06/06/2025
Entre los cuidados de hijos pequeños y padres grandes, ellos: cómo gestiona la doble demanda y sus deseos la “generación sándwich”

Fuente: telam
Especialistas hablan del impacto de los cambios poblacionales en la vida de los adultos que deben afrontar tareas de cuidado multigeneracionales y acercan sugerencias para preservarse del agotamiento que provocan
>Después de semanas de intentar que coincidan sus agendas, entre los casilleros de días y meses rebalsados de trabajo, turnos al pediatra, cumpleaños infantiles, reuniones del jardín, asistencia a padres que cada vez se hacen más grandes en un mundo cada vez más complejo, cuatro amigas lograron reunirse a merendar, sin hijos, para celebrar un cumpleaños. En la conversación desenfrenada y a borbotones, como una olla a presión que se destapa, rápida y amontonada —en cualquier momento puede llegar un mensaje que diga que uno de los chicos llora o extraña y alguna tenga que irse—, con todos los temas al mismo tiempo, como una puesta al día que a la vez es catarsis, que a la vez es búsqueda de oreja que escuche y consejo que abrace, surge.
Para quienes están en medio de ese sándwich la respuesta suele ser es un colapso mental con consecuencias físicas, muchas veces.
Las cuatro amigas intercambian, opinan, acuerdan pero también difieren: qué se hace cuando una madre que se hace grande te necesita porque tiene movilidad limitada, las articulaciones le fallan y se le caen y rompen cosas de las manos, no sabe cómo enfrentarse al buscador de Google o a la cartilla digital de la prepaga para pedir un turno médico y, a la vez, un hijo de dos años demanda toda la atención y energía por fuera de las horas de trabajo remunerado. ¿Qué se hace cuando no hay otros miembros de la familia que puedan acompañar y sostener? ¿Hay que elegir entre las demandas, entre padres e hijos? ¿Estamos siempre en deuda con alguien? Parecería que para atajar todas las exigencias hay que ser una especie de pulpo-malabarista del Cirque du Soleil que resuelve un sudoku con una mano mientras con el dedo menique de la otra mantiene una pila de platos girando en el aire, y hace jueguitos con una pelota con los pies. Mientras la vida propia, el autocuidado y los deseos se diluyen y resbalan por esa pila de platos en el aire hasta irse por la alcantarilla.
“Siento que todo depende de mí”. “No llego a hacer nada y encima me siento culpable”. “No llegó a compartir tiempo de calidad porque me gana el cansancio”. “Me despierto para cuidar a mis hijos y me acuesto después de chequear que mi mamá esté ok con su medicación”. “Siento que estoy todo el tiempo cansada”.Estas son algunas de las frases que la psicoanalista Candela Mazzitelli escucha con frecuencia en su consultorio. “Lo que se expresa, más que nada, es el cansancio físico, pero lo que queda invisibilizado es un desgaste emocional enorme. Lidiamos con el deber ser, la culpa, el miedo a no estar a la altura, los intereses de la vida propia que terminamos resignando”, dice.Mazzitelli trabaja desde una perspectiva de psicoanálisis vincular, esto quiere decir que focaliza, especialmente, en el modo en que las personas se construyen a sí mismas —su identidad— y desarrollan su subjetividad en relación con otros. “No trabajo desde una lógica individualista sino entendiendo que lo que nos pasa está profundamente atravesado por nuestros lazos sociales, por la cultura, por el género, las clases, nuestras crianzas y los vínculos que habitamos”, explica.“Es mucha la responsabilidad de tener a cargo el cuidado hacia ambos lados. Quedamos justamente en el medio de ese sandwich. Criando hijes, sosteniendo trabajos exigentes y, a la vez, acompañando a madres, padres o familiares mayores que necesitan también otra atención. En medio de todo esto, nuestra propia vida e intereses: atravesados por múltiples exigencias (emocionales, económicas, laborales), en un contexto donde el tiempo parece quedarse corto y quienes forman parte de nuestras redes de apoyo también están colapsados”, asegura.
