircuito con los Estados Unidos, no quiso viajar, y se le ocurrió que su esposa sería una buena representante. Evita se entusiasmó, en marzo respondieron a España afirmativamente la invitación y en España se sorprendieron al saber que la que viajaría sería la joven Evita, de 28 años.
Necesitaba de una dama de compañía acorde al tenor del viaje, en el que se codearía con jefes de estado, cuerpo diplomático y altos dignatarios. Alguien que la asesorase sobre cómo comportarse en ceremonias oficiales y en los vericuetos del ceremonial.La persona que ella y que Perón habían elegido era Lillian Lagormarsino, esposa de Ricardo Guardo, presidente de la Cámara de Diputados. Guardo había sido uno de los radicales que en 1945 se lanzó a apoyar a Perón y se había transformado en un estrecho colaborador. Además, ambos matrimonios tenían cierta familiaridad porque solían almorzar y cenar juntos y Lillian ya acompañaba a Evita en sus quehaceres no oficiales en el gobierno. Su hermano Rolando era Secretario de Industria y Comercio y había sido de los que había contribuido a financiar la campaña electoral de Perón.La comitiva estuvo integrada por los edecanes presidenciales teniente coronel Jorge Ballofet, capitán de fragata Adolfo Gutiérrez y el vicecomodoro Jorge Rodríguez; los sacerdotes Hernán Benítez y Pedro Errecart; Juan Duarte, hermano de Eva; su médico personal Francisco Alsina; su peluquero Julio Alcaraz, que en una valija de cuero de chancho llevaba las joyas de Evita; Asunta, modista de la casa Henriette y Juanita, de la casa Naletoff, y los diplomáticos españoles el marqués de Chinchilla López de Haro y el conde Foxá. Francisco Muñoz Azpiri, encargado de los discursos oficiales, quien había ido a despedirla, lo hicieron subir a último momento, con lo puesto. También iba y un periodista de Democracia, el diario oficialista que publicaba casi exclusivamente la actividad de Eva y del gobierno.
La invitación era de España. Los gastos por la extensión del viaje a Italia, Francia, Suiza y Portugal corrieron por cuenta del gobierno argentino, que debió recurrir a la ayuda económica de Alberto Dodero, un empresario naviero amigo de Perón. Dodero se encargaría de la coordinación de la comitiva y de los gastos del viaje.El 6 de junio de 1947 a las tres de la tarde Perón llevó a Evita a El Palomar, donde esperaba un DC-4 de Iberia, con capacidad para 42 personas. Habían quitado algunos asientos y colocaron un par de literas para la primera dama y Lillian. En un segundo avión de la Flota Aérea Mercante Argentina iba el equipaje.Perón y Evita se abrazaron al pie de la escalerilla y a las 16 y 20 despegó. En la última ventanilla ella saludó con la mano.
Cuando ya estaban en vuelo, fue terminante: “Voy a pedirles que se porten bien. En todo el mundo nos están mirando y algunos esperan que metamos la pata para caernos encima. No vayan a hacer macanas”. Todos sospecharon que el blanco del mensaje era su hermano.A las 20 y 30 del 8 de junio aterrizaron en Barajas, escoltados por una escuadrilla de aviones de combate. La esperaban Franco y su esposa Carmen Polo. De allí hasta la plaza Independencia, unos diez kilómetros, una multitud la aclamó.Ella viajaba con el jefe de Estado español y en un segundo auto iba su esposa junto a Lillian. Pasaron revista a las tropas alineadas en la calle de Alcalá y fueron al Palacio del Pardo. Allí Evita leyó un discurso que Muñoz Azpiri había escrito durante el vuelo.Esa primera noche a Evita le confesó a Lillian sus temores y le pidió que durmiesen en la misma habitación. “Tengo miedo a algún atentado”, le confesó. Hizo amontonar los muebles trabando la puerta. Su acompañante debió dormir en un sillón.
En la mañana del 9, una multitud la esperaba en la plaza. Hubo asueto en las escuelas y los obreros tenían permiso para faltar a sus trabajos. Ella apareció vestida con un traje de fresas con adornos negros y un casquete de plumas. Franco le otorgó la Orden de Isabel la Católica.Estuvo 15 días en España. La esposa de Franco la acompañó a todos lados y por cada pueblo por los que pasaban era una verdadera conmoción, especialmente entre los niños cuando ella arrojaba billetes de 100 pesetas. Carmen Polo renegaba de esas visitas a pueblos que, según ella, estaban poblados por “rojos”, en alusión a los del bando republicano. La relación entre ambas no era buena. Evita le retrucaba con que su marido no había sido elegido por el pueblo. Además, en cuanto ocasión tenía, hablaba en público sobre el derecho de los trabajadores y las mujeres.
