28/05/2025
Manchalá, una hora bajo fuego: los 11 conscriptos que resistieron el ataque de un centenar de guerrilleros en una escuela rural

Fuente: telam
En plena ejecución del Operativo Independencia, un grupo de soldados conscriptos de la Compañía de Ingenieros de Montaña 5 tuvo su bautismo de fuego: durante aproximadamente una hora enfrentaron el asalto de una columna del ERP. Medio siglo después, los veteranos reclaman el reconocimiento por una acción que cambió el curso de los planes guerrilleros
>La realidad había golpeado de la peor manera a Tucumán. En la tarde del viernes 14 de febrero de 1975, unos cincuenta hombres de Ejército del Grupo de Artillería de Montaña 5 regresaba de una patrulla en el monte tucumano, y a la altura de la localidad de Yacuchina, el teniente Rodolfo Ritcher se sorprendió por un hombre que, al verlos, echó a correr. Ritcher fue tras él y no reparó en un compañero del desconocido que, cuando pasó, le disparó un escopetazo en la espalda. El teniente primero Héctor Cáceres, un rionegrino de 29 años fue a auxiliarlo y recibió un tiro mortal en el cuello. El combate se generalizó, y hasta participaron helicópteros de la Aviación de Ejército. Hubo un par de guerrilleros muertos y, además de Cáceres, Ritcher quedaría paralítico de por vida. Esa acción pasó en la historia como el Combate de Pueblo Viejo y sería el bautismo de fuego para las tropas que habían sido llevadas a la provincia para combatir a la guerrilla que pretendía hacerse fuerte en el monte tucumano.
El radio de acción del Ejército estaba delimitado al oeste de la ruta 38 que une a las ciudades de Córdoba y San Miguel de Tucumán. Las principales localidades de la región eran Famaillá, Montañeses y Concepción, región donde el Ejército Revolucionario del Pueblo pretendía iniciar un foco guerrillero y expandirlo a todo el país. Había iniciado acciones de guerrilla rural cuando tomó la localidad de Acheral -50 kilómetros al sur de la capital provincial- y su unidad más importante era la Compañía de Monte Ramón Rosa Jiménez, que tomó el nombre de uno que había caído en un enfrentamiento policial tres años antes.
La primera sección de la Compañía de Ingenieros de Montaña 5 llegó a Tucumán proveniente de Salta el 1 de mayo de 1975.
Eran 32 soldados, la mayoría albañiles, los que fueron recibidos por el capellán padre Martín y cada uno de ellos recibió escapularios de la Virgen del Carmen, patrona de Famaillá. Los alojaron en un galpón muy grande, que compartían con otras unidades. Debían ocuparse de arreglos de las escuelas de Yacuchina, Yonopongo, Balderrama y Manchalá.Ese miércoles 28 de mayo de 1975 la primera sección de la Compañía de Ingenieros de Montaña 5 debían terminar los arreglos de albañilería y pintura de la escuela rural de Manchalá, 47 kilómetros al sur de San Miguel de Tucumán, ya que en un par de días regresarían a Salta.Mientras unos reemplazaban con material el piso de tierra de las aulas, otros la pintaban. En el reparto de trabajos y responsabilidades, al soldado clase 54 José Romero le tocó el de centinela junto a sus compañeros Medina y Pardal.La construcción estaba rodeada de eucaliptus y palmeras en medio del campo. Enfrente había un rancho y a unos dos kilómetros, cerca del río Colorado, la finca de los Sorteis. A unos cinco estaba la escuela de Balderrama, que también estaban arreglando y camino a Catamarca, se repartían tres más. La de Manchalá estaba a 25 kilómetros del escuadrón logístico en Famaillá.La suerte quiso que el ataque fuera a la tarde, porque en el único turno, el matutino, asistían treinta chicos.
El combate comenzó. Entre los manchaleros -así les gusta llamarse- aún no logran ponerse de acuerdo con la hora, que fue a la tarde.
