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03/05/2025

Cine XXL, el auge de las películas largas como respuesta a la era del consumo rápido

Fuente: telam

La duración de “The Brutalist”, “Avatar” y “The Irishman” entre otras, obliga a pensar en una tendencia en la cual los directores retoman un modelo épico con extensas narrativas y escenas monumentales

>La película de Brady Corbet, The Brutalist, es tan larga (tres horas y treinta y cuatro minutos) que su proyección se interrumpe con un intermedio. En los últimos años, las películas que superan las dos horas y media parecen estar en aumento. ¿Por qué esta tendencia?

Nuestra atención se ve constantemente desafiada por el incesante flujo de tuits, reels, vídeos de TikTok, etc. Ante esta saturación –por no decir hipertrofia– del espacio audiovisual, algunos autores han señalado el riesgo de que nuestra capacidad de atención se vea comprometida, reducida. Tal es el caso de Nicholas Carr y su ya clásico Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?

El aumento de minutos en pantalla se advierte en películas destinadas a las salas de cine. Así ocurre en The Brutalist (Brady Corbet, 2025), con 214 minutos, Dry Grass (Nuri Bilge Ceylan, 2023) con 198 minutos, Avatar: El sentido del agua (James Cameron, 2022), con 192 minutos de duración, la recientemente estrenada Babylon (Damien Chazelle, 2022), con 188 minutos, o el éxito Vengadores: Endgame (Anthony y Joe Russo, 2019) y sus 181 minutos.

Antes de nada, cabe señalar que siempre ha habido películas con una duración superior a la media. Pensemos por ejemplo en los clásicos como Lo que el viento se llevó (Victor Fleming, George Cukor y Sam Wood, 1939), con una duración de 238 minutos, y Ben-Hur (William Wyler, 1959) y sus 211 minutos, por poner tan solo un par de conocidos ejemplos.

La cuestión que trata de discutirse en el presente artículo es el motivo del aumento en la duración de las películas en una época en la que todo –las series, las guerras entre las plataformas de streaming, la pérdida de la capacidad de atención y la oferta inabarcable que incita al consumo acelerado– indica que la tendencia debería ir hacia el lado opuesto.

La hipótesis de partida es que la razón atiende a tres fines: por una parte el deseo de ampliar las narrativas, por otra, la necesidad de diferenciarse de la ficción televisiva (o vía streaming) y, por último, el intento de justificar el creciente precio de una entrada a la sala de cine.

En décadas anteriores los cines habían apostado por un modelo de sesiones dobles, heredado del pasado, o por tres proyecciones seguidas. Esta era una de las razones por las que la duración media de una película era de 90 o 100 minutos de duración.

Por otro lado, el intento de ampliar las narrativas (lo que, paradójicamente, podría verse como un “intento de parecerse a las series”), sin llegar a constituir algo del todo novedoso, sí presenta matices diferentes.

Robert McKee, en su obra El guion, señala la existencia de obras con más actos de los tradicionales tres. En este sentido, cita Cuatro bodas y un funeral (Mike Newell, 1994), con cinco actos; En busca del arca perdida (Steven Spielberg, 1981), con siete, o El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante (Peter Greenaway, 1989), con ocho.

Ahora bien, como ya se ha señalado, lo que en el pasado supuso una suerte de excepción comienza a convertirse en norma.

Por todos los motivos señalados en el texto, la industria cinematográfica, especialmente la orientada a ser proyectada en salas, parece haber concentrado su oferta. Así, ha potenciado los filmes de gran presupuesto y duración, con más subtramas y una mayor espectacularización. Todas estas características parecen justificar el precio de la entrada y ofrecen un aliciente disuasorio frente a la suscripción a una plataforma de streaming u otros canales de difusión.

Sea como sea, y mientras confirmamos la deriva del sector, tal vez resulte recomendable pedir las palomitas en formato XL, si no queremos que se nos agoten antes de que se enciendan las luces de la sala.

Este artículo se engloba dentro de las investigaciones llevadas a cabo por el grupo de investigación de la Universidad de Murcia IDEcoA.

Este artículo fue publicado originalmente en [Fotos: archivo; Lol Crawley/ A24 vía AP]

Fuente: telam

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