Recibió una carta de un niño llamado Alexis, en la que le contaba que su papá había sido fusilado y que su mamá, encerrada en la cárcel de mujeres, correría la misma suerte, acusada de ser cómplice en la colocación de una bomba cerca a la embajada argentina en Madrid. Eva encomendó al embajador que pidiese por la vida de Juana Doña Jiménez, que era una referente del Partido Comunista Español de 29 años. Fue a su hermana Valia a quien se le ocurrió que su sobrino de diez años le escribiese a Evita. Franco no tuvo más remedio que ceder. Le conmutó la pena por la de 30 años de prisión. Finalmente fue liberada el 1 de agosto de 1961. Falleció el 18 de diciembre de 2003 sin haber conocido a Evita, a la que llamaba “la Perona”, y sin haberle dado las gracias.En más de una oportunidad, le llamó la atención a su hermano Juan cuando salía de farra junto a Dodero, enloqueciendo a la custodia.
Se despidió de España en Barcelona donde le habían preparado una función especial de Sueño de una noche de verano en un anfiteatro al aire libre. El espectáculo debía empezar a las 21, y ella llegó después de las diez y media. Las velas que adornaban el lugar se habían consumido y hubo que cambiarlas. Muchos dormían. Pero ella subsanaba esos desaires con una soltura natural que cautivó a los españoles. “Estos gallegos son macanudos. Tutean a todo el mundo. Además, aquí no hay políticos, no hay oposición, nadie critica y se respeta al gobierno”.
Franco la despidió en Barcelona. Fue un gran esfuerzo del jefe de estado que hacía diez años que no volaba, ya que le daba miedo hacerlo. El 26 de junio Evita aterrizó en el aeródromo de Ciampini y fue recibida por el conde Carlos Sforza, el canciller italiano, el encargado de negocios de la Santa Sede Federico Quinta; la esposa del premier Alcides De Gásperi y el embajador argentino en Roma Rafael Ocampo Giménez, mientras que 80 niños vestidos de azul y blanco agitaban sus pañuelos. Ella retrasó su descenso por la escalerilla al posar para las cámaras.
Antes a Dodero le había avisado: “A mí el Papa no me va a joder. Cuando yo salga de la audiencia vos me preguntás cómo me fue. Si te digo ‘excelente’ entregás el donativo mayor. Si te digo ‘muy bien’ ponés el segundo. Y si te digo ‘bien’ ponés el mínimo”.
Lillian describe como “motivos oscuros” la visita no prevista a Suiza entre el 4 y el 9 de agosto. Se tejieron miles de historias, como que había ido a depositar dinero proveniente de los nazis y se especuló sobre cajas de seguridad a las que Perón, años después, estuvo interesado en poder acceder. Cuando en Berna se aprestaba a tomar el tren, fue blanco de una lluvia de tomates, uno de los cuales impactó en el ministro de Relaciones Exteriores. Horas después un piedrazo hizo estallar el parabrisas del auto en el que se movilizaba.
Hubo un intento por visitar Gran Bretaña y que fuera recibida por la reina Isabel, esposa del Rey Jorge VI. Fueron días de cruces de mensajes diplomáticos. En aquel país no veían bien que Evita hubiera sido homenajeada por el franquismo. Finalmente, el embajador argentino en Londres le comunicó que la invitaban semioficialmente, que no se podía alojar en Buckinghman y que se la invitaba a tomar el té. Pero como la convocatoria no era oficial, se negó a viajar.
Se alojó en el hotel Ritz y le advirtieron que sería mal visto la impuntualidad en los actos oficiales. Durante su estadía se firmó un acuerdo comercial entre los dos países en el que Perón concedía un préstamo de 150 millones de pesos.
Desde Lisboa habló una hora con su marido. Perón, temeroso por los accidentes que habían sufrido aviones de la línea aérea argentina, le aconsejó que regresase en barco. Antes de embarcar, anunció la donación de dos mil toneladas de trigo a España y mil de maíz a las Canarias.
Al día siguiente, a las tres de la tarde el Ciudad de Montevideo entró al puerto de Buenos Aires. Bajó la escalerilla emocionada mientras su marido la esperaba con su característica sonrisa. Estrenaba peinado: pelo tirante y un rodete en la nuca.
Fuente: telam
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