Un proyectil impactó en la pierna de Adrián Segura y le seccionó 18 centímetros de fémur. Sus compañeros lo arrastraron detrás de un árbol porque Segura, que no dejaba de maldecir, notó que su pierna no le respondía.Los soldados hirieron a uno de los agresores y vieron cuando un compañero le pasó su brazo por el hombro. En el momento que se agachó recibió un tiro que ingresó por la nalga y salió por la nuca. El caído era Domingo Villalobos Campos, un chileno que se hacía llamar sargento Dago.
Detrás de las dos camionetas, aparecieron un camión 608, un Rastrojero y un camión 1114 que transportaba armamento, ropa y comida. Estaban vestidos con un uniforme verde, pero sin casco. El 27 habían copado la finca Sorteis, apresaron a sus dueños y allí más de un centenar de guerrilleros habían establecido su puesto de comando.Una de las camionetas frenó frente al rancho y con bolsas armaron un parapeto en forma de medialuna y apostaron dos ametralladoras Mag, una apuntando hacia la escuela y otra en dirección a la ruta 38. Comenzaron a disparar hacia la escuela.Los veteranos recuerdan que el combate, en sí, duró entre 45 minutos y una hora y que era infernal la lluvia de balas, que era como en las películas y que cuando impactaban en el piso les llenaban los ojos de tierra. Los proyectiles rebotaban por todos lados.
Más allá de la curva del camino, se escuchaba cómo un camión del ERP regulaba sin cesar y Lafuente le ordenó a Demayo que disparase hacia ese lugar, e instantes después no se lo escuchó más.
Lafuente ordenó ir a rescatar a Segura, inmóvil detrás de un árbol en la entrada de la escuela. Con una soga Demayo lo ató y entre Alcalá y Pardal lo arrastraron boca arriba, mientras los terroristas continuaban disparando. Cuando llegaron a la galería de la escuela quisieron entrar pero la puerta estaba trabada y debieron abrirla de una patada. Lo colocaron sobre un pizarrón y notaron que, a pesar de la gravedad de la herida, no sangraba.
Esperaban, que de un momento a otro, los guerrilleros copasen el lugar y eran conscientes que la lucha sería cuerpo a cuerpo. Les preocupaba que en poco tiempo oscurecería.
Veinte minutos después llegó un camión del ejército que, ajeno a lo que sucedía, traía latas de pintura y los guerrilleros supusieron que eran refuerzos. Una de las ametralladoras les abrió fuego. Además del conductor, el soldado Mamaní, iba un suboficial y dos soldados. Para los que defendían la escuela fue un alivio, porque ya no eran el único blanco.Lafuente dijo que había que ir a pedir ayuda y el único chofer era Demayo, cuyo Unimog que manejaba estaba cerca, pero el suboficial Héctor Reynoso no quería que fuera, que lo iban a matar y discutió con Lafuente. “¿Te animás a ir? Dejá tu fusil y tomá mi pistola”, le dijo Reynoso. Cuando subió, una ráfaga de ametralladora lo obligó a tirarse por la puerta del acompañante. Lafuente le indicó que subiera y que fuera marcha atrás y que tomase por el otro lado del camino. Dimayo así lo hizo pero cuando se dio cuenta que el vehículo no tenía frenos lo estrelló contra una pila de caños de desague.
Luego llegó otro camión con el mate cocido, pan y facturas para los que estaban trabajando. También respondieron el fuego.Un proyectil pinchó un neumático, otro entró por la puerta y una esquirla hirió a Ricardo García en el antebrazo izquierdo, que era el conductor. Luego de intentar una maniobra, quedó atascado en la banquina.
Vio cómo el guerrillero que operaba la ametralladora se internaba en los cañaverales. Se escuchaban tiros esporádicos.
Le explicaron lo que había ocurrido. El soldado Juan Sulca sintió un golpe y demoró en darse cuenta que tenía una bala en su costado derecho y aún perdiendo sangre, no había dejado de disparar.
Ya anochecía y la Mag de los guerrilleros no dejaba de disparar ráfagas cortas. Arce encendió las luces altas del camión y subió a Mamaní, quien volvió en sí a los gritos porque lo tomaron por donde estaba herido.
