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10/05/2025

La impactante historia de “Locura” Villanueva, el barra de Huracán al que Lali Espósito le dedicó una canción

Fuente: telam

Vecino del barrio de Parque Patricios, se fue de su casa para vivir en un colectivo abandonado y luego se sumergió en la delincuencia. Tras un tiroteo, quedó en silla de ruedas. Después conoció a su pareja y formó una familia. Murió en diciembre

>Por cuatro meses, apenas por cuatro meses, no supo que iba a pasar a la inmortalidad. Porque aquel 20 de diciembre de 2024, un barrio entero fue a darle el último adiós a Pablo Villanueva, alias Locura, el hombre que fue primero barra y después hombre. Aquel día, mientras la casa velatoria de la calle Pagola y Quilmes se llenaba de hinchas de Huracán rindiéndole tributo a uno de los propios, Lali Espósito estaba terminando de darle forma a su nuevo y más rockero álbum llamado nada casualmente “No vayas a atender cuando el demonio llama”. Y ahí, en el track número dos, Locura, pasaba de Parque Patricios al mundo entero. La canción le cambia la C por la K, dice Lokura, y Lali contó días atrás en Luzu TV a quién estaba dedicada.

Ahora bien, ¿quién era exactamente Locura? Lali da una versión edulcorada pero muy propia de un barrio donde Pablo Villanueva era un personaje omnipresente. Nacido en 1974 en el seno de una familia de clase media, con padre bancario que llegó a ser gerente de la sucursal del Banco Provincia de la zona, Locura era la oveja negra entre sus hermanos. Creció como se crecía en aquella época, alternando la casa, la escuela y la calle, pero lo del estudio no era precisamente su fuerte. De hecho, asistió al colegio Bernasconi donde se educaron generaciones de porteños, pero repitió tres veces primer año y, cuando cumplió 15, decidió que había otro ámbito que lo convocaba más: la plaza José C. Paz, ubicada entre las calles que le da el nombre, Taborda, Pepirí y Cortejarena, que era el hogar de la facción más importante y dominante de la barra brava de Huracán. Movimiento que le fascinaba desde que iba a la cancha con su padre. A él le regalaban plateas y, mientras su progenitor miraba el partido, Pablo Villanueva miraba la tribuna. Y, cuando decidió colgar los estudios, supo que ese era su lugar de pertenencia.

Así decidió, como le contó en una nota al periodista Eduardo Anguita, sumarse a la barra y viajar a ver al Globo a Mendoza sin avisarle a la familia. Cuando regresó, le dieron dos opciones: volver al colegio y enderezarse o dedicarse a ser barra. Pero, en ese caso, ya no tenía lugar en el hogar familiar. Pablo eligió esta última opción y pasó a ser miembro permanente de la barra y a tener el apodo que marcaría su historia: Locura. Para vivir, eligió un colectivo destartalado irónicamente ubicado cerca del Bernasconi y empezó a rebuscársela con la caridad del barrio hasta que vio cómo otro barra, de nombre Tomás, llevaba una vida holgada y se movía en una moto de alta cilindrada. Y esa fue su perdición.

Tomás le contó que Huracán era su vida sólo los domingos, el resto de la semana robaba. Y mucho. Locales en barrios paquetes y sobre todo salideras bancarias. Y Locura, que siempre aseguró que jamás se drogó o tomó alcohol, cayó en la peor tentación. Y se unió a esa banda delictiva. En dos años de mala vida había conseguido un auto, una moto y un departamento. Y creía que esa vida duraría para siempre. Pero algo falló en el plan del hombre que ahora tiene su canción. En septiembre de 1997 decidió con su secuaz hacer una salidera bancaria en la sucursal del Banco Galicia de la avenida Córdoba y Gallo. Dos veces en el último tiempo esa actividad les había redituado mucho efectivo. Pero esta vez la Policía estaba preparada. Y apenas llegaron y, cuando quisieron identificarlos, vino la persecución y el tiroteo. A la altura de Mario Bravo y, tras vaciar su nueve milímetros, Locura supo que estaba perdido. La Policía disparó y tres balazos dieron en su cuerpo. Uno le atravesó el riñón derecho, otro la cintura y el último le dio en la vértebra lumbar. Cuando cayó al piso, ya no se pudo levantar. Había quedado paralítico.

Y fue ahí también, en la cancha, donde encontró a la persona que lo cambiaría definitivamente. Otra hincha de Huracán, en este caso apodada Coco, de quien se enamoró a primera vista. Con ella, que venía de una familia con formación evangélica, armó su propia familia y celebró la llegada de su hija Mía. Y, si bien seguía siendo Locura, en la semana trabajaba llevando trámites y su única locura de verdad seguía siendo ir a ver a todos lados a Huracán.

“Es el terror del barrio, tiene fama de desacatado, no es solo un chico malo, acá lo llaman: Hijo del pecado”, canta Lali con una base rockera. Y Pablo Villanueva estaría orgulloso de esa descripción. Que genera amores y odios en el barrio, porque están quienes dicen que se redimió y se volvió una persona solidaria, y están aquellos que afirman no sin razón que sólo se está entronizando a un ladrón. Como fuera, el 20 de diciembre de 2024, Locura dejó para siempre este mundo, velado con una camiseta de Huracán pegada a la piel y sin saber que, unos meses después, Lali sacaría su historia del barrio para llevarlo a los oídos del mundo entero.

Fuente: telam

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