Para empezar a ordenar o hacerle frente a las demandas sin sacrificar la salud mental y física, Mazzitelli hace foco en la importancia de “trabajar en ser buenos con nosotros mismos. Entender que hacemos lo que podemos y que la idea de ‘puedo con todo, todo el tiempo’ es una trampa. En la práctica no llegamos a todo y hay que priorizar. Pero no desde la lógica de dejar a algo o alguien afuera, sino desde abarcar el cuidado posible”.Pedir ayuda, delegar, y aprender a poner límites cuando estamos desbordados son decisiones que, según la analista, hay que animarse a tomar: “Aunque parezcan cosas simples, mi trabajo en la clínica me demostró que es muy difícil ponerlo en práctica. No podemos con todo y no tenemos por qué poder con todo”. “También —y esto lo trabajo mucho en consultorio— hay que revisar cómo nos tratamos a nosotros mismos. Solemos ser muy crueles con nuestro diálogo interno. Las fallas y todo lo que no podemos tiende a sonar con volumen muy fuerte en nuestra cabeza, mientras casi ni reconocemos nuestros logros. El autocuidado no es solo hacer yoga o tomarnos un baño largo, sino aprender a hablarnos con más compasión, con más paciencia, con menos exigencia y menos castigo. No necesitamos más listas de pendientes: necesitamos amigarnos con nuestra voz interna y decirnos: ‘estás haciendo lo mejor que podés con lo que tenés’.
Esa, dice, “también es una forma de resistencia frente a un sistema que todo el tiempo nos exige más y más. Y —pensándolo de manera más macro— como sociedad deberíamos dejar de considerar el cuidado como algo individual y empezar a pensarlo como una responsabilidad social y colectiva”.Una pareja con una hija pequeña que tiene abuelos en sus 70 y bisabuelos nonagenarios. Los abuelos viven pendientes de los bisabuelos. Los visitan y acompañan a diario. Responden de inmediato ante cada necesidad. A la vez, propinan cuidados a la nieta. A veces la buscan en el jardín, la llevan a dormir a su casa, juegan, para que los padres trabajen en sus tareas remuneradas y tengan algún tiempo para sí mismos. Es otra capa del sándwich que se deriva del aumento de la longevidad y la esperanza de vida: en muchos de estos casos, adultos que rondan los 60 y los 70 años cuidan padres que rondan los 80 y 90 y nietos chicos. Y también están extenuados.El envejecimiento de la población es real. Según un informe de las Naciones Unidas de 2023, “se prevé que el número de personas de 65 años o más en todo el mundo se duplique con creces, pasando de 761 millones en 2021 a 1.600 millones en 2050″. El mismo sitio indica que la esperanza de vida supera los 75 años en la mitad de los países del planeta y que, para 2030, “se espera que el número de personas mayores supere al de jóvenes en todo el mundo”. Es decir: las personas viven vidas más largas mientras las tasas de natalidad caen. Lo que vuelve cada vez más necesaria la gestión de tareas de cuidado para personas mayores.
“Hoy quizás el sándwich también se agranda un poco en el sentido de que, frente al cambio de la esperanza de vida que muchas veces supera los 80 años, aparecen hijos muy grandes con padre y madre, a quienes deben cuidar, y, al mismo tiempo, tienen que ser abuelos: es decir que deben ocuparse de sus padres mayores y de sus nietos pequeños”.
En 2021 Bogotá implementó Así, mientras los más pequeños o los mayores realizan actividades lúdicas y de esparcimiento, a pocos metros, las cuidadoras o cuidadores que son relevados de su tarea pueden retomar sus estudios o perfeccionar oficios, finalizar sus bachilleratos y tomar cursos complementarios. También pueden recrearse y tomar una pausa de las responsabilidades para hacer una actividad que les guste. En las manzanas de cuidado se ofrece yoga, baile, el programa La Escuela de la Bici, para que más mujeres aprendan a andar en bicicleta y adquieran autonomía. Además se brinda atención psicosocial y jurídica para las mujeres cuidadoras que necesitan un rato para desahogarse, hablar y sentirse escuchadas. La premisa “cuidamos a las que nos cuidan” es una de las que rige esta iniciativa.El sistema distrital de cuidados fue diseñado e implementado por Diana Rodríguez Franco, quien fue secretaria de la Mujer en Bogotá entre 2020 y 2023 —actualmente es la asesora especial en género y diversidad para el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo—. Comenzó a aplicarse hace cuatro años y hoy cuenta con 25 manzanas del cuidado y es un ejemplo de inclusión urbana y de política de género en América Latina. Por la diversidad de servicios que ofrece es, también, una fuente generadora de trabajo.
