22/05/2025
Se escaparon 795 y sólo 3 lograron la libertad: la fuga en pleno franquismo que se volvió una de las más grandes de la historia

Fuente: telam
Fue en Pamplona y hubo 200 asesinados en medio de los intentos del franquismo por detener la rebelión republicana
>Fue a la hora de la cena. Era el momento del día en el que el cambio de guardia se hacía con bastante desprolijidad. Un grupo de presos de la cárcel del Fuerte de San Cristóbal, en Pamplona, España, redujo y desarmó a esos guardias que estaban terminando o empezando su horario de trabajo sin demasiado orden. Hace exactamente 87 años, el 22 de mayo de 1938, empezaba la fuga de presos más grande de la historia de España y una de las más masivas del mundo.
En 1934, lo que había sido un fuerte se convirtió en un centro penitenciario: le agregaron muros que separaban los espacios carcelarios de los barracones en los que se hacía guardia, e instalaron allí lo que hiciera falta para albergar a alrededor de 2.500 presos.
Cuando estalló la Guerra Civil Española, el bando liderado por Francisco Franco tomó para sí ese fuerte decimonónico y no dudó en convertirlo en un centro en el que retener a dirigentes políticos y sindicales, militantes de republicanos y también nacionalistas vascos.
El hambre extrema, la violencia física de parte de los guardias y el contagio de tuberculosis eran parte del paisaje cotidiano allí. Todos los días, los guardias franquistas les hacían un recordatorio a los detenidos: que estaban allí no como prisioneros de guerra sino como rebeldes militares. Que les esperaba el pelotón de fusilamiento o, con mucha suerte, la reclusión perpetua. El encierro hasta el final.
Entonces alguien empezó a pensar en una fuga. Un escape que los pusiera a salvo de ese destino, de ese régimen y, más urgente aún, del hambre y el frío. Las condiciones de supervivencia eran tan crudas que huir de eso se hacía aún más imperioso que defender los ideales de la República.Hicieron correr el mensaje por entre los prisioneros y alrededor de un tercio de todos los hombres que estaban allí decidieron sumarse al intento de libertad. Entonces, llegó la hora señalada. Aprovecharon el desorden propio de cada cena, desarmaron a los guardias actuando en grupos que se habían definido de antemano, y los tomaron prisioneros.
Empezaron a salir lo más ordenadamente posible del penal, aunque con la euforia y el miedo del escape y en medio de la oscuridad. El monte no se los haría fácil: muchos se lastimaron gravemente en su intento de bajara el Ezkaba por tropezar con algún obstáculo o por estar tan débiles.La noticia de la fuga no tardó en llegar a Pamplona, donde las autoridades franquistas decidieron que saldrían “de cacería”. Los 795 prófugos habían salido del fuerte desnutridos y, en muchos casos, incluso descalzos. Tenían pocos fusiles y pocas balas. En cambio, el franquismo estaba preparado para aleccionar a esos que habían intentado desafiar al régimen y, de paso, enviar un contundente mensaje a quienes pensaran en imitarlos.
Las balas de los refuerzos franquistas que llegaban desde Pamplona eran la banda sonora de los intentos por avanzar que hacían los prófugos. Para resistir la fuga, apostaron camiones del Ejército en distintas zonas del monte para, con reflectores, iluminar el espacio y encontrar a quien estuviera intentando recuperar su libertad.En las primeras horas del 23 de mayo, 259 de los 795 presos habían sido recapturados, y unas horas después la cifra se elevaba a 445. En total, 585 prófugos fueron encontrados y devueltos a la prisión tras ese intento de fuga. El último en ser hallado por las autoridades franquistas apareció el 14 de agosto de 1938, casi tres meses después del escape. Se alimentaba con ranas y cangrejos.Aunque la enorme mayoría fracasó en ese objetivo, e incluso muchos perdieron la vida intentándolo, fueron los protagonistas de una fuga que pasó a la historia. Por su masividad y por la necesidad de intentar condiciones de vida dignas por sobre todas las cosas. Aunque eso implicara jugarse la piel.
Fuente: telam
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