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05/06/2025

Taylor Swift recuperó su catálogo con una clase magistral de negocios

Fuente: telam

En una maniobra única en la historia de la música pop, la superestrella estadounidense logró el control total de sus canciones y marca el rumbo de un cambio de paradigma para sus colegas

>Esto no debe verse solo como un logro financiero y artístico masivo para ella. Con suerte, señala un cambio de paradigma para otros músicos, especialmente los más jóvenes, y los inspira a ser más astutos en los negocios dentro de una industria que durante mucho tiempo ha dependido de que no presten atención a las letras pequeñas de la fama.

La balanza suele estar en contra de los artistas, y Swift, pese a su éxito arrollador, no fue una excepción.

En los últimos años, músicos veteranos han ocupado titulares vendiendo los derechos de sus catálogos, en acuerdos que alcanzan cientos de millones de dólares. Entre ellos figuran Paul Simon, que firmó un contrato por 250 millones de dólares por su catálogo de composiciones; Bob Dylan, quien obtuvo más de 300 millones de dólares por sus derechos de autor, además de una suma estimada entre 150 y 200 millones de dólares por sus masters; y Bruce Springsteen, que recibió 550 millones de dólares por sus composiciones y grabaciones. Por su parte, Queen marcó un récord al vender su catálogo a Sony por 1.200 millones de dólares.

La principal diferencia entre esos músicos y Swift radica en que ellos se beneficiaron de la venta de sus grabaciones maestras, muchas acumuladas a lo largo de 50 o 60 años, mientras que Swift no obtuvo nada de la lucrativa venta de las suyas.

A partir de ahora, esta artista de 35 años obtendrá buenas ganancias. Esto es muy inusual a su edad, por varias razones.

Además, muchos artistas, ya sea por inexperiencia o desesperación por triunfar, firman contratos marcadamente desiguales. En la década de 1960, The Beatles firmaron una serie de contratos desventajosos para la gestión, comercialización y los derechos editoriales de las canciones de John Lennon y Paul McCartney. Este último error provocó que McCartney pasara seis décadas intentando revertirlo hasta que, finalmente, llegó a un acuerdo con la entonces llamada Sony/ATV (ahora Sony Music Publishing) en 2017. (George Harrison, en cambio, tuvo la previsión de crear su propia compañía editorial, Harrisongs, en 1964, cuyo catálogo incluye el éxito “Here Comes The Sun”).

Incluso cuando los artistas se vuelven conscientes de los abusos, la industria de la música encuentra nuevas formas de ganar. Al comienzo de la era del streaming, las discográficas inicialmente se resistieron a compensar a los artistas por la música digital, las plataformas de streaming pagaban regalías bajas y las tres grandes discográficas (Sony, UMG y Warner Music) compraron acciones en Spotify.

Es una manera de garantizar el retorno de la inversión tras dedicar recursos a los músicos (especialmente los nuevos que aún no han demostrado su potencial estelar). Sin embargo, estas mayores deducciones sobre las fuentes de ingresos de los artistas son una carga pesada para los músicos menos consolidados.

Para evitar las trampas de la industria, ya no basta con ser talentoso en un estudio de grabación o en el escenario. Más que nunca, es necesario que el artista también asuma un papel de gestión. Por supuesto, los nuevos talentos no cuentan con la influencia y el capital que muchas estrellas consagradas como Taylor Swift han acumulado para enfrentarse a la industria.

Sin embargo, esto no significa que la victoria de Taylor Swift no sea una valiosa lección para los músicos emergentes y sus representantes: prioricen negociar acuerdos más inteligentes desde el principio. Es también un mensaje alentador para los artistas veteranos que no poseen sus grabaciones maestras: si están dispuestos, luchen por sus canciones, especialmente aquellas que languidecen en los archivos olvidados. El catálogo sigue siendo el rey, y por eso estos acuerdos tan lucrativos continúan ocurriendo.

Hay otra lección más que extraer de esta situación, dirigida esta vez a las discográficas. La victoria de Swift no habría sido posible sin el respaldo de sus Swifties, lo que demuestra que el poder acumulativo de los fans, cuando tienen una conexión profunda con un artista, es un activo enorme, algo que algunos en la industria no habían previsto.

Fuente: telam

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