Viernes 30 de Mayo de 2025

Hoy es Viernes 30 de Mayo de 2025 y son las 17:37 ULTIMOS TITULOS:

29/05/2025

Harta de domadores

Fuente: telam

“Domar” al otro se volvió un gesto de poder celebrado. ¿Qué imagen tiene de sí el que lo hace? Y ¿es posible una sociedad sin diálogo, sin semejantes y sin futuro compartido?

>No sé tú, pero yo no quiero vivir en un mundo de domadores y domados. Ignoro de dónde sale esa expresión: “Lo domó”, que ahora aparece multiplicada en las redes y en cualquier declaración. Vivimos en “la era de la humillación”, decía el historiador Natalio Botana en una entrevista con el diario La Nación este domingo. Humillados, domados. Luego, callados. Pero..

O, si no se tratara del el domador sadomasquista, la figura podría ser la del circo. Desde arriba, con todas las de ganar, con un león que no tiene ninguna oportunidad, traje con brillos y galera. No, no debe ser así la autoimagen de los domadores sociales del siglo XXI, aunque desde afuera, a veces, así se los pueda ver.

La idea de “doma”, claro, pone al otro en el lugar de un animal. No se dialoga con ese otro, se lo somete. Es decir, no es que el diálogo fracase sino que, de partida, no se lo considera el modelo deseable. El diálogo no está en este menú, tal vez -hay que decir que en ninguna época a quienes ocuparon el poder nunca les ha gustado que los contradigan- el diálogo sea considerado un signo de “ñoñez” o de debilidad. El liberalismo que se manifestó en las democracias occidentales, dice Botana, se basó en el principio de tolerancia. Y “el principio de la tolerancia significa que no hay humillación; significa que hay diálogo, significa que hay transparencia, significa que hay cordialidad cívica”.

¿Vivimos tiempos terribles como nunca han sido? ¿Los peores tiempos de la Historia, según una hipérbole de moda? Bueno, Juan Bautista Alberdi, uno de los padres del liberalismo en la Argentina -y el pensador al que cita el presidente Javier Milei- escribió, ya en el siglo XIX: “El liberalismo como hábito de respetar el disentimiento de los otros es algo que no cabe en la cabeza de un liberal argentino. El disidente es enemigo; la disidencia de opinión es guerra, hostilidad, que autoriza la represión y la muerte”. Digo, para calmarnos.

¿Nos fuimos muy lejos? “Una de las formas primeras de ejercer la impunidad es la invisibilización de la víctima. La víctima deja de ser visible. Esto es lo que ha pasado con los excluidos”, dice Bleichmar. Se animaliza, o se cosifica, al otro, para no verlo como lo que es. Digo, como lo cercano que es.

Estamos viviendo una tormenta reaccionaria”, decía Botana en esa nota. “Esta violencia verbal, esta tormenta reaccionaria, no solo está en la Argentina, está en el mundo occidental”.

“Domar” es un intento de callar al que dice lo que no nos gusta y de callar por adelantado a quienes puedan tener algo que objetar. Porque mejor mudo que humillado, claro. No sé tú, pero yo no les creo su fuerza a los domadores, una fuerza proclamada a los gritos y, casi siempre, con el banquito en una mano y el arma en la otra. No les creo a los que nos tienen que contar que son los mejores de tal cosa y los mejores de tal otra. A los que usan términos desagradables, escatológicas, para impregnar al otro de esos sentidos. Sí, pienso en “meados”, una palabra que deja olor. No se usan porque sí esas palabras. Ni son intrascendentes.

Lo sabemos desde la escuela: si a uno lo llaman de la Dirección, se acomoda el guardapolvo y el nivel de lengua. No hacerlo sería un desafío: te hablo sin reconocer tu lugar. Es lo que la sabiduría popular entendía cuando te decían: “Eh, no hables así que no es la cancha”: porque palabras que están bien acá y con ciertas personas están mal allá y con otras. O ni bien ni mal: lanzan mensajes diferentes.

La pregunta que sigue no es original: ¿qué forma de gobierno, qué gobierno del pueblo -es decir, qué democracia- es posible con estos principios? Cuando el poderoso hace “lo que no se hace” y lo hace abiertamente, ostensiblemente, lo que está haciendo es reforzar su poder. Lo hace porque puede. ¿Eso queremos? ¿Qué más puede, sin nuestro consentimiento? ¿O lo que prueban estas palabras es que, en el fondo, sí tiene nuestro consentimiento?

Y acá pienso que, a veces, haber caído a lugares indeseables nos hace declinar de algunos postulados que creíamos básicos. Hace un tiempo viajé a Emiratos Árabes Unidos y hablé con argentinos afincados allí. Me mostraron sus casas, sus camionetas, sus ingresos. Me hablaron de restricciones para opinar: un error podía sacarte del país en 48 horas. ¿Y pueden vivir en esas condiciones?, pregunté. Se rieron: “Dejame de joder...” Algo parecido me dijo un taxista, que tampoco era ciudadano. Le pregunté por la democracia: “Los príncipes deciden, y deciden bien”, me dijo, tranquilo. Es un modelo: no el de la Revolución Francesa, pero un modelo al fin.

Somos muchos los que creemos en bajar un cambio, en un futuro que sea mejor que el pasado y donde los otros no sean el enemigo, donde no seamos lobos mordiéndonos por un pedazo de carne. Un futuro con otros humanos, no domables.

No sé tú pero yo creo que es posible.

Fuente: telam

Compartir

Comentarios

Aun no hay comentarios, sé el primero en escribir uno!