Como Arce desconocía que había otros heridos, lo cargó a Mamaní y fue a Famaillá. Le costó convencer a la guardia que no le permitían ingresar y cuando lo hizo enfiló directo al hospital.Mientras tanto, los defensores de la escuela esperaban el ataque final, ya de noche. Sin embargo, cerca de medianoche escucharon una suerte de explosión, y vieron cómo bengalas bajaban en paracaídas, iluminando el lugar como si fuera de día. Las disparaban desde la columna de vehículos del Ejército, quienes supusieron que los guerrilleros habían matado a todos los soldados. Iban con la idea de hacer volar la escuela, a la que creían en poder de los guerrilleros hasta que alguien, desde adentro, comenzó a entonar la canción del arma de ingenieros “Ingenieros, audaces guerreros…” “que la Patria en su yunque forjó”, respondieron y de adentro siguieron con la letra.
Los soldados se apropiaron de la bandera celeste y blanca con la estrella roja, que era de los atacantes y que llevaba el nombre de Compañía Ramón Rosa Jiménez.
Lo cierto fue que además del “sargento Dago”, murieron Ricardo (Juan Carlos Irurtia) y fueron heridos el “teniente Pedro” (Héctor Burgos, chileno) y el “Hippie” (Ramiro Leguizamón). Se supo que estuvo presente Hugo Irurzún, “Capitán Santiago” integrante de la plana mayor del ERP, quien en agosto de 1974 había comandado el copamiento al Regimiento 17 de Infantería de Catamarca.
Al día siguiente, los soldados debieron regresar a la escuela a buscar los enseres y herramientas de trabajo. Les adelantaron que saldrían en la primera baja porque los consideraban héroes nacionales. El 30 de mayo regresaron a Salta y fueron relevados por la segunda sección.
Todos se fueron de baja pero Arce -que al momento en que se había incorporado no le importaba su futuro- se quedó en el Ejército y se convirtió en suboficial solo por una razón: quería vengarse. Nunca olvidó los gritos de dolor de su amigo Mamaní que aún hoy le recuerda que le salvó la vida.
De esos soldados de la primera sección, algunos viven en Salta pero otros están desperdigados por todo el país. Uno de ellos, César Pardal, que hace años tiene una panadería, está radicado en Chile.En 1976 levantaron en el Batallón de Ingenieros de Salta un monumento alusivo al combate, que tenía en su cúspide un globo terráqueo con un cóndor. En abril de 2013 el concejal peronista Martín Ávila fue el autor de la ordenanza 037/12 que estipulaba demolerlo porque argumentó que resignificaba el terrorismo de Estado. Se exponían dos razones: que la figura del cóndor remitía al Plan Cóndor, y sostenía que debajo de los cimientos había restos de personas desaparecidas. En 2013 lo demolieron y no hallaron nada.
La escuela, con los años, se transformó en un museo y luego fue tirada abajo. Al lado construyeron otra, más moderna y con más capacidad que lleva el nombre “Compañía de Ingenieros De Montaña 5″.
Pasaron 50 años del hecho y siguen lamentándose por el olvido. Recién el 22 de mayo de 2018 el general Claudio Pasqualini, jefe del Estado Mayor General del Ejército los hizo desfilar y en la formación, les entregó una medalla que tiene grabada la leyenda “Combatientes de Manchalá”. Era el primer reconocimiento que recibían y que lucen orgullosos en los desfiles y actos.Este año volverán a desfilar dentro cuartel con la participación de toda la comunidad y, lo más importante, con la presencia de las familias de los veteranos.
Ellos pretenden ser reconocidos por el gobierno nacional, hubo un intento de la actual vicepresidente Victoria Villarruel quien había hecho gestiones durante el gobierno de Mauricio Macri, pero sin suerte y había esperanzas que para los 50 años fueran beneficiarios de una pensión. El diputado Ricardo López Murphy presentó recientemente un proyecto de reconocimiento a las víctimas del terrorismo que abarca desde 1960 a 1989.
Fuentes: La Escuelita de Manchalá, documental de Sandro Rojas Filártiga; entrevista a Luis Arias; colección Estrella Roja; La historia secreta y la historia pública del jefe guerrillero Mario Roberto Santucho; La guerrilla en Tucumán, de Eusebio González Breard.
Fuente: telam
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