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01/05/2025

Diplomacia, teología y derecho canónico: las profesiones de los cardenales papables en el cónclave 2025

Fuente: telam

Uno negoció con China, otro predicó en las favelas, un tercero redactó tratados de derecho eclesiástico. Todos visten púrpura, pero cada uno ha ejercido el sacerdocio a su manera, y en ese modo dejó ver su impronta, su visión sobre qué Iglesia es posible y necesaria

>En la Iglesia católica, la vocación sacerdotal no es solo una llamada espiritual: también se concibe como una profesión en sí misma, una entrega vital que implica estudio, formación técnica, experiencia comunitaria y, con el tiempo, especialización. Así como un médico puede devenir cirujano, y un abogado dedicarse al derecho ambiental, cada sacerdote desarrolla —a veces sin buscarlo— una forma de ejercer el sacerdocio que lo define tanto como su sotana.

En una institución donde todos visten igual y hablan con frases medidas, su trayectoria revela más que sus sermones. Algunos han pasado la vida entre despachos y tratados; otros, entre barriadas y refugiados. Detrás de cada biografía hay un modo de ejercer el sacerdocio que anticipa —de manera tenue, pero reveladora— el estilo de pontificado que podrían encarnar.

Su profesión dentro del sacerdocio ha sido la de arquitecto del poder blando. Como Secretario de Estado del Vaticano, Parolin se ha movido entre embajadas, tratados, silencios estratégicos y negociaciones imposibles. Su carrera es la del diplomático eclesiástico, una figura sin púlpito ni parroquia, pero con una red de contactos global y un dominio preciso de la maquinaria vaticana.

Tras casi dos décadas en el servicio diplomático —incluyendo destinos como México, Nigeria y Venezuela—, Parolin ha sido el rostro discreto detrás del acuerdo con China, de los acercamientos con Vietnam y del histórico deshielo entre Cuba y Estados Unidos. Tiene 70 años y el perfil clásico del hombre que conoce el engranaje desde dentro. Su experiencia pastoral, sin embargo, es apenas una nota al pie: dos años en una parroquia de su región natal en el norte de Italia, antes de que Roma lo llamara.

Si Parolin es el rostro del Vaticano ante los gobiernos, Tagle es su voz ante los fieles. Filipino, formado en teología en Estados Unidos y Alemania, ha ejercido su sacerdocio como predicador, profesor y evangelizador. Fue arzobispo de Manila y luego prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, un cargo que lo colocó al frente de la expansión misionera de la Iglesia, especialmente en Asia y África.

Pero su verdadera especialidad es la comunicación. Tagle predica con ternura, enseña con humor, conecta con las cámaras. Tiene 67 años y una herencia mixta —su abuela era china— que lo convierte en símbolo viviente de una Iglesia mestiza. Fue presidente de Caritas Internationalis, aunque su gestión sufrió cuestionamientos internos por problemas administrativos que derivaron en su reemplazo. Aun así, muchos lo consideran la cara más humana y carismática del catolicismo global.

En la figura de Ambongo, la profesión sacerdotal adopta la forma del profeta popular, del pastor que denuncia, del obispo que no teme la confrontación. A los 65 años, como arzobispo de Kinshasa, lidera la mayor arquidiócesis católica del África subsahariana. Fue nombrado cardenal por Francisco y preside las Conferencias Episcopales de África y Madagascar.

Su especialización ha sido clara: defensor social, crítico del poder, pastor de un pueblo hambriento en un país inmensamente rico en minerales y devastado por la guerra. Su frase —“El Congo es el plato del que todos comen, excepto nuestro pueblo”— resuena como un salmo de indignación. En cuestiones doctrinales, se mantiene firme: encabezó el rechazo africano a las bendiciones de parejas del mismo sexo, mostrando que su voz no solo representa a su país, sino a un continente que reclama más espacio en la Iglesia universal.

Zuppi no estudió diplomacia ni enseña teología, pero es un experto en la cercanía pastoral. Italiano, criado entre las calles de Roma y los pasillos de la Comunidad de Sant’Egidio, ha ejercido el sacerdocio como un párroco expandido, una figura que conoce el nombre de los sin techo de su barrio tanto como los vericuetos del Vaticano. Hoy es arzobispo de Bolonia y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, pero conserva ese modo de hablar con las manos y escuchar sin prisa.

Su especialización ha sido, en palabras claras, la mediación: participó en el fin de la guerra civil de Mozambique y fue enviado por Francisco a Ucrania para tender puentes con Moscú, Kiev y Washington. También ha dado pasos hacia una Iglesia más inclusiva: escribió la introducción de la edición italiana de Construyendo un puente, libro sobre el acompañamiento pastoral a personas LGBTQ+, una señal de que su profesionalismo es pastoral y su teología, dialogante.

En un mundo donde el poder eclesiástico se divide entre acción y pensamiento, Erdő encarna al doctor de la ley, al cardenal que ha hecho del derecho canónico y la teología su especialidad. Con 72 años, es arzobispo de Esztergom-Budapest y ha sido dos veces presidente del Consejo de Conferencias Episcopales de Europa.

Habla seis idiomas, escribió tratados, defendió públicamente la comunión sólo para divorciados que viven en abstinencia. Ha preferido no enfrentarse al poder político en su país, Hungría, pero se ha mantenido firme en su defensa del modelo tradicional de familia. Su sacerdocio es el de académico de peso, guardián de la ortodoxia, sabio en doctrina y prudente en política. Es un perfil que algunos ven como garantía de continuidad doctrinal en tiempos de tensiones.

Todos ellos son tan candidatos como el resto. 133 hombres entrarán al cónclave, solo uno saldrá como papa. Los otros regresarán al anonimato relativo del púrpura. Pero entre las paredes de Miguel Ángel y los techos de la historia, se debatirá más que un nombre: se debatirá qué Iglesia vendrá, y cómo su formación forjará el devenir de la Iglesia.

Fuente: telam

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