31/05/2025
“La merma”, de María Moreno: la vida después del ACV y la insolencia de una literatura que sigue entera

Fuente: telam
En su nuevo libro, la autora de "Black Out" y "El petiso orejudo" reúne narraciones y mini ensayos sobre la discapacidad y la pérdida que conservan el brillo y el atrevimiento narrativo que la consagraron como un nombre clave de la literatura argentina
>Dice María, escribe María, que de ella solo queda la mitad. Se refiere a la mitad que aún se mueve y le responde; el lado izquierdo de su cuerpo, el que no fue paralizado por el accidente cerebrovascular que alteró su vida de modo radical en 2021.
No es verdad sin embargo que de ella solo quede la mitad: su brillo aún fulmina y su mordacidad y su humor negro permanecen intactos (“La parálisis despierta el rencor o hace que la sinceridad sea más irresponsable”). Su sensibilidad y su especial atracción por el ridículo por encima de la tragedia, también. El uso de las palabras y el ritmo que les impone conservan la singularidad de su prosa, si bien luce menos barroca por la necesidad de ceñirse a las dificultades, pero lo hace sin conceder ni un milímetro de gracia. Ya con eso su literatura sigue entera.
“He renunciado a mis excesos barrocos y a mis enumeraciones caóticas rococó. He llegado a la síntesis por un déficit, no por voluntad. Y he ganado lectores: ahora soy transparente, mientras que mi habla se vuelve, a veces, infranqueable”.
“Mi mano derecha tiene su propia vida que yo no domino, pero puedo sentir. Duele a veces como si estuvieran oprimiéndola, aunque suelo pescarla quieta sobre su plataforma. También es fingidora y nueva rica: nunca siento que sostiene una plasta o una verdura cruda, o una escoba –esa acción no formaba parte de su experiencia habitual–. Solo plumas o papeles. Anteojos muy nítidamente. No inventa. Recrea su pasado. No todo”.
“Ahora que soy solo mi lado izquierdo me da por filosofar”.María Moreno es periodista y escritora. Es alguien que vuelve a los temas en sus textos una y otra vez, a través de historias y ensayos críticos que cruzan registros cultos y populares y fue también una pionera de lo que podría llamarse periodismo de género y de teoría queer. Es autora de varios libros –El affair Skeffington, El petiso orejudo, A tontas y a locas, Banco a la sombra, Vida de vivos, Panfleto, Oración, Contramarcha, Por cuatro días locos- y del celebrado y premiado Black Out, unas memorias que la llevaron a ocupar un espacio clave en el mapa de la literatura argentina y de la literatura en español en general.
En su nuevo libro, la protagonista es una vez más ella misma pero son también los otros, los que comparten el espacio de la enfermedad y la supervivencia con la cronista de escritorio que describe desde la memoria de la cama o la silla de ruedas. No hay un tiempo exacto en La merma sino una cronología difusa de pasados remotos y recientes. En un orden aleatorio aparecen los hombres a los que sedujo y también aquellos a los que traicionó, la trabajadora sexual a la que convoca porque es “incapaz de sentir lástima” y capaz de hacerla sentirse viva, el alcohol como instrumento de olvido, la casa de la infancia que era una intemperie y la madre que no sabía cuidar pero también el hijo que le salvó la vida “y la mantuvo más allá de lo posible”.Me gustaría advertir que no será posible hallar algo parecido a “la literatura como cura” en el libro de María Moreno: ni historias de vida ejemplares ni testimonios de resiliencia (algo en esa palabra no me gusta; no sé si es la palabra o su uso, o quienes abusan de su uso, debería pensarlo mejor). Los relatos del tiempo que pasó internada, de la cofradía de sanatorio y de los tactos rectales para disolver bolos fecales; la historia del sexo pago de la discapacitada cuyo clítoris “quedó del lado derecho” o de los tratamientos para la recuperación del habla, la deglución y la motricidad no aspiran a servir de ayuda para nadie ni buscan despertar la conmiseración.
María no habla en nombre de nadie salvo de ella misma y solo escribe, sigue escribiendo. Su literatura en estado puro exhibe la belleza áspera de la narrativa de un sobreviviente de un campo de concentración. Admiradora impertinente de Rodolfo Walsh, María no es una fusilada que vive sino una impedida que puede.“Me río de la gente que se queja de la rutina: ya querría yo tener una rutina”, me dijo hace unos meses en un audio por whatsapp, algo cansada de los grandes y los pequeños accidentes diarios que sobrevienen a una experiencia como la suya. Ese mismo día me habló del nuevo libro, al que describió como un libro de narraciones pero, sobre todo, de “mini ensayos”. Un libro en el que reflexiona sobre lo que llama su “mutación”, transcribe sus “maquinaciones de tullida” y cuenta historias de prótesis. Porque María sueña con prótesis:
“La pregunta insiste: ¿puedo amputarme el brazo o la pierna –no me atrevo a los dos juntos– que solo sirven para conservar el principio de simetría o sea un modelo de belleza al que me opongo y contra el que milito?”Hay momentos en que se sorprende porque se ve bella, atractiva, capaz de seducir y hay otros en los que la discapacidad funciona como efecto de realidad y por primera vez cae en la cuenta de que nunca hasta entonces había dejado de pensarse como mujer fértil.
Todavía internada, memoriza las caras de enfermeras perversas, psicólogas malintencionadas o médicos desaprensivos porque se propone volver a insultarlos cuando consiga caminar. Ya a la salida de la internación, sueña que vuelve a caminar pero que nadie se da cuenta. En sueños nunca, en cambio, se traslada en silla de ruedas.— En tu libro escribís algo buenísimo sobre María Moreno; es muy difícil sustraerse a lo que provoca la escritura de María y esa manera de su obra y de ella, incluso, de ser un género en sí mismo. Decís que ella es “la más contemporánea de las contemporáneas”, o algo así. Me interesa ese concepto.
— Su modo de mirar.
— Es muy lindo cuando ella habla de cómo procesa sus propios textos, y lo que llama su “cartoneo” de sí misma.
— El bricolage.
— Omite su arte en un punto, ¿no?
— Sofisticadísimo.
Solo alguien como María Moreno pudo haber pensado para su libro sobre su vida luego del ACV un título tan sutil como bestial, La merma. Solo una cabeza como la suya podía encontrar en esa palabra la definición de un estado de inermidad, de impotencia. Van algunos sinónimos de un término casi técnico, utilizado en el mundo industrial, el del comercio, también en el textil. Merma: mengua, disminución, decrecimiento, aminoración, pérdida, menoscabo, detrimento, quebranto, perjuicio.
Y ahora sí, miren con detenimiento la foto de la tapa del libro, obra de Sebastián Freire y su ojo exquisito, esa aguja delicada. María no anda ni camina, vuela. La mano derecha, antes la mano para todo, también la mano de escribir, “yace exangüe, lívida (...) los dedos apiñados, las uñas pintadas de rojo, apenas firmes para sostener un abanico como las damas en un cuadro de Prilidiano Pueyrredón”.
Fuente: telam
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