Estos sitios también tienen su versión ambulante: ómnibus adaptados con espacios para formación, un consultorio para atención psicosocial y jurídica y otro para la atención y promoción en salud. Mientras las mujeres cuidadoras están dentro, alrededor se despliegan carpas inflables para que las personas que ellas cuidan realicen las actividades propuestas: allí los niños pueden ejercitarse y jugar con colchonetas. Las unidades móviles están pensadas, sobre todo, para las zonas rurales donde hay poca infraestructura.
“El sistema ha sido reconocido a nivel internacional como modelo de innovación en políticas públicas de género. Solo en 2024 recibió 26 visitas de delegaciones extranjeras interesadas en replicarlo. Países como Brasil, Chile, Uruguay y Sierra Leona, están implementando modelos similares. También se ha convertido en un referente nacional. Ciudades como Medellín, Manizales y Cali han iniciado procesos para adaptarlo en sus propios territorios, reconociendo su capacidad para transformar la vida de mujeres cuidadoras y reducir las desigualdades estructurales”. Desde su implementación en 2021 al 31 de enero de 2024, esta política pública benefició a casi 850.000 mujeres y sus familiares, mediante cerca de 6.000.000 de atenciones brindadas, indican en su sitio web.
En Argentina se habían comenzado a debatir iniciativas afines. A comienzos de 2023, se estaba discutiendo en el Congreso el proyecto de ley “Cuidar en Igualdad”, que buscaba crear el Sistema Integral de Cuidados de Argentina (SINCA).En diciembre de 2020 la comisión redactora empezó a escribir el proyecto de ley Cuidar en Igualdad, recogiendo debates y estados de situación de todo el país a través de un proceso participativo con todas las provincias llamado Campaña Nacional Cuidar en Igualdad, Necesidad, Derecho y Trabajo. Y mediante intercambios con la Mesa Interministerial de Políticas de Cuidado, compuesta por 15 organismos nacionales que buscaban recuperar las acciones y políticas previas aplicadas por el Estado en materia de cuidados y construir consensos para las próximas.
El proyecto que se debatía tenía tres puntos centrales: reformar las licencias de maternidad y paternidad para que sean igualitarias y tengan en cuenta la diversidad de familias que existen —monoparentales, aquellas que adoptan, aquellas que adoptan más de un hijo a la vez— y aquellas situaciones que, salvo excepciones, no cuentan con ningún tipo de derecho a licencia —por ejemplo quienes utilizan métodos de reproducción asistida y requieren tiempo de descanso durante el tratamiento—; registrar y remunerar a las cuidadoras comunitarias, que sumaban entonces más de 150.000 en todo el país —las que están detrás de la olla en los comedores de los barrios o cuidan a los chicos en algún espacio informal—; y crear un sistema de cuidadores y cuidadoras para personas mayores que se ofrezca dentro del plan médico obligatorio.
En un mundo que tuviera a los cuidados como prioridad “estas tareas no deberían ser una carga solitaria, feminizada y silenciosa”, dice Mazzitelli. “Pienso que hay varias políticas públicas que podrían llevarse a cabo: licencias parentales más justas, equitativas y extendidas; licencias para cuidado de familiares mayores o familiares que transiten una enfermedad; reconocimiento económico del trabajo de cuidado, es decir, salario básico para personas que realizan tareas de cuidado no remuneradas; jardines maternales accesibles desde los primeros meses de vida; centros y residencias de calidad para personas mayores; espacios comunitarios de cuidados compartidos (comedores, ludotecas, espacios de crianza); espacios terapéuticos y de salud mental accesibles; acompañamiento psicológico para quienes cuidan; formación en salud mental con perspectiva de género; formación en corresponsabilidad; enseñar que cuidar no es solo cosa de las mujeres; visibilizar el valor de los cuidados en medios de comunicación”.
Fuente: telam
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