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31/05/2025

Se mudó a Dubái en busca de experiencia y descubrió su vocación como tripulante de cabina: “Me di cuenta de que quería volar”

Fuente: telam

Fernando Camacho es miembro de la tripulación de American Airlines y dejó atrás su carrera como comunicador para trabajar en el aire, tarea que conecta servicio, empatía y una vida entre vuelos. Su historia en el Día Internacional del Tripulante de Cabina

>Unas horas antes de abordar el nuevo vuelo, Fernando Camacho (39) alista su uniforme azul: le queda perfectamente planchado sobre su espalda y lo combina con una amplia sonrisa, la misma que lo acompaña desde su primer embarque. Así recibe a cada pasajero que sube al vuelo del que él forma parte como tripulante de cabina de American Airlines.

Desde 2015, cada 31 de mayo se celebra el Día Internacional del Tripulante de Cabina, en conmemoración del primer vuelo comercial con personal de asistencia a bordo, realizado en 1929 por United Airlines. En aquel viaje histórico, la enfermera Ellen Church propuso incorporar profesionales capacitados para brindar seguridad y atención a los pasajeros, dando origen a una figura clave en la aviación moderna. Lejos de ser solo asistentes, los tripulantes de cabina cumplen funciones esenciales en materia de seguridad, primeros auxilios y gestión de emergencias, y representan una profesión global que exige formación, vocación y una gran capacidad de adaptación.

Fernando no siempre imaginó su vida a 35 mil pies de altura. Su historia no es la de un niño que soñaba despierto con estar rodeado de nubes, sino la de alguien cuyo camino comenzó lejos de las pistas y los hangares, en las aulas de Ciencias de la Comunicación, carrera que ejerció durante algunos años con compromiso y curiosidad. Sin embargo, desde joven lo atraían los aviones, los viajes y la posibilidad de conocer otras culturas. Esa atracción silenciosa fue tomando forma hasta convertirse en una decisión concreta. “Siempre me atrajo la aviación. Después de recibirme, quería adquirir experiencia laboral internacional y me enfoqué en ese mundo”, asegura.

Fue un giro inesperado —una mudanza a Dubái en busca de una experiencia global— lo que modificó su recorrido. En 2015 comenzó a trabajar como agente de servicios aeroportuarios en el aeropuerto internacional de esa ciudad. “Me acerqué al universo de la aviación desde otro lugar. Lo observaba, lo habitaba, pero no era parte. Hasta que me di cuenta de que quería volar”, cuenta sobre el momento en que descubrió que ese mundo no era solo un entorno de trabajo, sino su verdadera vocación.

Hoy, Fernando también forma parte de una comunidad aérea que conecta culturas, historias y geografías. Para él, ser tripulante de cabina no es solo servir comidas o asistir a pasajeros. “La parte más gratificante es marcar la diferencia en el viaje de alguien. La gente viaja por muchas razones, y ofrecer un servicio amable y atento puede realmente mejorar su experiencia. Ser esa presencia positiva a bordo es increíblemente gratificante”, asevera.

Y aunque cada jornada comienza con protocolos, chequeos y la sonrisa de bienvenida, ninguna termina igual. “Cada vuelo es distinto. Lo único que se repite es el privilegio de estar ahí”, dice. La preparación, la empatía y la capacidad de anticiparse a lo que no se ve —una emergencia, una necesidad emocional, un gesto de contención— son, para él, la base invisible del trabajo.

En tierra firme, Fernando mantiene vivos otros intereses. Fanático del cine, del tenis y del fútbol, recuerda con emoción un vuelo entre Miami y Buenos Aires durante la última Copa del Mundo. “Jugaban Argentina y Holanda. Logramos ver el partido por streaming: pasajeros y tripulación lo vieron juntos. Fue una experiencia increíble, un momento de unidad y pura emoción >Pero hay otra faceta de su vida que lo conmueve igual o más que un vuelo perfecto: es responsable de relaciones comunitarias de Latin Diversity Network Argentina, uno de los Employee Business Resource Groups (EBRG) de American Airlines. Desde ese rol, es parte del trabajo a favor de las instituciones locales y organiza actividades de voluntariado, como colectas de alimentos y acciones solidarias.

A pesar de los años que lleva en este trabajo, Fernando aún se sorprende del camino recorrido y cada nueva experiencia. Su historia —como la de tantos otros tripulantes— demuestra que lo esencial no siempre se ve en los pasillos del avión. Está en lo invisible: en el cuidado, la escucha, la preparación constante. En la forma silenciosa de estar cuando más se necesita.

Fuente: telam

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